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Los últimos "enceseros" y la fascinación de pescar colgados del acantilado

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    "Nits de tinta", la magnífica exposición en la que el fotógrafo Jake Abbot retrata el patrimonio de "les pesqueres de cingle" y pone cara a los valientes que se descolgaban por los acantilados y pasaban las noches pescando en salientes y sobre cañizos, ha llegado por fin al Poble Nou de Benitatxell, la cuna de los "encesers" (nombre con el que se conoce a estos pescadores). La muestra, que está en Espai Molí del Poble Nou de Benitatxell, se inauguró el viernes. Jake Abbot agradeció a los "encesers" y a sus mujeres que les abrieran las puertas de sus casas y los guiaran por esas sendas que dibujan vías inverosímiles en los acantilados del Poble Nou y de Xàbia, el territorio de "les pesqueres". En "Nits de tinta" han participado, además de Abbot, el también fotógrafo Jean Fleche, Pepe Sopa y Felipe Escolano. Abbot pidió, además, que los ayuntamientos se involucrarán para poder editar un libro y realizar el documental, del que ya se vió un tráiler en la presentación. En la inauguración, también intervinieron el técnico de Cultura, Quico Llobell, y Miquel Almenara y Toni Barber, autores de "Nits i peixos en les pesqueres de cingle", un rigurosísimo estudio sobre esta modalidad tradicional de pesca que, además, cartografía todas las sendas y "pesqueres" de los acantilados.

    Pero los auténticos protagonistas de la inauguración fueron los últimos "encesers". Joaquim Pastor, Ambrosio Bolufer, Pepe García y Vicente Bolufer, todos vecinos del Poble Nou de Benitatxell, posaron ante los retratos que les hizo Abbot. En sus rostros se adivina ese espíritu intrépido que les empujó a explorar caminos imposibles en una costa inhóspita y salvaje. Los "encesers" coincidieron en la "fascinación" de la pesquera y en la atracción por el vértigo y la aventura. Comparten la pulsión de grandes exploradores como Edmund Hillary, el primer montañero que conquistó el Everest. Los "encesers", que eran agricultores que pasaban muchas noches (las más frías de enero y febrero, que es cuando el mar está más en calma) colgados del acantilado, también se enfrentaban a una frontera que se creía vedada para el ser humano. En muchos casos, eso sí, lo hacían por supervivencia, para lograr con la pesca unos ingresos extra.

    Los "encesers" eran arquitectos (creaban habitáculos en oquedades de los acantilados), pescadores y escaladores. Trepaban con ligereza por los precipicios, en los que colocaban cuerdas, escaleras de madera y labraban en la roca viva pequeños peldaños y asideros. Sólo ellos han penetrado el espíritu de un litoral de belleza extrema y agreste.

    En la inauguración, rememoraron episodios angustiosos. "Les Pesqueres" se cobraron vidas. Estos "encesers" recordaban vivamente cómo uno de ellos se precipitó por el acantilado y se salvó gracias a un pequeño "margalló". "Me salvó la vida. Luego, cada vez que bajaba a la pesquera, lo veía crecer con fuerza", relató Vicente Bolufer, el protagonista de este apuradísimo trance. Otro "enceser" explicó que a un compañero le estalló en la cara el carburo (se utilizaban para atraer a los peces por las noches). No sufrió heridas graves, pero el fogonazó lo cegó. Era imposible escapar a tientas del acantilado. Hacen falta todos los sentidos. Tuvo que esperar durante muchas horas a que otros pescadores bajaran a las "pesqueres".

    El título de la muestra, "Nits de tinta", tiene su explicación. Los "encesers" atrapaban sobre todo sepias y calamares. Cuando trepaban con las capturas acantilado arriba, la tinta les manchaba las piernas. Llegaban ennegrecidos a casa. La pasión de estos vecinos por la pesca era tan grande que uno de ellos, Pepe García, viajó incluso a Senegal. Allí descubrió una pesca más exótica, pero nada como el riesgo y la aventura de los acantilados. El proyecto de Jake Abbot y sus colaboradores no termina con esta exposición de fotografías. Este patrimonio es único en la Marina Alta. "Nits de tinta" quiere convertirse en libro y documental.

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