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Vicente Traver Calzada: “Yo aún soy de los románticos que creen que el arte lo has de hacer tú y sufrir tú”

Vicente Traver Calzada: “Yo aún soy de los románticos que creen que el arte lo has de hacer tú y sufrir tú”
  • El reconocido pintor burrianense habla de su gran trayectoria y de la relación que tiene con su ciudad natal: “Burriana y yo tenemos un amor como esas parejas que se quieren mucho, pero no se lo demuestran”

Vicente Traver Calzada es un gran pintor nacido en Burriana. Con una gran trayectoria, la Diputación de Castellón ha decidido reconocer su trabajo otorgándole la Alta Distinción de la Provincia de Castellón Día de la Provincia 2024 que se celebrará el próximo 27 de septiembre. 

El artista ha dedicado varios años de su vida a grandes obras como los retablos del altar mayor para la Concatedral de Castellón o a los murales que ennoblecen el hall del Palacio Provincial. Además, ha realizado obras y ha expuesto por todo el mundo. Recientemente, en Burriana se le ha homenajeado con la exposición ‘Pintura’, donde mostró su trabajo más personal. 

Reconoce que quiere mucho a su tierra y a su gente, pero que ahí no está su público. Sin embargo, se siente muy contento por los últimos trabajos que ha realizado para la Basílica de El Salvador y por la exposición que pudo realizar. En este encuentro, Traver Calzada nos muestra su parte más personal y profesional, sus gustos a la hora de trabajar y sus sentimientos y sueños hacia su ciudad.

¿Cómo se organiza a la hora de realizar sus obras?

La verdad es que no me acabo de organizar. Si uno sabe exactamente lo que quiere, el método que ha de usar y el resultado que obtendrá haciendo cada cosa, ¿dónde está la aventura del arte? Normalmente, prefiero lanzarme y ver qué pasa, pero eso solo lo puedo hacer en cuadros pequeños.

Cuando trabajas en una obra de cierta importancia y su elaboración dura mucho tiempo, la cosa cambia. Por ejemplo, los últimos 15 años los he pasado trabajando para la Concatedral de Castellón. Pero, en general, lo que me tienta de pronto, lo pinto, después lo abandono, otro día lo veo y vuelvo con ello, luego no me convence y acaba en la basura, me viene otra cosa a la cabeza y empiezo con ella, etc. Pero es que me gusta estar en ese caos, porque ahí me siento vivo.  

¿Cuál es el proceso de elaboración que sigue en sus grandes encargos?

En ese tipo de obras sí hay que ir paso por paso y han de tener cierta planificación. Por ejemplo, mi idea para el mural de la Diputación era plasmar la esencia de la provincia de Castellón, ya que la Diputación es su casa. Quería que, solamente con mirarlo, se pudiesen descubrir las cosas más importantes de Castellón, las posibilidades que ofrece, las fiestas, tradiciones, cultura, personajes, belleza natural, etc. Y todo eso fundido, como ocurre en nuestra mente. Entonces, con la idea en la cabeza, empecé imaginando, luego dibujando y probando hasta que quedó un boceto tal y como quería. Este mural fue un gran reto, entre los bocetos y pintar, tardé 10 años en terminarlo.

Por otro lado, la planificación en los cuadros de la Concatedral fue distinta. En este caso, el tema estaba marcado, la obra tenía que estar dedicada a la Asunción de la Virgen María y no tenía tanta libertad. Lo primero que hice fue ir a ver el espacio, porque te condiciona el tamaño de las paredes o la luz que entra por las vidrieras. Tenía que pensar bien la técnica, ya que vi como la luz incidía directamente en la zona donde iban las obras y era muy importante que los cuadros no brillaran. Por tanto, decidí utilizar una técnica mixta de óleo mezclado con yema de huevo que se llama temple, difícil pero magnífica en cuanto a colorido, luminosidad y belleza. 

El siguiente paso era planificar los cuadros que se iban a exponer a varios metros de altura, por lo que las figuras tenían que diferenciarse bien, sin ambigüedades. Además, a la hora de hacer los bocetos tenía que tener en cuenta que los retablos siguieran una coherencia entre ellos. Las ideas no podían ser confusas, en este tipo de proyectos hay que ser rotundo y claro.

Esta obra exigía planificación, adaptarme a un tema muy concreto impuesto por la autoridad eclesiástica y asumir ciertas críticas por parte del obispado. Pero cuando salgo de estas pautas concretas y de la organización de los grandes encargos, no puedes imaginar a una persona más caótica. 


¿Qué es lo que más le cuesta a la hora de ejecutar sus obras?

