Ocho horas en el mar: Así vivió el buzo que desapareció en Burriana una odisea con un buen final
Emilio Narbón decidió seguir la corriente cuando comprobó que no iba a poder llegar hasta la embarcación con la que había salido a pescar
Emilio Narbón vivió toda una odisea el pasado domingo cuando decidió salir a pescar con un amigo en la playa de Burriana. “Todo marchaba de lujo, y yo empecé a bajar, en un sitio que estaba a unos 30 metros de profundidad para capturar algún pez y se me salió unas vueltas de cuerda de un carrete, bajé la cabeza intentando sacar cuerda y cuando subí la cabeza, ya me había ido completamente de la zona en la que estaba la barca”.
Emilio relata que en esos momentos “el barquero me buscaba para el otro lado y por más señales que le hice no me veía”. Al ver que no iba a poder llegar hasta la embarcación “tomo la decisión de seguir la corriente hasta tocar tierra”.
Este experimentado buzo señala que “la corriente me llevaba casi para la entrada del puerto y podría haber salido sobre las 8 de la tarde por la playa de Burriana, pero cuando ya estaba a mitad de camino, dejó de soplar esa corriente y de repente me costaba más avanzar, cogí una cuerda flotante y vi que se iba dirección a Nules”.
En dicha playa pudo tocar tierra, aunque una lesión dificultó su salida, “me tocó salir arrastrándome por el suelo porque tengo una férula termoplástica porque tuve una fractura de tibia en marzo y camino con muletas”.
Tras llegar a Nules, sobre las 12 de la noche, tras ocho horas en el mar, “vi a una pareja con un patinete eléctrico y se acercaron y llamaron a la Guardia Civil”.
Emilio relata que su afán por llegar a tierra fue tras ver el operativo de búsqueda, para que se desactivara cuanto antes “y esas personas no sufrieran”. Cuando llegaron los guardias “yo los había visto desde el mar, se portaron muy bien conmigo y me hicieron de muletas para ponerme de pie”.
En cuanto a cómo pudo mantener las fuerzas durante tantas horas, cuenta que “llevo una chaqueta más gorda para no pasar frío y no dejé de moverme, iba alternando las posiciones del cuerpo para aletear, capturé unos jureles y eso te da energía, y cada tanto un sorbo de agua, y un compás en la cabeza de aleteo”.
La sensación al llegar a tierra “fue de alivio, pero la preocupación era por la gente, si yo sé que a mí no me espera nadie hasta me puedo parar a descansar y salir más adelante, yo sé que salgo”, añadiendo que “a los 20 minutos de estar en tierra me hubiese vuelto a meter al agua a pescar si no hubiese sido porque vi a la gente, el agua estaba hermosa, no tengo ningún miedo en el agua, he visto tiburones, he tenido una orca al lado, un cachalote... no tengo miedo a meterme en medio del mar, solo por el hecho de ver la belleza de los animales”.