La UV participa en el primer estudio sobre los efectos no deseados asociados a la meditación
Una investigación codirigida por el profesor de la Universitat de València Ausiàs Cebolla analiza, por primera vez, efectos no deseados asociados a la meditación. El estudio ha sido publicado en la revista científica Plos One este mes de setiembre. Se trata del primer estudio multicultural sobre los efectos adversos de la meditación y concluye que el 25,5% de las personas encuestadas habían sufrido algún efecto no deseado. Esta investigación abre el camino para conocer más sobre el mindfulness y sus efectos para poder aplicarlo correctamente a la salud de las personas.
El equipo de investigación está formado por Ausiàs Cebolla, profesor de la Facultad de Psicología de la Universitat de València; Marcelo Demarzo, profesor de la Universidad Federal de Sao Paulo; Javier Garcia-Campayo, del Hospital Universitario Miguel Servet; y Joaquim Soler, del Hospital de la Santa Creu y Sant Pau.
Muchas son las persones partidarias de la meditación y sus efectos en la salud física y mental, pero hasta ahora no había estudios relevantes que plantearan la posibilidad de que esta tenga algún efecto no deseado en las personas. Ahora, un equipo de la Universitat de València ha realizado un estudio para conocer si hay algún efecto adverso en esta práctica. Por eso, se ha hecho una encuesta a casi 350 personas. El objetivo del estudio era evaluar la presencia de efectos negativos entre las persones practicantes de la meditación, considerando factores moderadores como por ejemplo el tipo, la frecuencia y la duración de estas prácticas. De estas casi 350 personas encuestadas, sólo 87 informaron de haber sufrido algún efecto no deseado, aunque la mayoría fueron efectos transitorios y no condujeron a la interrupción de la meditación ni a necesitar asistencia médica.
Tal como recoge el estudio, la meditación se ha utilizado durante más de mil años como una práctica espiritual o curativa. Comprende un conjunto de prácticas que se pueden subdividir en tres grupos: atencionales (prácticas concentrativas, mantras), constructivas (como en la meditación de la bondad o la compasión) y deconstructivas (prácticas orientadas a deshacer patrones cognitivos maladatativos como mindfulness). En los últimos veinte años, en las sociedades occidentales, se ha registrado un incremento en el uso de prácticas de meditación relacionadas con intervenciones basadas en mindfulness (MBI), uno de los enfoques meditadores más frecuentes utilizados en el contexto científico. Ha sido muy documentado que la meditación y los MBI se asocian a varios resultados positivos, como por ejemplo una disminución de la sintomatología psiquiátrica (por ejemplo, ansiedad, depresión) o un aumento de los estados positivos (por ejemplo, el bienestar, las emociones positivas). Además, se han apuntado cambios en áreas cerebrales implicadas en salud positiva. A pesar del uso a largo plazo de la meditación y su eficacia basada en la evidencia en varias aplicaciones clínicas, educativas, deportivas y de la industria, todavía hay una ausencia de datos sobre los posibles efectos no deseados (UE) de estas prácticas.
En el campo de los tratamientos psicológicos que pueden incluir programas y prácticas de meditación, los efectos no deseados raramente se evalúan. En el ámbito de las prácticas de meditación y MBI, los estudios científicos sobre los efectos no deseados son poco frecuentes y generalmente se basan en informes de casos o hipótesis especulativas. Otros estudios han indicado que los largos periodos de meditación pueden ser contraindicados para personas con problemas psiquiátricos, puesto que pueden precipitar la enfermedad mental y la psicosis. Entre las reacciones mencionadas, la práctica de la meditación puede tener efectos psicológicos asociados (por ejemplo, estrés emocional, confusión, desorientación y dependencia de la práctica), psicopatológicos (ansiedad, delirios y alucinaciones) y fisiológicos (dolor, disfunción sensorial, exacerbación de enfermedades neuromusculares/articulares, reducción de la hambre e insomnio). Los casos más graves mencionados incluyen la precipitación de la psicosis, el trastorno por estrés post-traumático (TEPT) y los ataques epilépticos.
Ausiàs Cebolla explica que "la investigación sobre los efectos no deseados en las prácticas de meditación y MBI es relevante porque todavía faltan datos sobre posibles efectos y sobre los tipos de personas que no pueden beneficiarse de este tipo de prácticas. Hay que tener en cuenta también que según nuestro estudio la mayoría de estos efectos no deseados fueron transitorios y no condujeron a la interrupción de la meditación ni a necesitar asistencia médica".
El estudio
La mayoría de practicantes eran mujeres (68,4%). Por nacionalidades, el mayor número provenían de España (42,9%), seguidas de México (10,1%), Brasil, (6,5%). El 48,5% de las personas que han participado en la encuesta estaban casadas y eran universitarias (54,4%). En cuanto a la frecuencia de las prácticas de meditación evaluadas en la encuesta, las prácticas informales eran las practicadas con mayor frecuencia, diariamente (46,8%), seguidas de atención centrada (30%), mientras que las prácticas de compasión eran las menos practicadas. Por otro lado, el 16,6% (52) de los participantes presentaban síntomas depresivos y el 23,4% (75) síntomas de ansiedad.
Respecto al 25% que había informado de efectos negativos con la meditación, la mayoría fueron transitorios y no condujeron a la interrupción de la meditación ni a necesitar asistencia médica. La incidencia, según la encuesta, fue más común en la práctica individual que en la grupal. Los resultados del estudio también apuntan a que algunos tipos de meditación pueden influir más en la prevalencia de efectos no deseados. Así, según los datos recogidos, la atención focalizada o centrada está asociada con más efectos no deseados, mientras que las prácticas de conciencia corporal (que se relaciona con la salud psicológica y médica) están asociadas con menos. Respecto a la categorización de los efectos, las reacciones más frecuentes que habían sufrido eran síntomas de ansiedad (13,7%) y despersonalización o desrealización (cambios en la conciencia espacial, 8%).