Lo que menos me cuesta, sin duda, es imaginar. Tengo papel y lápiz por todos lados y todo lo que me viene a la cabeza lo dibujo. Las cosas que veo o las noticias que escucho en la radio me inspiran y me afectan. Solo de escuchar y ver, instintivamente, empiezo a imaginar, me vienen las ideas y las anoto en algún papel o libreta. Me pasa constantemente.  

Luego, lo que más me cuesta es ejecutar esas ideas, pasarlas al cuadro. Hacer la obra cuesta, pero mientras la estás haciendo, te pide cosas y ese proceso de ir cambiando la idea original y adaptarte a lo que el cuadro te pide también es creativo, por eso prefiero trabajarlos y pintar yo mismo mis ideas. 

Recientemente ha pintado dos retablos en honor a dos mártires de Burriana para la Basílica del Salvador. ¿Esta es la primera obra pública que realiza para la ciudad?

No, no es la primera. Mi primera obra pública para Burriana fue hace muchos años, en el convento de la Mercè. Allí hice un mural para una organización que se llamaba OJE, que en aquel momento era cosa de la Falange. Yo tenía 16 años y pinté toda una pared gratuitamente. Cuando se remodeló el espacio, lo picaron y actualmente ya no está.

Después, otras obras de cierta importancia que he hecho para Burriana son un cuadro que está en el salón de actos del Ayuntamiento y una escultura que estaba delante del Teatro Payà, compuesta por dos grandes figuras desnudas luchando. Estuvo allí durante muchos años y un día desapareció, yo no sé dónde está, la quitaron y no se supo más de ella. Además, también he realizado el busto del Cardenal Tarancón en bronce, el busto de Martí de Viciana y una escultura en bronce del “Obispo Carallarga” que está en un despacho del Ayuntamiento de Burriana. La Caja Rural también me ha encargado y comprado una serie de cuadros, uno de ellos es el de un gran carro que está en sus salas. 

Por último, las dos pinturas para el Salvador sobre los mártires. Cuando entré en la basílica para poner los cuadros pensé cuánto me gustaría poder llenar esa basílica de obras, representar y pintar la historia de Burriana por todas las capillas, pero no depende de mí.

¿Por qué cree que ha pasado tanto tiempo sin realizar obras en Burriana?

En Burriana, aunque no me hayan pedido tantas cosas como en Castellón, también me han tratado bien. Sobre todo en el pasado, cuando pude hacer varias obras, ahora me han pedido lo de los mártires y he inaugurado una exposición en la casa de la cultura. Sin embargo, creo que mi público está en Castellón, en Burriana estoy, pero no se me hace demasiado caso. 

Quiero mucho a mi tierra y a su gente, pero aquí no tengo demasiado éxito ni clientela. Quizás si mi pintura fuese distinta aquí funcionaría mejor, pero es muy personal, incluso diría que es dura, y la gente prefiere otras cosas. La verdad es que lo respeto, pero me duele un poco. En el pasado ha habido algunas obras o encargos que recibí, como un monumento al cardenal Tarancón que, después de hacer todos los bocetos, nunca más supe nada y de repente, un día vi delante de las piscinas la escultura plantada.

Mi carrera empezó aquí, en Burriana, y por eso me duele un poco que ya no se me tenga tanto en cuenta. Además, no lo digo por vanidad, sino como curiosidad: la escuela de arte fue una propuesta mía. Cuando se lo propuse al alcalde, me dijeron que no había dinero y yo me ofrecí a trabajar gratis como profesor. El Ayuntamiento nos proporcionó un local y así estuvimos durante cuatro años, mi mujer y yo, trabajando allí. El Conservatorio de música también nació en mi casa y colaboré en su creación, al igual que muchas otras cosas. Incluso, en ocasiones, he aportado dinero de mi bolsillo. Siempre me ha gustado colaborar y después de todo me doy cuenta de que eso ya no lo sabe nadie y siento que esa vinculación que siempre he tenido con Burriana se ha olvidado y me duele un poco por el cariño que le tengo a mi ciudad. Burriana y yo tenemos un amor como esas parejas que se quieren mucho, pero no se lo demuestran y es una pena. Pero en fin, mi vanidad como pintor de cosas importantes está más que satisfecha con las obras que he realizado hasta ahora.

¿Qué sientes al volver a crear para tu ciudad?

Una gran alegría. Me gustó mucho ver en la Basílica algo mío y me gustaría pintar más cosas en esas paredes. Cuando me hicieron este encargo, me hizo mucha ilusión. Estuve leyendo e investigando la vida de los dos mártires para transmitir su historia de la mejor forma. Son dos cuadros románticos porque representan el asesinato de unas personas con una historia que impresiona. Esos monjes eran de Burriana y vinieron aquí buscando refugio y no les acogieron. Se tuvieron que esconder en una casa de otra localidad donde los cogieron y los mataron, el mismo día en el mismo sitio. Este encargo me llegó en tiempos de pandemia y la historia de estos hombres me emocionó, por ello los pinté con una sensación de opresión, intentando empatizar con ellos y plasmar lo que sintieron en esos momentos. 


