Consideraciones sobre «La Bella Revolución» IX
Cuando la lucha animalista se convirtió en traidora a sus defendidos
De siempre, lo sabemos...
Considerando la lucha animalista como la más importante de toda la historia de la humanidad, porque sus presupuestos éticos y estéticos son, con mucha distancia, inmensamente más complejos y estrictos, y más complicados de conseguir, que los de cualquiera otra lucha que por esta tierra se haya librado entre humanos o desde ellos hablando de derechos y equidad, pasamos a analizar tal lucha, para entender más a sus defendidos. La naturaleza de los agresores y de los inocentes, y los actores que trabajan por dotar de la dignidad robada a los animales en el mundo humano, y en sus propios hábitats, y restaurar esa deuda de siglos que ya se convierte en demasiado vergonzante.
En la historia de esta humanidad ha habido en todo tiempo y momento personajes que han hablado a favor de los animales, de dejarlos en paz y no molestarlos en forma alguna, incluso en contra de no comerlos, como dieta no responsable ni ética que es. La primera asociación vegana del mundo fue creada en 1847. Antes de ella, se hablaba de dieta vegetal o pitagórica, ya que tal filósofo, aun siendo tan miserable con sus pares de especie como la historia lo muestra, al parecer era vegano.
“Llegará un tiempo en que los seres humanos se contentarán con una alimentación vegetal y se considerará la matanza de un animal como un crimen, igual que el asesinato de un ser humano. Llegará un día en que los hombres como yo, verán el asesinato de un animal como ahora ven el de un hombre. Verdaderamente el hombre es el rey de las bestias, pues su brutalidad sobrepasa la de aquellas. Vivimos por la muerte de otros. Todos somos cementerios.”, anunció Miguel Ángel.
Thomas Edison expresó que la no-violencia conduce a la ética más elevada. Porfirio mencionaba como un crimen comer la carne de un animal. El visionario Tesla, incluso aventuraba lo que iba a ocurrir con los animales instrumentalizados masivamente en granjas que devastan el planeta: “El que podamos subsistir con plantas y que podamos trabajar a nuestro favor no es una teoría, es un hecho muy bien sustentado”. Einstein vino a decir lo mismo, sentenciando que el futuro será vegetariano o no será. Kafka y Tolstoi fueron veganos. El primero escribió: “Ahora puedo morir feliz, no me los como”.
La maravillosa defensora de los grandes primates Gane Goodall nos dice que: “Dejé de comer animales hace 50 años. Había un pedazo de cerdo en mi plato y pensé: esto representa miedo, dolor y muerte.
Para finalizar este pequeño conjunto de personas importantes por su aporte al conjunto humano, dejaré por completo la más que redonda reflexión de Pitágoras: “No mojes nunca tu pan ni en la sangre ni en las lágrimas de tus hermanos. Una dieta vegetariana nos proporciona energía pacífica y amorosa y no sólo a nuestro cuerpo sino sobre todo a nuestro espíritu. Mientras los hombres sigan masacrando y devorando a sus hermanos los animales, reinará en la tierra la guerra y el sufrimiento y se matarán unos a otros, pues aquel que siembra el dolor y la muerte no podrá cosechar ni la alegría ni la paz ni el amor”.
La resistencia vegana, por denominarla de alguna manera, siempre ha pervivido desde el momento en que el humano pasó al omnivorismo por motivos caprichosos, ni desplazamientos y mayores esfuerzos ni por evolución física, por simple hábito adquirido del que, hasta la fecha, no ha abandonado.
Nuestra biología no es la de los animales que comen carne. No desgarramos la carne cruda, hemos de cocinarla, pues cruda nos enfermaría. La estructura intestinal del humano es larga, como corresponde a la de los animales herbívoros, y un sinfín de particularidades más, que sería aquí tedioso nombrar, que nos define como herbívoros, en contra de la creencia, por cierto hoy muy cuestionada incluso por los científicos afines al capitalismo (eternizar la mentira de una naturaleza humana carnívora es cosa importante para el Capital), de la humanidad como carnívora. De hecho, la OMS primero alertó sobre la peligrosidad de los elevados consumos de carne en los países ricos, nociva para la salud humana, en la actualidad sus comunicados abocan a suprimir al máximo, si no dejar de consumirla, la carne, los animales, pues tanto para la salud de las personas es enfermante, como para el planeta, la existencia de esa demanda de animales, lo lesiona horriblemente.
Los animales de granjas necesitan comer para seguir vivos hasta el volumen corporal deseado en que los matarifes les dén la muerte cruenta. El pienso, los forrajes que los billones de animales del mundo destinados a la alimentación caníbal, proceden de sembrados generados en lugares que antes eran campos, selvas. La Amazonía ha menguado tanto, por la tala de árboles para generar pastos con que alimentar a los tantos como estrellas animales que están siendo preparados para ser el plato de los urbanitas del universo, que sólo le queda un tercio (menos aún), en 2022 en que se escribe este libro, de su pulmón verde. Dicho pulmón verde considerado de los mayores generadores de nuestro aire respirable en esta Tierra, tanto para nosotros como para todos los seres vivos.
