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Una investigación reescribe la versión de la Inquisición sobre las relaciones entre confesores y devotas

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    La investigadora de la Universitat de València María Tausiet analiza las relaciones de poder mantenidas entre sacerdotes y devotas, y la implicación de la Inquisición en ocultarlas durante cuatro siglos. En el marco del proyecto europeo CIRGEN, sobre las identidades y roles de género en la Europa y la América del siglo XVIII, dotado con una ayuda de 2,5 millones de euros, la experta explica cómo muchos abusos y confabulaciones fueron silenciados, de cara a mantener las apariencias.

    En un artículo publicado en la revista Journal of Spanish Cultural Studies, la historiadora Maria Tausiet ahonda en el relato de Antonio Gavín, un clérigo español convertido al protestantismo que en 1724 escribió un libro para denunciar la corrupción moral de la Iglesia católica, con sus supersticiones, engaños y perversiones. Su punto de vista racional e ilustrado se enmarcaba en un contexto sensacionalista. Sin embargo, de este se puede aprender mucho sobre las relaciones entre algunos sacerdotes y las mujeres que acudían al confesionario. El paper cuenta la historia de Francisca Guerrero y el sacerdote Miguel Navarro. “Según el informe de Gavín, Francisca habría embrujado a su confesor para seducirlo y envenenado a una criatura, lo que la convertía en sospechosa de brujería”, señala la investigadora.

    En este contexto, muchas relaciones entre confesores y penitentes suponían un mutuo acuerdo del que se beneficiaban ambas partes. Normalmente, “ellas buscaban adquirir fama de mujeres santas, y ellos, una forma de ascender dentro de la Iglesia gracias a haber encontrado a auténticas hacedoras de milagros”, afirma Tausiet. Estas relaciones no tenían por qué conllevar encuentros sexuales necesariamente, aunque estos debían de ser bastante frecuentes.

    La historia de Francisca y el sacerdote ocurrió en Zaragoza en los primeros años del siglo XVIII, y permaneció oculta entre los papeles de la Inquisición hasta que el aragonés Antonio Gavín reveló la historia aderezándola con sus invenciones con el objetivo de perjudicar a la Iglesia Católica. “No obstante, su versión también perjudicó a las mujeres, con su visión machista de los hechos. Fuera o no verdad que Francisca y su confesor llegaran a un acuerdo, o que ella se hiciera pasar por santa y él se aprovechara de ella, Francisca se llevó la peor parte”, explica la investigadora del proyecto CIRGEN.

    El sacerdote obligó al marido a cambiar de residencia, y él se trasladó a vivir con ella. En cierta ocasión, una mujer pidió a Francisca que curara a su hija enferma y ella solo pudo pronosticar que moriría aquella noche, como así sucedió. Entonces, la familia consideró que la había maldecido y la denunció a la Inquisición. Tanto Francisca como su confesor fueron procesados y presos por el Tribunal. Pero él se libró, como tantos otros eclesiásticos, y murió a los 84 años. Francisca, en cambio, falleció poco después en las prisiones inquisitoriales. Antes de su muerte, la mujer, que según Gavín había pasado los últimos años de su vida encerrada en su casa por orden del confesor, habría dado a luz.

    Proyecto europeo

    Este estudio forma parte del proyecto europeo CIRGEN (Circulating Gender in the Global Enlightenment: Ideas, Network, Agencies), financiado con una ayuda Advanced Grant de la European Research Council (ERC) valorada en 2,5 millones de euros. La iniciativa está adscrita al Instituto Universitario de Estudios de la Mujer y vinculada al Departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universitat de València y su equipo investigador está compuesto íntegramente por mujeres.

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