La Diputación de Castellón le hará entrega de la Alta Distinción de la Provincia de Castellón. ¿Qué significa para usted recibir este reconocimiento?

Para mí fue un asombro. Cuando la presidenta lo anunció en la presentación del libro ‘El Retablo del Altar Mayor de la Concatedral de Castellón’, yo dije: “¿pero vosotros lo habéis pensado bien?”. No me lo creía, yo solamente pinto, no soy ni un intelectual ni un político, pero me dijeron que sí, que lo tenían claro, porque había conseguido captar la esencia de la provincia en mi obra. Se ve que en mi trabajo se nota ese amor que siento por mi tierra. Es muy bonito recibir este tipo de reconocimientos, aunque yo soy más persona de trabajo que de reconocimientos. 

¿Cómo definiría su estilo?

No sigo ningún estilo. Muchas veces me dicen que mis cuadros se reconocen, entonces yo me pregunto el porqué y me extraña mucho, porque no tengo ningún estilo concreto. Por ejemplo, cuando ves un cuadro de Picasso o uno del Greco sabes que son suyos, porque tienen una personalidad marcada que repetían en sus obras. Yo no, cada cuadro mío es diferente, de hecho, a veces cojo una fotografía y simplemente la copio y aún así reconocen que es mío. Me dicen que tengo una pintura mía y yo les digo que me expliquen cuál es porque yo no lo sé. 

¿Cuál diría que es su pintor de referencia?

Mi maestro es Ramón Catalá, un magnífico pintor de Castellón, pero siempre he tenido tres o cuatro pintores de referencia, intocables para mí, aunque cada día descubro pintores nuevos. Desde que estoy en la Escuela de Bellas Artes, sigo a Rembrandt y Velázquez y me gusta mucho la pintura impresionista porque, aunque fuesen torpes pintando, técnicamente hablando, salían al aire libre y eran capaces de captar la vida. Van Gogh, Monet y Manet se dejaban impresionar por cosas vulgares y lo hacían con pasión, saliéndose de lo que se solía pintar. 

Pero las novedades y las nuevas tendencias no las sigo, no me terminan de gustar. Sin embargo, si viajo hasta Italia, descubro el enorme valor de las obras que hay allí, las maravillas antiguas que hay pintadas. Es más, veo las pinturas de Altamira o las esculturas egipcias y pienso: eso es un arte magnífico. Con esas obras antiguas ya lo han dicho todo y cómo está ahí y se ve como antiguo, ahora intentan innovar, ser el más original y meterse en el marketing. Eso para un pintor joven que acaba de empezar queda bien, han de hacerse hueco, pero para un pintor maduro como yo, no lo veo.

¿Cómo entró en el mundo del arte? ¿A qué se debe esta vocación?

Nací en una casa que era un taller de pintura, llena de pinceles, barnices y cubos porque mi padre era pintor de paredes. A mí me gustaba jugar con todo eso y siempre estaba pintando y además mi padre me alentaba. Total, que desde niño siempre he estado pintando y nunca se me ha ocurrido pensar que podía ser otra cosa, excepto una pequeña temporada que le di a la guitarra eléctrica. Formamos un grupo y estuvimos tocando un par de años, pero, excepto esta locura, pintar siempre ha sido mi vocación.

Además, me gusta mucho formarme y aprender, estudié Bellas Artes, me dieron el Premio Nacional por mi rendimiento, la Cruz del Mérito, y con el título en el bolsillo, me volví a matricular desde el primer curso de Bellas Artes pero en escultura, porque no me sentía preparado. Y cuando terminé las dos carreras, me fui con una beca a Italia a estudiar los murales y los frescos y a París a estudiar pintura en sus museos.

No me considero un pintor como los demás, no soy ni mejor ni peor, pero mi forma de trabajar es diferente. Cuando hablo con algunos compañeros de profesión me dicen que por qué no tengo un marchante que me compre y venda las obras, que me haga exponer en grandes sitios y ganar mucho dinero; y es que a mí todo eso no me interesa, incluso me asusta un poco. Mi objetivo es pintar lo que siento, según las épocas. Durante la pandemia, acusé la tristeza; en tiempos duros, la dureza de la vida; cuando he estado contento, mi pintura ha sido más optimista y cuando no estoy tan contento, más pesimista, etc. Y para mí eso es todo lo que me interesa, lo demás es marketing.

¿Qué le gustaría hacer que todavía no ha hecho?

