Represión y sexo furtivo en parques y playas en el franquismo: Un estudio indaga en los encuentros homosexuales en la Comunitat Valenciana
Así eran los encuentros a escondidas en Castellón, Valencia y Alicante huyendo de la represión de la dictadura
Javier Fernández Galeano, investigador Ramón y Cajal del Departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universitat de València (UV), concluye que en la actual Comunitat Valenciana, lugares abandonados como parques, baños públicos y playas fueron durante el final del franquismo los escenarios principales del cruising, una práctica originaria de la comunidad LGBT+ consistente en tener sexo en lugares públicos. El trabajo, elaborado a través de expedientes policiales, sentencias y testimonios vividos, muestra cómo la policía y el sistema judicial patologizaron a los homosexuales, quienes se presentaban a sí mismos como autómatas de la noche para evitar desvelar sus motivaciones.
Durante los años setenta del siglo XX, la sociabilidad homosexual en la actual Comunitat Valenciana abarcaba lugares de encuentro que incluían desde los espacios de cruising como ruinas, parques y urinarios, a la emergente red de locales, discotecas y fiestas privadas. Los sitios de quedadas clandestinas en el exterior estaban bajo el foco de los cuerpos de policía, pero aun así ofrecían la alternativa más accesible y común en un contexto el que se criminalizaba la visibilidad LGBT+. En su artículo publicado en la revista Cuadernos de Historia Contemporánea, de la Universidad Complutense, Fernández Galeano mapea esos lugares tras analizar los expedientes del Juzgado de Peligrosidad y Rehabilitación Social de Valencia entre los años 1971 y 1978.
Algunos de estos lugares aparecen mencionados en las guías internacionales para gais, que proporcionaban información sobre sitios donde la comunidad LGTBIQ+ era bien recibida en las ciudades. En 1971, València solo aparecía representada por dos locales LGBT-friendly: el Club Capricornio, en el número 29 de la calle del Mar y la cafetería Casa Lauria, en Roger de Lauria, 2-A. Dos años después, la capital del Turia alcanzó los 6 establecimientos en las guías internacionales, con sitios como Berlín, en la calle San Bult 27, o Caballo Blanco, en calle Rumbau 6.
En estas guías no aparece mencionado ningún local en las provincias de Alicante y Castellón. Pese a ello, hubo una gran cantidad de expedientes policiales abiertos en Alicante, y sobre todo en Elche, donde se relata que había mucho tráfico de hombres deambulantes en el tramo del parque municipal junto al Paseo de la Estación. En Castelló de la Plana, una tapicería ocultaba fiestas clandestinas de homosexuales y fue un punto clave para la comunidad LGTBIQ+ de la provincia. Se descubrió al detenerse a un joven belga que un conocido “fue presentando a distintos maricas de esta capital que le fueron dando de comer y algún dinero solo porque alternara con ellos y se dejara chupar el miembro”, según el informe de la Policía.
En los casos llevados a los tribunales, el juez dictaba una sentencia de “no peligrosidad” si la persona padecía alguna enfermedad mental, si tenía una familia con hijos o si contaba con un empleo. Por contra, la mayoría de “invertidos” (término usado para referirse a los homosexuales) que no poseían alguna de estas características eran internados en la cárcel como psicópatas sexuales.
“Los archivos policiales trataban a los homosexuales que participaban en estos encuentros como autómatas sexuales que se buscaban entre sí, llevados por impulsos mecánicos que no podían explicar. En los informes se obviaron los términos relacionados con el deseo y la excitación, ya que los oficiales buscaban establecer una equivalencia con otros delitos penales y los acusados sabían que contar con detalle estas actividades no jugaba a su favor”, explica Fernández Galeano, con lo que muchas veces en los expedientes se intuye que el instructor era quien ofrecía los detalles. “El declarante era objeto de manoseos por todas las partes de su cuerpo” o “habían decidido bajarse los pantalones para culminar el placer homosexual”, son algunos extractos de los informes policiales.
Las sentencias podían absolver o condenar, y dependían del juez y de las circunstancias. El artículo cita que el juez en materia de peligrosidad social de Alicante era más severo que el de Valencia. En cualquier caso, “las sentencias promovían indirectamente los patrones de autorrepresión e internalización de la vergüenza”. Un ejemplo es un caso en el que la comisaría de Alcoy certificó que la conducta homosexual de un acusado no era conocida por el público, el forense lo calificó de “psicópata sexual” pero “con buena conciencia moral”; el procurador alegó que era una pobre “persona enferma”; y el juez lo absolvió por su discreción y aparente arrepentimiento.
Frente a esta visión mediatizada por los informes policiales y las sentencias, Fernández Galeano menciona el libro de Lluís Fernández L’anarquista nu, en el que se presenta el cruising en València durante los 70 como una actividad diurna, compartida y celebrada, descripción que choca con la documentación policial que la nombra como nocturna, sigilosa y oculta. Además, para ofrecer un relato lo más cercano a los hechos, el investigador de la Universitat de València también ha incorporado a su artículo los testimonios de personas homosexuales de los años 70 con las que se reunió en 2023 para contrastar y ofrecer una visión desde la experiencia.