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Surf Puçol: el referente de un deporte que ha llegado para quedarse

Surf Puçol: el referente de un deporte que ha llegado para quedarse
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    La temporada estival está a punto de finalizar en Surf Puçol: una pequeña escuela que, cada verano, atrae a decenas y decenas de personas dispuestas a descubrir las maravillas que brinda este deporte. Pero más allá de surfear olas, la filosofía del centro gira en torno a los valores de solidaridad, compañerismo y respeto por el mar. Este verano cumple cuatro años… Y aspira a convertirse en un referente del surf en este pedacito del Mediterráneo.

    La escuela Surf Puçol es ya un elemento imprescindible en el paisaje de la playa. Pequeñita, pero acogedora y llena de color, es el punto de encuentro de los —cada vez más— vecinos que han descubierto en el surf una manera divertida y respetuosa de disfrutar del mar mientras realizan ejercicio físico.

    Todo empezó hace cuatro años, cuando Daniel Blanch perdió su trabajo en el Ayuntamiento de València: «Con el choque emocional que supone que te despidan con tres nenes, decidí hacer lo que más me gustaba», recuerda el responsable de la escuela.

    Y de forma irremediable pensó en el surf: «Venía el verano, así que compré un par de tablas y, como mis hijos y yo estábamos siempre en el mar surfeando, eso generaba un ambiente súper chulo con otros nenes que se acercaban para que les enseñáramos».

    El boca a boca hizo el resto, hasta que Blanch decidió dar el salto y crear una pequeña escuela. Al principio, el único material que tenía era unas cuantas tablas, una libreta y una cuenta en Facebook. Pero la idea gustó y, cuando terminó la temporada estival, la anterior corporación municipal quiso dar un empujón al proyecto. Durante aquel invierno «nos informamos en todo lo relativo a los permisos, la capitanía marítima…».

    En definitiva, todo lo necesario para que, cuando llegara el verano de 2016, la escuela estuviera a punto. Y así fue. «Siempre ha sido súper pequeñita… Nuestro principal objetivo no es crecer sino dar un trato cercano a los clientes, convertirlos en nuestros amigos y contagiarles la pasión por el surf», asegura el responsable, que desde entonces ha experimentado un ritmo creciente en lo que a cantidad de alumnos se refiere.

    «Cada año la participación ha crecido en torno al 20%, pero este verano ha ocurrido algo extraño». Al parecer, Surf Puçol ha logrado consolidarse y expandirse hasta el punto de acoger más de cien alumnos durante los últimos tres meses. Algo que el responsable relaciona con la pandemia de Covid-19, dado que el mar es uno de los entornos con menor riesgo de contagio y, además, muchas familias han decidido no viajar este año.

    «Y algo de trabajo bien hecho también habrá…», bromea Blanch, que para minimizar los riesgos ha aplicado el protocolo de seguridad que marcaba la Federación Española de Surf a principios de verano, así como las recomendaciones de las autoridades sanitarias: lavado y desinfección de manos, toma de temperatura, no compartir material… «Y si un niño se encontraba mal un día, tenía que quedarse en casa».

    Con todo ello y algo de suerte, entre ola y ola han logrado también surfear la Covid-19 para disfrutar de un verano mágico, sin sustos. Y, por supuesto, velar por su cometido: hacer del surf una pasión cada vez más extendida en Puçol y sus alrededores.

    «El surf ha llegado para quedarse». Cuando descubrió esta afición hace tan solo siete años, Daniel Blanch no tenía un espacio reservado para hacerlo. «Muchas veces me tocaba discutir con bañistas o socorristas, pero a base de diálogo, comprensión y colaboración hemos ido logrando un pequeño reconocimiento». No habla de la playa de Puçol, sino de todo el litoral mediterráneo en general, donde el surf cada verano adquiere nuevos adeptos y se está convirtiendo en una práctica cada vez más habitual.

    El surf ha llegado para quedarse

    La escuela cuenta con una zona delimitada de 20 metros en Puçol, aunque en ocasiones los surfistas se han salido de ella debido a una corriente de viento o por la propia ola. «Nunca hemos tenido ningún accidente pero hemos podido crear sensación de incomodidad con algún bañista», reconoce el responsable, aunque nunca con ánimo de crear problemas.

    De hecho, reconocen haber ayudado en más de una ocasión a bañistas que habían quedado atrapadas por alguna corriente, no lograban salir del mar y estaban pidiendo auxilio. Concretamente, una media de entre cinco y seis personas cada verano, «entonces supongo que poco a poco se nos irá apreciando más», comenta Blanch, con la esperanza de que el surf continúe creciendo hasta que se dedique una playa a deportes acuáticos, «y las otras cuatro al baño libre».

