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Moléculas inteligentes a medida para acabar de forma rápida con bacterias resistentes

Moléculas inteligentes a medida para acabar de forma rápida con bacterias resistentes
  • Un equipo del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I2SysBio, UV_CSIC) desarrolla una estrategia para antibióticos personalizados que evitaría resistencias bacterianas y abarataría el coste de producción de antibióticos basados en ellas

  • El proyecto cuenta con una ayuda de la Fundación ‘la Caixa’

Las infecciones provocadas por bacterias resistentes a antibióticos desbancarán al cáncer como primera causa de muerte en el mundo en 2050, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ante esta amenaza, un grupo de investigación del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I2SysBio), centro mixto de la Universitat de València (UV) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), desarrolla una molécula basada en los bacteriófagos o fagos –virus que matan bacterias– para provocar la muerte de estas por despolarización del citoplasma, que hace que las células de las bacterias no mantengan la carga eléctrica para llevar a cabo sus funciones vitales y mueran irreversiblemente.

Las resistencias antimicrobianas (RAM) provocan ya más de 35.000 muertes en España, según la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica. Además, causan cuatro millones de infecciones graves al año. Según la OMS, en 2050 esta gran amenaza para la salud pública que ya causa 700.000 fallecimientos al año podría superar al cáncer como primera causa de muerte, al provocar 10 millones de muertes anuales.

Una de las terapias alternativas más prometedoras a los antibióticos convencionales son los bacteriófagos o fagos. Son virus que infectan y parasitan a las bacterias, y suponen las entidades biológicas más abundantes del planeta. Cada fago es específico de un determinado género o especie bacteriana, lo que permite dirigirse contra una bacteria específica. Actúan como los otros virus: se unen a un receptor existente en la superficie bacteriana e inyectan su material genético en su interior, se replican y la destruyen.

Sin embargo, “las bacterias tienen un sistema de defensa que también las puede hacer resistentes a los fagos”, argumenta Alfonso Jaramillo, investigador del I2SysBio. Su laboratorio de Biología Sintética De Novo acaba de comenzar un proyecto para desarrollar una molécula nueva que parece un fago pero que no lo es. “Se trata de fagos sin cabeza, capaces de agujerear la membrana de la bacteria pero sin introducir su ADN”, explica Jaramillo.

Así, estas moléculas inducirían la muerte de la bacteria por desequilibrio osmótico. “Al agujerear la membrana se produce una diferencia de carga donde los iones se escapan, provocando la muerte osmótica de la bacteria”, relata el investigador. Su equipo pretende desarrollar estas moléculas combinando ingeniería genética con evolución, gracias a una ayuda del programa de investigación de la Fundación ‘la Caixa’ de cerca de medio millón de euros.

Fagos que no lo son

El equipo de investigación del I2SysBio pretende usar la evolución para crear moléculas antimicrobianas basadas en las proteínas que producen los fagos para insertar su ADN en las bacterias. Para ello, van a desarrollar una tecnología capaz de acelerar la evolución de fagos un millón de veces, permitiendo obtener fagos sin cabeza (cápside). Además, permitirá anticipar las mutaciones que podrían hacer resistentes las bacterias y adaptar así las moléculas antimicrobianas a esas mutaciones.

Así, los antibacterianos que desarrollarán gracias a este proyecto son meras agrupaciones de proteínas, no virus. No se pueden replicar ni en la bacteria ni en nuestro propio organismo y serán inocuos para las bacterias beneficiosas, lo que resolverá uno de los efectos indeseados de los antibióticos actuales.

Según Jaramillo, esta estrategia mantiene las ventajas de la terapia con fagos que se aplica hoy día contra las RAM, pero permite obtener antimicrobiales que evitan las posibles resistencias de la bacteria al fago. Además, al tratarse de moléculas que no son organismos modificados genéticamente, su autorización sanitaria resultaría más sencilla. También se trataría de un método más rápido y barato, puesto que las moléculas se obtendrían por fermentación en biorreactores. El proyecto, que tiene una duración de 3 años a partir de enero de 2023, quiere demostrar que esta tecnología es útil y viable para la producción de agentes antimicrobianos.

Las resistencias antimicrobianas (RAM) provocan ya más de 35.000 muertes en España, según la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica. Además, causa cuatro millones de infecciones graves al año. Según la OMS, en 2050 esta gran amenaza para la salud pública que ya causa 700.000 fallecimientos al año podría superar al cáncer como primera causa de muerte, al provocar 10 millones de muertes anuales.

Una de las terapias alternativas más prometedoras a los antibióticos convencionales son los bacteriófagos o fagos. Son virus que infectan y parasitan a las bacterias, y suponen las entidades biológicas más abundantes del planeta. Cada fago es específico de un determinado género o especie bacteriana, lo que permite dirigirse contra una bacteria específica. Actúan como los otros virus: se unen a un receptor existente en la superficie bacteriana e inyectan su material genético en su interior, se replican y la destruyen.

Sin embargo, “las bacterias tienen un sistema de defensa que también las puede hacer resistentes a los fagos”, argumenta Alfonso Jaramillo, investigador del I2SysBio. Su laboratorio de Biología Sintética De Novo acaba de comenzar un proyecto para desarrollar una molécula nueva que parece un fago pero que no lo es. “Se trata de fagos sin cabeza, capaces de agujerear la membrana de la bacteria, pero sin introducir su ADN”, explica Jaramillo.

Así, estas moléculas inducirían la muerte de la bacteria por desequilibrio osmótico. “Al agujerear la membrana se produce una diferencia de carga donde los iones se escapan, lo cual provoca la muerte osmótica de la bacteria”, relata el investigador del CSIC. Su equipo pretende desarrollar estas moléculas combinando ingeniería genética con evolución, gracias a una ayuda del programa de investigación de la Fundación ‘la Caixa’ de cerca de medio millón de euros.

 

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