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Ex reclusos revelan el fácil acceso a drogas en las cárceles valencianas: un mercado negro que burla las rejas

Ex reclusos revelan el fácil acceso a drogas en las cárceles valencianas: un mercado negro que burla las rejas
  • Los ex reclusos denuncian carencias en salud mental, asistencia psicológica y actividades de deshabituación.

‘Drogas en prisiones: Una exploración de su presencia desde la perspectiva de los reclusos’ es el título de una investigación universitaria que confirma el fácil acceso a las sustancias estupefacientes en las cárceles. El trabajo ha sido publicado en Revista Española de Drogodependencias y está firmado por Xavier Pons, profesor del Departamento de Psicología Social de la Universitat de València, y Alejandro Segura, criminólogo y técnico de Integración Social en el CIBE de Castellón.

Según esta investigación, la prisión es percibida por los ex reclusos como un lugar favorecedor del consumo de drogas, en el cual resulta fácil tanto conseguir las sustancias como consumirlas. Además, los entrevistados indican que conseguir drogas en prisión no es más difícil que hacerlo en la calle. La principal vía de entrada de drogas en la cárcel son los vis a vis con la pareja, aunque también se menciona a los presos que vuelven de permisos.

Para el trabajo se ha entrevistado a 22 ex reclusos con condenas de entre dos y 30 años en prisiones de la Comunidad Valenciana. Según los encuestados, el cannabis es la sustancia más consumida, seguida de la cocaína esnifada, la heroína y los medicamentos ansiolíticos.

Los resultados del trabajo revelan que los ex reclusos entrevistados en la investigación manifiestan disfuncionalidades en cuanto a la prevención y el control del consumo de sustancias en las prisiones, debido a la elevada disponibilidad de éstas en el medio carcelario. Los mismos ex reclusos señalan como insuficiente la respuesta que da la institución penitenciaria para abordar el problema del consumo de drogas en prisión.

De acuerdo con los datos del estudio de Segura y Pons, publicado en Revista Española de Drogodependencias, los entrevistados informan que el principal lugar de consumo es la celda, seguida por los baños y el patio.

Los autores del estudio afirman que el acceso a las drogas dentro de las prisiones tiene un profundo impacto en la vida cotidiana de los reclusos y en sus expectativas de reinserción en la sociedad. “Las dinámicas en prisión a menudo se ven influidas por la disponibilidad de drogas, lo que puede dar lugar a tensiones, conflictos y situaciones de riesgo. Además, las adicciones pueden obstaculizar el éxito de programas de capacitación laboral o de rehabilitación, esenciales para una reinserción social exitosa”, indican.

En el artículo se menciona que la investigación científica ha constatado la relación entre drogas y delincuencia. El consumo puede llevar a la comisión de delitos relacionados con la obtención de sustancias ilegales, además de que el uso de drogas puede afectar a las capacidades cognitivas, lo que puede dar lugar a comportamientos violentos. Asimismo, el consumo prolongado puede contribuir a la marginación, lo que aumenta la vulnerabilidad de los individuos ante la delincuencia. Pero la delincuencia también puede conducir al consumo de drogas, dado que el entorno delictivo puede exponer a los individuos a situaciones relacionadas con el tráfico y uso de sustancias y dado que la vida en delincuencia puede generar un tipo de estrés que lleva a algunos individuos a consumir drogas como forma de escape.

La Secretaría General de Instituciones Penitenciarias señaló en 2022 que el 75% de la población penitenciaria española había consumido alguna vez en su vida sustancias no institucionalizadas. El mismo informe refiere que sólo el 49% de la población penitenciaria que estaba en tratamiento por adicciones antes del ingreso continuó éste al entrar en prisión, y, de ellos, el 46% abandonó voluntariamente dicho tratamiento antes de recibir el alta médica. A este respecto, el estudio de Segura y Pons, señala que la muestra de ex reclusos entrevistada reconoce ciertas carencias del sistema penitenciario en cuestiones como el diagnóstico en salud mental y adicciones dentro de la prisión, la asistencia psicológica o psiquiátrica para los internos, el tratamiento que supere la simple prescripción de ansiolíticos, la participación en actividades de deshabituación o la misma existencia de estas actividades en la cárcel.

En cuanto a la participación de los reclusos en programas de deshabituación, es destacable que la mayoría de respuestas del estudio indican no haber participado en ellos. Teniendo en cuenta la alta incidencia del consumo, esto podría interpretarse como una carencia del sistema penitenciario.

Finalmente, es también destacable, entre los datos aportados por esta investigación, que los exr eclusos afirman que los servicios sanitarios de las prisiones dispensan fármacos ansiolíticos en una cantidad “mayor de la que sería necesaria”, lo cual ellos interpretan como una manera de mantener controlados a los internos, además de reconocer ellos mismos que también se fingen síntomas de ansiedad, para recoger más cantidad de ansiolíticos y trapichear con ellos dentro de la prisión.

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