Jabón lagarto
¡Otra vez elecciones!. Sin tiempo ni para respirar y enlazadas con las autonómicas y municipales, a finales de Diciembre nos toca volver a votar (o no) para elegir al gobierno central. Codazos para entrar en las listas, las mejores sonrisas del universo, las poses forzadas, la lengua quieta y a mesurar las palabras para no significarse demasiado. Todo con un fin, conseguir el acta que puede significar un cambio en la política estatal, o mantenerla, todos para medrar cuatro años más.
Con la maquinaria en marcha y la cohorte de gregarios, cual equipo ciclista en el Tour, intentan convencernos de lo que harán, de lo que derogarán y de lo que pasará si les votamos, como vulgares aprendices de Sandro Rey, futurólogos sin más ideología que la poltrona, el salario público y las dietas. Vulgares aprendices de Merlín engañados por sus propios palmeros con el fin de engañarnos a nosotros para poder conseguir sus objetivos.
Pero los votantes no somos tontos, ya sabemos de que va esto y tenemos claro que la opción esta vez va a pasar por superar la prueba del jabón lagarto, es decir, han de llegar limpios y brillantes, sin cargas ni mochilas, con las manos abiertas y dialogantes, sin complejos ni prejuicios o el desastre será estrepitoso. Para todos. Para los que están y para los que quieran estar. Y para todos los enchufados que aspiran a crecer a la sombra de una cara bonita o de una consigna vacía.
Tengo confianza en las personas y sé que no nos vamos a equivocar, que esta vez toca "galopar, hasta enterrarlos en el mar" y que, a partir del mes de Enero ya nada volverá a ser igual porque habremos dejado atrás una pesadilla que lleva años repitiéndose en ciclos de cuatro. Ya saben, jabón lagarto.