    La temporada estival de 2020 está a punto de finalizar y, con ella, los cursos en la escuela Surf Puçol, que está sujeta al plan de verano junto con el servicio de salvamento y socorrismo, los chiringuitos, las actividades deportivas y el resto de servicios que se ofrecen en la playa desde San Juan hasta septiembre.

    Pero no acaba ahí, y es que Daniel y el resto de monitores intentan mantener el contacto a través de grupos de WhatsApp y redes sociales durante el invierno «con todas las personas a las que les ha apasionado este deporte». Realizan actividades, envían información relativa al surf y, en definitiva, esperan con muchas ganas la llegada de junio.

    «Cuando llega el verano es como una metamorfosis… Mi cerebro dice: ¡empezamos!, y comienzo a recopilar maderas de otros años, palets, troncos que el mar saca…». Todo ello para montar de nuevo su propia caseta orgánica, eso sí, con la ayuda de monitores y alumnos habituales que «han crecido y se sienten partícipes… Lo consideran como algo suyo».

    Arte, deporte y muchos valores

    Cada año se hace de una manera distinta y, como guinda del pastel, se decora con un diseño creado por los propios alumnos de la escuela. «Hacemos concursos para que ellos aporten el dibujo final y luego lo convertimos en mural». Este año, una furgoneta hippie «súper chula con colores chillones… No sé cuántas personas se han hecho selfies y fotos con ella», bromea Daniel Blanch, orgulloso de ver cómo su pequeño aposento es ya un referente del decorado de la playa de Puçol.

    Más allá del surf y el dibujo, los alumnos que pasan el verano en la escuela realizan un sinfín de actividades diferentes: paddle surf, talleres artísticos, juegos en la arena e, incluso, clases de rescate y primeros auxilios, «lo cual me parece súper útil para los peques por si algún día tienen algún problema, puedan saber cómo actuar».

    En definitiva, un curso de lo más completo que además intenta «inculcar valores de solidaridad, deportividad, respeto hacia el medio ambiente…». Una filosofía surfista en la que, por encima de todo, los jóvenes hacen nuevas amistades y lo pasan en grande, ayudándose siempre unos a otros.

    Incluso en los pequeños concursos que organizan: «Lo más bonito es que no buscan ganarse unos a otros; cada uno quiere surfear su ola a su estilo… Eso es lo que más me gusta del surf: estás en la misma playa pero no eres rival, sino compañero».

    Daniel disfruta viendo cómo, además de sus alumnos y clientes que contratan tablas para hacer surf por libre, hay cada vez más personas practicando esta y otras actividades acuáticas en la playa de Puçol. «Me encantaría que muchísima gente amara este deporte», asegura, destacando la sensación de libertad y conexión con la naturaleza «tan maravillosa, que me hace sentir vivo y feliz».

    Él mismo se inició en el mundillo el día que nació su primer hijo. Una decisión trascendental en su vida para quitarse esa espinita que siempre tuvo. Y «cabezón cabezón»… Aprendió a coger olas él solo. Desde entonces ha surfeado en muchos lugares: desde los mares bravos del Atlántico hasta este pedacito del Mediterráneo. Y aunque nunca ha competido, sus tres hijos están empezando a despuntar.

    Vivir de sus pasiones

    «El surf te da mucho más de lo que tú le das a él», insiste Daniel, que aspira a ver cómo su escuela se convierte en un referente de este deporte a nivel local y, a ser posible, poder vivir de él algún día. «No es suficiente de momento», explica, pues durante el invierno se dedica a la cerámica con especialidad en torno de alfarero: «Considero que soy un artista, imparto clases de torno, hago alguna exposición, vendo alguna pieza…».

    Una forma de compaginar sus dos pasiones para sobrevivir. «El secreto para mí es dedicarte a lo que te gusta, como en mi caso: trabajar es lo más chulo que me pasa», entrando así en un círculo interesante en el que su vía de ingresos es, a la vez, su mayor afición: «Siempre motivo a mis alumnos a descubrir su pasión para que en un futuro puedan darle vueltas y encuentren la manera de vivir de ello».

    De momento, Daniel Blanch, sus alumnos y el resto de monitores de Surf Puçol intentan exprimir al máximo las últimas horas de sol que le quedan al verano. Después no les quedará otra que despedirse y esperar con ganas e ilusión al siguiente para volver a surfear, sentirse en pleno contacto con el mar y, por supuesto, disfrutar de las grandes amistades que han encontrado en esta escuela. «Nos gustaría seguir así para siempre».

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