La huerta de Valencia sobrevive a escasos metros de la Ciutat de les Arts y de grandes zonas comerciales
La huerta de Valencia es quizás uno de las señas de identidad que más y mejor definen a los valencianos. Un patrimonio natural, paisajístico y en otros tiempos económico que ha marcado el carácter de generaciones dedicadas al cultivo de la tierra y a la comercialización de los productos que ésta les proporcionaba. Actualmente, y a pesar de los planes aprobados recientemente por el gobierno valenciano y de las actuaciones que ya se habían llevado antaño, muchas veces gracias a la presión de grupos conservacionistas y ecologistas, el paisaje más destacado de Valencia y sus alrededores continúa su degradación y abandono. Cabe destacar que mientras en la zona de L'Horta Nord se ha mantenido en un mejor estado de conservación y cuidado –prueba de ello son las huertas de los Pueblos del Norte de Valencia, Alboraya, Almàssera o Meliana-, en la zona de L'Horta Sud y Oest ésta ha sido paulatinamente sustituida por polígonos industriales, zonas comerciales y PAI urbanísticos que han ensanchado diferentes pueblos y los han convertido en ciudades, en algunos casos con el único respiro que proporciona la existencia del Parque Natural de l'Albufera como impedimento físico y legal a la destrucción voraz y total de la huerta. Destacan como ejemplos de huertas abandonadas la de Catarroja, donde al norte del municipio se proyectó años atrás un enorme PAI que habría sumado cerca de 30.000 nuevos habitantes y 12.000 viviendas, y el fracaso del cual debido a la explosión de la burbuja inmobiliaria motivó la pérdida de decenas de hectáreas actualmente en manos de bancos o inmobiliarias quebradas, las cuales fueron hace pocos años pasto de incendios y vertidos incontrolados.
El cambio de modelo económico, la sustitución de una economía agrícola por una mucho más industrializada, y sobre todo de servicios, han sido algunos de los factores que han provocado el abandono de las huertas, la falta de interés en su pervivencia e incluso el dramático arranque de cultivos como los que se han dado en centenares de parcelas anteriormente dedicadas al cultivo de cítricos. Además, la caída de precios y la entrada de productos extranjeros más baratos, han acabado empujando a muchos agricultores, sobre todo a los más pequeños, al abandono de sus campos.
El pueblo de La Punta
A pesar de ello, y como ejemplo de supervivencia estoica, todavía podemos observar ejemplos de pequeñas explotaciones agrícolas en plena ciudad de Valencia. Es el caso del Pueblo de La Punta, un pequeño pueblo, configurado legalmente como pedanía dependiente del Ayuntamiento de Valencia que cuenta con apenas 2100 habitantes, algunos de los cuales todavía habitan antiguas alquerías y casas de campo, y que se sitúa entre el nuevo cauce del Túria, la carretera del Saler y la moderna Ciudad de las Artes y las Ciencias. A pesar de que también aquí el abandono de zonas de cultivo es elevado, persisten explotaciones muy activas que sobreviven con pequeñas explotaciones, a menudo dedicadas al autoconsumo, a escasos metros de las grandes avenidas de una zona tan turística como aquella. Otros ejemplos de huertas autogestionadas, en este caso creadas de una manera concienciada y gracias al esfuerzo y empeño de colectivos vecinales, son los huertos urbanos de Benimaclet o los más modernos existentes en Sociopolis, las grandes torres vacías del distrito de La Torre, en el sur de la ciudad. Como posible alivio el reciente plan de protección de la huerta aprobado por el Consell de la Generalitat Valenciana, dicho plan aumenta en un 15% el suelo protegido de huerta, esto es, que impide su destrucción y cambio de uso para zonas industriales, comerciales o urbanas. Además, se prevé potenciar el uso cultural, recreativo y turístico de la misma, no obstante, tal y como reclaman desde colectivos ecologistas y de agricultores, la solución venga dada en el momento en que sea rentable y atractivo económicamente seguir produciendo y cultivando en la huerta valenciana, un hecho que animaría a dejar de abandonar tierras y a volver a trabajar y mantener vivas aquellas que actualmente se han dejado de labrar, según diferentes expertos.