Se fue Ramón Usó, el perfil más heterogéneo y humano que ha conocido Burriana
Fotógrafo, químico, aficionado a las motos y al baloncesto gracias a su hijo, apasionado de la vida, de grandes ideas y de corazón aún más enorme, padre y amigo entregado… todo un reportaje nos llevaría describir a Ramón Usó, por sus múltiples facetas pero, sobre todo, por su gran calidad humana. Reconocido fotógrafo con premios nacionales, Ramón deja un vacío muy grande entre quienes han tenido la suerte de conocerlo.
Este vecino de Burriana falleció repentinamente hace unos días con 55 años. Deja a un hijo de 14 años, por quien sentía admiración, y a mucha gente a la que llenó de alegría durante su vida. Porque sus seres queridos así lo escriben, como una persona que llenaba los corazones de quienes le rodeaban y por eso era tan querido. “Ramón era luz, una persona que vivía para los demás y lleno de ideas”, nos cuenta su pareja, Gemma Gil.
Fotografía y calidad humana
Ramón estudió fotografía, hizo un Master EFTI en Madrid, la escuela de donde han salido los grandes fotógrafos internacionales y gran parte de su vida profesional se ha dedicado a este campo: hizo fotografía para revistas de motos, de autor, retratos, culturales… Era miembro de la Federación Española de Profesionales de la Fotografía y de la Imagen (FEPFI), de la Asociación de Fotógrafos Profesionales de Valencia (AFPV) y de la Federation of European Professional Photographers (FEP).
También hizo fotografía de moda, por ejemplo, para la marca de ropa de su pareja Gemma, Pelirroja Moda Infantil. Ella nos ha contado que fue precisamente la fotografía lo que hizo que sus caminos se cruzaran ya que se conocieron durante una exposición fotográfica de Ramón, en Burriana, y Gemma fue la protagonista de uno de sus retratos en dicha muestra.
Nada se le resistía al objetivo, todo era digno de admiración para Ramón y así lo reflejó en sus innumerables viajes por todo el mundo desde Cuba, pasando por Rusia, Israel, Estambul, o Holanda… Durante quince años, viajó junto a su compañero y amigo Joan Garí, reconocido escritor de origen burrianense, que también nos ha querido dar su testimonio:
“Para mi Ramón fue un compañero de viajes pero también un compañero de vida. Era divertido, buena persona, inteligente, trabajador… ¡Lo tenía todo! Y, sobre todo, ganas de vivir tremendas. Se pasaba el día haciendo fotos porque le fascinaba el mundo que le rodeaba. Es algo maravilloso”, nos cuenta Garí, que recuerda con cariño su pasión por la fotografía y los retratos de niño, que recogió a lo largo y ancho del mundo, todo ello en su carrete.
Joan escribía y Ramón fotografiaba. Un gran tándem que tuvo que parar en seco sus viajes por la pandemia pero ni mucho menos sus ganas de trabajar. De hecho, aprovecharon el parón forzado para sacar un libro, ‘Cosmopolites amb arrels’, que está ahora mismo imprimiéndose y que, tal y como reconoce Joan, cuando se publique será un merecido homenaje para Ramón.
También su amigo Joss -o Josstio como le llamaba cariñosamente Ramón- nos cuenta cómo era: “Ramón era una de esas personas que siempre estaba, podíamos pasar seis meses sin hablar y sabía que con un hola se iba a plantar en la puerta de casa”. Amigos de la infancia, se conocieron con siete años porque los tíos de Ramón vivían su calle, y ya desde bien pequeño irradiaba ansia por vivir: “Siempre estaba trasteando. Se sacó la carrera de química, lo que dice mucho de las ganas que tenía de conocer”. Curioso, inquieto y tenaz: “Todo proyecto que empezaba lo tenía que terminar”. De ahí el apodo por el que era conocido Ramón, ‘mon’.
Lo que hizo perdurará siempre
Porque además de la fotografía, Ramón era un pequeño científico, siempre investigando y desarrollando: “Le gustaba mucho la electrónica y la ciencia, tenía un millón de aparatejos, igual hacía un reloj, que una batería de móvil, que las luces de mi casa con iluminación solar”, recuerda Gemma.
También le apasionaba el mundo del motor, hizo fotografías para un par de revistas de motos y siempre conseguía que fueran portada. Nos lo cuenta César Amiguet, gran amigo al que conoció precisamente en un taller de aerografía de motos “cuando la palabra customizar todavía no existía”. Eso fue allá por los noventa.
“Su perfil era muy heterogéneo, era un artista, también escribía y tenía aspiraciones intelectuales. En él se le veía una intencionalidad de trascender y creo que lo hacía tan bien todo porque sabía que lo que hiciera se quedaría para siempre”, nos cuenta César Amiguet, amigo y diseñador. Él y su mujer, Anna Roig, diseñadora plástica, tuvieron la suerte de compartir muchos momentos de su vida, algunos de ellos proyectos profesionales.
“Hacía fotos para los catálogos de mi mujer y al final siempre buscábamos el momento de encontrarnos porque su entrega a la gente era tal… Ramón era una persona que entendía de todo, pero de lo que más entendía era de las personas. Tenía una profunda inteligencia emocional, ayudando siempre en lo que pudiera. Esa entrega a la gente hace que ahora tengamos un vacío muy grande”.
Ramón tenía amigos en el mundo de la música, como la castellonense Patrizia Escoin o Juan Morcillo, conocido como Morcillo ‘El Bellaco’, era miembro de la Agrupació Borrianenca de Cultura, del mundo del motor y hasta en el deporte se volcó en los últimos años gracias al gran regalo que le dio la vida, hace catorce años: su hijo Juan Carlos.
De hecho, su vida era por y para su hijo. Fue miembro del AMPA en el colegio en el que estudia su hijo, Illes Columbretes y se metió de lleno también en el equipo de baloncesto CB Burriana, donde jugaba su hijo, para poder compartir con él su tiempo y aficiones: su hijo jugaba y él fotografiaba. Acabó llevando la web y la comunicación del club, que también ha lamentado profundamente la pérdida.
Hemos pedido fotos para ilustrar este reportaje y todos coinciden, es complicado encontrar una foto suya donde no esté “haciendo el tonto”, dicen cariñosamente. De hecho, también ha sido complicado intentar hacer un puzzle de las infinitas cualidades y experiencias vividas, pues no hay una hemeroteca donde quede todo recogido: “Lo cierto es que hacía un millón de cosas con todo el amor pero no era de esas personas que quieren figurar. Quienes lo conocemos sabemos lo que ha conseguido y como era”, nos cuenta Gemma.
Ramón deja un hijo y una infinidad de personas que siempre lo recordarán con la misma luz con la que llenó sus vidas.