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Paràsit Plasmodium: l'orige de la malària a Amèrica i la seua evolució

Paràsit Plasmodium: l'orige de la malària a Amèrica i la seua evolució

    El estudio ha reconstruido datos antiguos sobre el genoma del Plasmodium, parásito protista que se transmite a través de la picadura de mosquitos anofeles. Las muestras fueron extraídas de 36 individuos infectados de paludismo o malaria de cinco continentes y analiza su propagación a través del análisis del ADN. La aportación de Gabriel García Atiénzar, del Instituto de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico (INAPH, UA) y de Domingo Carlos Salazar García, del Departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua (UV) ha consistido en la búsqueda, recolección y contextualización histórica y antropológica de muestras arqueológicas.

    El equipo investigador ha encontrado que Plasmodium vivax, una de las dos especies más letales de parásitos de la malaria, llegó a América con los colonizadores europeos y provocó la muerte de gran parte de las poblaciones indígenas. En Perú, el ADN de un individuo infectado mostró similitudes con cepas europeas antiguas, lo que sugiere que los colonizadores trajeron la malaria a la región, donde se estableció y persiste hoy en día.

    La propagación de la malaria se vinculó con actividades militares en Europa. En Mechelen (Bélgica), el ADN humano y el patógeno revelaron casos de malaria de soldados de distintas regiones mediterráneas en el primer hospital militar permanente, entre los siglos XVI y XVIII. Asimismo, en Chokhopani (Nepal), se descubrió el caso más reciente de otro parásito mortífero de la malaria, Plasmodium falciparum, relacionado con el comercio de larga distancia en regiones de baja altitud donde la malaria es endémica. Estos descubrimientos subrayan la influencia de la movilidad humana en la propagación histórica de la enfermedad.

    Una de las muestras arqueológicas en las que se ha detectado la presencia de malaria es en el yacimiento de Cueva de las Lechuzas, en Alicante. Se trata de un hombre enterrado en esa cavidad de Villena hace unos 5000 años y la relevancia de esta muestra es significativa por ser uno de los testimonios más antiguos de malaria en Europa y el más antiguo de la península ibérica. 

    Gabriel García Atiénzar destaca la revolución técnica y metodológica que está viviendo la arqueología prehistórica en los últimos años. “Hoy podemos plantear preguntas que hace una década eran impensables. Los avances en disciplinas como la bioarqueología permiten tener respuestas con una sólida base acerca de las condiciones de vida, de las relaciones interpersonales o de los nexos de unión entre diferentes comunidades a lo largo de la Prehistoria”. Del INAPH también han participado en la investigación M.ª Paz de Miguel Ibáñez y Alejandro Romero Rameta.

    Por otro lado, el arqueólogo biomolecular Domingo Carlos Salazar (UV) considera que los estudios interdisciplinares como este, en el que se establece un diálogo entre las ciencias y las humanidades, son fundamentales a la hora de conocer mejor nuestro pasado, pero, a su vez, se pregunta: “¿Cómo es posible que tras habernos adentrado en lo más íntimo del genoma de nuestro linaje humano, aún estén muriendo cada día un gran número de personas a causa de una enfermedad que lleva tanto tiempo entre nosotros y de la cuál conocemos tanto? Algo está fallando”.

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