Pintar más, pintar para Burriana, llenar las paredes de la Basílica del Salvador con la historia de la ciudad, sus poetas y grandes escritores, hacer una alegoría de Burriana, aunque, por otro lado, me duele pensar que si pinto la historia de la ciudad y a la gente nueva que viene aquí a vivir no le importa, al final nuestra identidad se irá perdiendo.

Ahora, me encantaría hacer algo por Burriana. Hay personas muy buenas en lo suyo que fuera de aquí se les ha apoyado, pero en Burriana no han recibido nada. Grandes escritores, poetas, fotógrafos, músicos, tradiciones, etc. Me gustaría poder colaborar con más gente para poder exaltar esta esencia, sacar todo lo que queda de esa Burriana que se nos está escapando de las manos. 

Creo que si dejásemos una obra sólida o un museo lleno de cosas de Burriana, de sus personajes, de pinturas que representen lo que ha vivido la ciudad y lo que somos, tanto antes como ahora, porque ahora también hay gente muy buena. Me gustaría colaborar en ello, formar parte de un renacimiento de Burriana, que se editen libros, periódicos, que haya una orquesta burrianense, revivir la ciudad y dejar huella de lo ya vivido y lo que vendrá. Yo solo puedo desde la pintura, pero me encantaría poder aportar mi granito en hacer una Burriana potente culturalmente hablando. 

Soy consciente de que lo viejo se va quedando atrás y lo nuevo ha de triunfar sobre lo viejo, pero nuestra historia es tan bonita y hemos tenido a gente tan importante, que me gustaría dejarlo representado. En 1919 aquí habían teatros y grupos de teatro, un banco de Burriana editando monedas, de hecho se hizo una peseta con la cara de Viciana, escritores muy buenos como Echevarría, Batistet 'el bessó' o Calzada, Norberto Mesado, un arqueólogo que pinta y escribe maravillas, su hermano, un violinista muy importante en Alemania, hubo también un conservatorio de música, cines, tres periódicos, uno de ellos impreso por la escuela Cervantes, una orquesta de niños, una revista científica muy buena, ‘La Grillera’, y muchas cosas más. Para mí todo eso tiene mucho valor y es historia de Burriana que muy poca gente conoce y recuerda.


¿En qué está trabajando actualmente?

Estoy trabajando en el boceto de la capilla de la comunión de la Concatedral de Castellón. Si me lanzo, con ello acabaría mi vida como pintor porque es un proyecto muy grande, estaré con él casi 10 años y no me quedará tiempo. Eso sería acabar a lo grande. 

¿Alguna vez se ha negado a realizar alguna obra? ¿Por qué? 

Algunos encargos que me han hecho no iban con mi forma de ser y de pintar y les he tenido que decir que no. Yo no pinto para vender y para gustar, no es mi objetivo. Por ejemplo, una vez, vino un decorador conocido, me describió una habitación que iba a decorar y me pidió un cuadro rojo que combinara y armonizara con el resto de elementos. Le dije que no, eso no va conmigo, no pinto pensando en el público ni en galerías ni en nada, sino sobre cómo me siento y cómo me relaciono con las cosas que tengo próximas, sobre todo, a partir de la pandemia. Desde entonces no salgo de casa y eso ha hecho que me limite a pintar mi entorno, mis libros, mi jardín, las noticias que oigo, etc. 

En otra ocasión la Generalitat me encargó un retrato de la familia real de cuando nos visitó el Papa. Me dieron varias fotografías de ese día y yo las combiné. El cuadro era muy grande, aparecía toda la familia junto al Papa y se expuso en el salón dorado de la Generalitat. Era una sorpresa y cuando vino la reina Sofía se lo enseñaron. Más tarde, con el cambio de gobierno y los problemas en la Casa Real, quitaron el cuadro y ya no sé qué hicieron con él. Me habría gustado transformarlo en otra obra, pintar encima y hacer algo creativo, pero no me lo devolvieron y yo tampoco dije nada, así que, indirectamente, renuncié a él.

¿En algún momento se le han solapado varios proyectos grandes?

Sí, y a veces he tenido que renunciar a cosas, como a pintar unos murales en el Paraninfo de la UJI. Aquello lo tenía que haber pintado yo, pero tuve que aplazarlo y un aplazamiento muchas veces significa que se te pasa la oportunidad. Otra oportunidad que también se me solapó y perdí fue decorar el aeropuerto de Castellón.

Yo lo quisiera hacer todo, pero soy de estos pintores, que no tienen ni alumnos, ni marchantes, ni operarios ni ayudantes, ni nadie que me ayude. Hoy en día se trabaja así, tú das una idea y ellos te la hacen  una idea y ellos te la hacen. A mí me da un poco de risa eso, pero sé que es así y lo respeto. Yo aún soy de los románticos en eso, creo que el arte es una cosa muy personal y que te la tienes que hacer tú y te la tienes que vivir tú y te la tienes que sufrir tú. 

 


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