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La odisea de volver a València desde la capital en pleno temporal de nieve

La odisea de volver a València desde la capital en pleno temporal de nieve
  • Sorprende la ausencia de controles policiales tanto para salir como para entrar a la Comunitat Valenciana, a pesar del cierre perimetral actual

Si el 2020 nos había puesto a prueba por sus inesperados contratiempos, parece que el inicio del 2021 no se queda lejos.

Tan solo siete días habían trascurrido del 2021 cuando una borrasca con un nombre peculiar, Filomena, llegó a España para volver a ponernos al límite.

Quien escribe este artículo, un servidor, ha sufrido también las consecuencias de este temporal de nieve histórico y casi inédito para una inmensa mayoría.

El día 7 de enero, coincidiendo con el inicio de los efectos de Filomena, un motivo justificado hacía que emprendiera el camino a Madrid por carretera. Sí, Madrid, justo la ciudad donde mayores y más duros efectos ha causado el temporal de nieve, pero es lo que tienen los vuelos internacionales desde la capital de España.

A escasos kilómetros de València ya nos encontrábamos con la presencia de nieve, que nos acompañó sin interrupción hasta prácticamente la vuelta a casa.

Conforme transcurrían los kilómetros peor semblante iba cogiendo la carretera, donde se apreciaban grandes zonas de nieve y de hielo en el arcén y en las zonas laterales.

Cierto es que, hasta el momento, las vías se encontraban en buen estado y era suficiente con la habitual concentración al volante, nada fuera de lo común para cómo pintaba el temporal.

Eso hasta ese concreto momento, porque poco a poco y a pesar de ser por la mañana, el aspecto del cielo y de la niebla nos hacía pensar que llevábamos horas conduciendo como si nuestro destino fuera Galicia en vez de Madrid.

Por cierto, sin rastro de ni un solo control policial a la salida del territorio valenciano, teniendo en cuenta que la Comunitat Valenciana se encuentra perimetralmente cerrada y las autoridades, en teoría, controlan quién entra y quién sale por la desfavorable evolución de la pandemia del Coronavirus.

Con la nieve como fiel compañera de viaje hasta la capital, no hubo contratiempos relevantes, aunque sí la sorpresa de pisar el suelo del centro de Madrid y ver que la nieve seguía y que todas las calles estaban repletas de un color blanco con el que apetecía de todo menos bajarse del coche con la calefacción.

Aunque ese leve pensamiento de que llegaríamos a las calles más céntricas de Madrid sin nieve ya se había diluido, la realidad era que los copos iban siendo cada vez más grande, el frío más intenso y las previsiones poco alentadoras en las horas siguientes.

Su parte bonita también estaba, vivir desde dentro una nevada histórica tiene su punto para el recuerdo y para la galería de fotos del móvil.

Segundo día de aventura

Hasta aquí la normalidad reinaba en el viaje, aunque todo se complicaba tras una bonita despedida en el aeropuerto en las primeras horas del día 8 y tener que encarar una vuelta a València solo y con los efectos de Filomena en pleno apogeo.

A primera hora de la mañana en el móvil solo entraban llamadas para valorar si podía volver o no y las páginas oficiales para conocer en tiempo real el estado de las carreteras. Avisado estaba de cómo se iba a poner todo, pero el viaje era necesario.

Esperar un día y una noche más en la capital hubiera sido una de las opciones viables, de no ser porque las previsiones meteorológicas indicaban que eso sería lo peor sabiendo que justo a partir del mediodía del 8 de enero y los días siguientes la nieve iba a dejarlo todo impracticable.

Sin estar muy convencido, la decisión fue salir alrededor de las 11 de la mañana, aunque entraba dentro de las posibilidades reales que Filomena me obligara a desviarme en alguno de los pueblos cercanos a la carretera A3 y esperar a que amainara.

La nieve lo dificulta todo, aunque el hielo era la mayor preocupación al volante.

Encontré varios tramos largos de hielo y nieve acumulada, tanto que bastantes kilómetros tocó hacerlos en fila de uno y a un máximo de 60 kilómetros por hora. El carril de la izquierda no existía en muchas zonas, estaba totalmente tapado por la nieve y adelantar por él era casi como entrar en zona de patinaje.

En este viaje de vuelta no tenía copiloto, aunque sí el acompañamiento de la nieve incesante en todo momento, hasta prácticamente unos 60 kilómetros de València.

A pesar de los tramos de dificultades por la nieve y el hielo, las cadenas no fueron necesarias, la precaución, la baja velocidad y las distancias con los demás vehículos hacían que la conducción no fuera del todo extrema. Incluso en ciertos tramos el ir solo por la A3 me permitió disfrutar, en cierta manera, de conducir.

Aunque los trabajadores de las gasolineras no daban crédito al decir que venía de Madrid e iba a València por la complejidad del estado de las carreteras, el no necesitar las cadenas y la nula presencia policial me tranquilizaba para seguir sin problemas. Eso suponía que la cosa no empeoraba y que llegaría a destino.

Entro en la Comunitat Valenciana y a unos 60 kilómetros de la capital valenciana deja de acompañarme la nieve, que da paso a una intensa lluvia que disminuye mi preocupación al volante porque a esto sí estamos acostumbrados en esta zona.

Por cierto, sin rastro de un solo control tampoco a la vuelta de Madrid, entré en la Comunitat sin ningún control policial que me pidiera el motivo justificado y argumentado de mi viaje. Pase quien quiera, pensé.

La odisea del temporal de nieve y hielo traído por Filomena me dejó una experiencia interesante al volante, tanto en Madrid como en la carretera, además de comprobar que a pesar de que nos insisten en que la Comunitat Valenciana permanece cerrada perimetralmente los controles policiales brillan por su ausencia.

Eso sí, a toro pasado y ya en territorio valenciano me queda comprobado que si llego a esperar dos horas más en salir de la capital de España, hoy no podría estar escribiendo esto y muy probablemente mi vuelta se hubiera pospuesto como mínimo hasta mañana o pasado.

Cierto es que parece que con el paso de Filomena la pandemia del Coronavirus ha quedado como en un segundo plazo, justo cuando nos encontramos en uno de los peores momentos desde que irrumpió en nuestras vidas.

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