‘El sòl que acull’, nueva exposición en el Jardí Botànic dedicada a la tierra, el elemento clave para las plantas y para nuestra vida
Las acuarelas de Roser Pesquer sobre papel hecho a mano pintan tierra con tierra misma, reivindicando un proceso artístico lento y respetuoso con los materiales
Los diferentes espacios están dedicados a las interpretaciones y relaciones que establece el artista entre el suelo y el paisaje, tanto vegetal como humano, y desde el interior al exterior
Desde este fin de semana ya se puede visitar, en el Jardí Botànic de la Universitat de València, ‘El sòl acull’, de Roser Pesquer, una muestra cargada de significado y dedicada al suelo, un elemento esencial de la natura que, a pesar de ser a menudo olvidado, sustenta la vida a nuestro planeta. Una propuesta formada de acuarelas sobre papel hecho a mano, utilizando pigmentos naturales y colores minerales, los propios de la tierra. Una exposición que, además, deja patente que, como el proceso artístico, el trabajo de la tierra es lento, meticuloso y lleno de capas que se van sedimentando con el tiempo.
Así, el proyecto de Roser Pesquer tiene como protagonista el suelo “como elemento imprescindible, poco visible, de la generación y el sustento de la vida. La ciencia dedica una atención creciente en el contexto de crisis climática. Un jardín botánico es un espacio idóneo por mi obra, porque el proceso artístico imita el trabajo en el campo: es lento y laborioso, implica el cuerpo y el gesto, utiliza capas y sedimentos. Pinto la tierra con tierra. Mis suelos son paisajes que a veces evocan el interior del cuerpo. Suelo humano, cuerpo geológico.”
La exposición reúne un conjunto de obras que dialogan entre ellas y con el espacio que las acoge. Los Almohadillados son nidos de tierra que simbolizan la protección y la acogida de la semilla, un punto de partida para el ciclo de la vida. La serie Sotaterra revela paisajes interiores escondidos bajo la superficie, mientras que Radicales celebra la fuerza y la expansión de las raíces. Además, las Placentas vegetales representan panes de tierra que se transforman en cuerpos llenos de vida, y Patatam sorprende con obras hechas a partir de polvo de patatas, un homenaje en la tierra más humilde y próxima.
El Jardín no había dedicado ninguna propuesta artística en exclusiva a este elemento esencial que, en palabras de su director, Jaime Güemes “forma parte de la vida. Sin él no existirían las plantas ni los animales; pero es, también, el resultado de la vida. Aun así, el suelo es el grande olvidado en la conservación o la gestión de los ecosistemas naturales; también en la percepción de la ciudadanía”. Pero Roser, no nos habla solo del suelo “nos explica cómo es el ritmo de las plantas. Nos describe un movimiento vegetal lento, persistente, imperceptible muchas veces, pero siempre imparable”.
Además, ahora el trabajo de Roser se centrará en acabar el catálogo de la muestra, que se presentará al Jardín Botánico acompañado de una conferencia sobre edafología, combinando el arte y la ciencia y usando el trabajo artístico como defensa del paisaje. En palabras del escritor y profesor de periodismo de la Universitat de València Martí Domínguez, “hay que cuidar la tierra, porque es un ser vivo. No solo es madre, también es futuro. Cada palmo de tierra urbanizado, expoliado, asfaltado, destruido es un crimen irremediable, porque es tierra irrecuperable, que ha perdido su manto fértil, aquel suelo producto de la lenta fermentación del tiempo. Por todo esto, el alegato de Roser Pesquer va mucho más allá de la cuestión plástica. Tiene un indudable contenido de denuncia y de actualidad, un clamor a la defensa de la tierra”.
Roser Pesquer es una artista visual de Barcelona que empezó los estudios en la Facultad de Belles Arts de la UB, pero que acabó viviendo y trabajando en el Reino unido para después pasar un año a París donde tenía el taller dentro de una comunidad de artistas, desde allá expuso a Bruselas en varios proyectos. Desde el año 2000 vive cerca de Barcelona y trabaja a su taller de Terrassa, un espacio amplio lleno de luz donde construye pausadamente una obra en el ritmo que permiten los materiales orgánicos. Sigue la cultura transmitida de la familia, campesinos del Pirineo aragonés, con una vida donde no había límites claros entre los humanos y otros seres vivos. Para ella el Jardín Botánico es una frontera entre la ciudad y la natura, e idealmente el Jardín podría invadir más espacios de la ciudad, porque la destrucción de la tierra y el aire ha llegado demasiado lejos.
La muestra estará disponible hasta el 28 de abril al Jardín Botánico, de lunes a domingo, en la sala Estufa Freda, desde las 10 h hasta la hora del cierre del Jardín, que se puede consultar en jardibotanic.org El acceso es gratuito abonando la entrada al Jardín. Sala Hort de Tramoieres, de 10 a 20 h y con entrada gratuita. El catálogo se presentará el próximo mes de febrero.