La orfebrería fallera, el pilar de una fiesta Patrimonio de la Humanidad
Entrevistamos a Elisa Peris Roca, tercera generación de una familia de orfebres de Valencia y también médico
Cuando hablamos de Fallas, todo valenciano sabe que son mucho más que una fiesta Declarada Patrimonio de la Humanidad. Es sentimiento, es tradición, es cultura, es arte, es belleza y es trabajo todo el año de muchos sectores que vuelcan su saber hacer en dar vida cada mes de marzo a una Valencia ‘encesa en flama’.
En elperiodic.com hablamos hoy de la orfebrería, un oficio tradicional vinculado a las fallas y un auténtico arte. Porque cada orfebre vuelca en sus diseños artesanos una firma muy personal que queda permanente en los aderezos, joyas, peinetas, collares, broches, pendientes y otros complementos que lucen las falleras ataviadas con sus trajes.
Como todos los sectores falleros, la orfebrería quedó muy tocada por la crisis del coronavirus y comienza ahora a ver -tras el pequeño empujón que supusieron las fallas de septiembre- la luz al final del túnel. Los orfebres tradicionales reivindican la profesión “de toda la vida” aquella que se trabaja a mano, ahora con alguna ayuda de la tecnología, pero que no produce copias en cantidades industriales.
El sector pide que los falleros y todo aquel que vaya a comprar orfebrería se fije en el origen de la pieza, el artesano que lo ha trabajo y el proceso que ha llevado para estar seguros de que estamos ante una pieza auténtica y no, ante una más de las que podríamos comprar en cualquier bazar.
Entrevistamos a Elisa Peris Roca, la tercera generación de orfebres artesanos y la gerente de Peris Roca, dedicada casi al 100% a la indumentaria tradicional valenciana. Quien pasee por la calle Bolsería se fijará en un pequeño taller a través de cuyo escaparate se puede ver a los artesanos trabajando. Un espectáculo que no pasa desapercibido y, de hecho, no son pocos los turistas que se obligan a parar para no perderse la estampa. Elisa Peris es además médico por lo que le hemos preguntado también por la evolución de la pandemia en un sector como las fallas.
Elisa muchas gracias por atendernos en estos días de trabajo y preparativos falleros. Nos gustaría empezar hablando de cómo empezó su familia a dedicarse a este sector.
Fue mi abuelo Salvador quien abrió en el año 18 del siglo pasado un taller de orfebrería. Primero estuvo en la calle Cuba y luego en Sueca. El taller lo siguieron mi tío y mi padre y decidieron separarse a finales de los setenta. Fue entonces cuando mi padre abrió en la calle Bolsería y se orientó a la indumentaria tradicional. Ahora mismo somos tres trabajadores, cada uno se encarga de un apartado del taller.
¿En qué consiste el trabajo de un orfebre?
Ha ido evolucionando con el tiempo. Antes para hacer un agujero se utilizaba una especie de peonza que llamábamos bailarina, que subía y baja haciendo de taladro y era manual completamente. Ahora tienes las máquinas que perforan e incluso agujeros láser. Aunque eso no quita que siempre se haya de trabajar artesanalmente. Hay mucha gente que está vendiendo cosas que no saben ni cómo se fabrican y se hacen cien en una hora para venderlos luego a precios estratosféricos.
¿Cómo os ayuda la tecnología en vuestro caso que trabajáis artesanalmente los productos?
Utilizamos herramientas conectadas a la electricidad y también herramientas digitales. El acabado de la pieza es siempre hecho a mano, personalizamos cada pieza y le damos esa capa de valor. Cada complemento tiene un detalle, no entendemos otra forma de trabajar las piezas.
Comentábamos que el trabajo del orfebre ha ido evolucionando con el paso del tiempo. ¿Han cambiado también las demandas del cliente?
Por supuesto, eso va evolucionando. Al final las fallas son una adaptación cultural y no tienen nada que ver con las que comenzaron a principios de siglo XX. Desde los monumentos falleros hasta la indumentaria pasando por decoraciones, floristería… todo evoluciona con la cultura. Yo veo dos tendencias claras: la vertiente más tradicional que se dedica a recuperar la fiel tradición y reproducirla bajo los mismos cánones y luego veo otra tendencia que es la que se mueve por modas, colores, telares…
¿Cómo ha afectado el covid a vuestro negocio?
Pues han sido dos años en los que no se ha movido prácticamente nada y hemos sobrevivido con ayudas, préstamos… La gente empieza a conectarse ahora con la nueva normalidad y esto nos está ayudando. Al final el fallero vive de las emociones en estas fiestas, de lo que despiertan y ha de interiorizarlo. Si eso falta, su mente no está en posición de ponerse a gastar en fallas. Por eso es fundamental que la gente recupere esa conexión.
¿Habéis notado en el taller que la gente empieza a recuperar esa conexión?
Si. Las fallas de septiembre fueron un acierto. Hubo muchas quejas por la mascarilla pero no hubo repunte de la incidencia y yo me sentí muy orgullosa como valenciana porque la gente supo ser responsable. Fueron unas fallas muy sobrias, intimistas, muy de emociones y eso para el fallero auténtico es fundamental.
Además de orfebre ers médico. ¿Tiene la misma opinión como profesional sanitario de la evolución de la pandemia?
Yo creo que la evolución ha sido la que el virus ha marcado, es tal la infecciosidad del virus que cuando la ola sube nos pilla a todos de improviso. Ha dependido mucho de la responsabilidad personal de cada uno y estoy convencida de que seguirá siendo así. También han ayudado las vacunas. Creo que estamos en una situación mucho más ventajosa y que no vamos a ir hacia detrás
¿Le gustaría lanzar un último mensaje para los falleros que nos estén leyendo?
Si, me gustaría que la gente se pudiera interesar por el trabajo artesanal, por el origen del producto, como se ha hecho, qué artesano está detrás y por qué está hecho así y de otra manera. Hay que cuidar las tradiciones y los oficios artesanos para evitar que acaben perdiéndose.