No obstante este conocimiento, cada vez más aceptado por médicos y científicos, aunque muy tímidamente, porque como se ha dicho tal industria genera casi tanto dinero a las mafias mundiales como la de la droga, no logra insertarse popularmente porque, el común de la población, alega que no quiere renunciar a los placeres de comer peces cocinados, corderos, gallinas, vacas cocinadas. Así lo dicen. Placeres. Y su 'derecho a...' En contrapunto con el derecho a vivir de quien se comen. Que es un 'quien', no un 'algo'.
Por eso el movimiento animalista, educador y activista. Latente en nuestra sociedad para dotar a los animales de representantes que hablen por ellos, porque donde se encuentran no pueden nada decir en su favor; es imposible la llegada de una vaca subiendo al estrado de un Parlamento para defender a su prole, pero se puede imaginar, y se nos hiela la sangre. Lo harían si estuviéramos dispuestos a escucharlos. Pero no lo está, la humanidad, prefiere dejarse llevar por anuncios sectarios, falsos, sobre el bienestar animal en los centros de explotación animal, donde sufren martirio a cada segundo, infiernos que tiran constante humo a los cielos como lo echaban los campos de concentración nazis. Huélelo, huele este aire, huele a nuestro pecado y nuestra risa malévola de egoístas infantiles no maduros para una moral planetaria y mañanada.
Pecado primordial. Entendiendo tal palabra en términos de error gravísimo. Nos hemos apartado tanto de la verdad que incluso poniéndonosla ante las mismas narices no la reconocemos. Es como un viajante de siglos que ya no recuerda a su madre, ni aunque la viera en una fotografía. En mi poema “Tu error fue”, digo a la humanidad que: Tu error fue / tapar el viento con paredes, / esconderlo todo tras paredes, ocultarlo todo tras paredes. / Tu primera traición, al viento. / / Tu error fue / levantar la frente cuando te viste vestido, / los sastres y los clérigos te dijeron: Eres superior. /Tu segunda traición, a la verdad. / / Tu error fue / cubrir de asfaltos las sendas y caminos, tapar con himnos todos los silencios y pintar sábanas de colores / delimitando lindes con amos, viviendo en Sociedad, / tu tercera traición fue a la tierra. / Traicionaste al mundo / enjaulando a los otros, / a las otras, ellas, ellos / que, como tú, no se vistieron. / Ni se alejaron. / Ni te siguieron en un rumbo hacia una mentira que hasta día de hoy sigue variando su argumento. / / Numerosos y fatales fueron tus errores. / Todo por estar más alto. Todo por gobernar la Tierra. ¿Y ahora qué? / / Es como estar parado en un desierto blanco. / / Necesitas un poeta que escriba algo en él, para que te salve. / / Ya no hay discursos. Te perdiste. / Los limones sólo los ves en el supermercado. / Sólo visitas la mar en agosto, ves las montañas en las fotografías. / A la cebra en el zoo. / ¿Y ahora qué? / Si todo lo redujiste a tu condición, a tu plan imperfecto, / a tu error. / / Ya no sabes leer en la hoja del campo. Te ofrezco un camino, / te hablo desde una desnudez. /Quema esa ropa. Quema tu casa. Quema tu nombre / y conversa de nuevo con las olas. / Apoya tu frente en el tronco del árbol / y escucha la oración que ya olvidaste.”
LA LUCHA ANIMALISTA
Se entiende como animalista aquella persona que defiende los intereses de los no humanos, que les sea restituida su paz y su libertad. Aunque mucha gente se confunda con el término y haya quien se considera animalista y lucha, por ejemplo, contra las corridas de toros y denosta la caza, pero come animales. De todas formas, lo verdaderamente cierto es que defender a los animales es defender a todos los animales. Y quien lucha en las filas animalistas, per se, no se los come. Animalista es igual a vegano. La liberación animal busca que cada individuo, animal no humano o humano, alcance su plenitud en esta tierra, esto es: su paz, sin que terceros puedan doblegar, molestar, interrumpir sus vidas ni, como ahora ocurre, echarles un lazo, ponerles un nombre y decir: “eres mío”.
Es la última lucha, la más ambiciosa, contra la esclavitud, pero para erradicar sus últimas (y primeras) raíces que aún perduran muy hondas, las que generan todas las desigualdades, por una educación mundial de las personas en tanto a que el planeta tierra es propiedad del ser humano, y un poco de los demás. Pero el mando y control y destinos de todo lo decide el humano. Así, en toda cultura, religión, país y en toda época hasta la actual, esa concepción del hombre como medida de todas las cosas, no ha variado. Ahí el animalismo, para confrontarse con el antropocentrismo, con el estúpido 'todo esto es nuestro'. Venimos a decir que un perro vale tanto como un niño, y el pópulo se escandaliza. Cuando comparamos que la violación de una mujer por un criminal es tan sucia y condenable como un torero maltratando a un toro, en una tortura considerada arte, hasta su muerte; luego el torero dice, en revistas y en la televisión, que los que sufren por la tortura del toro es porque no entienden su arte y que, en verdad y por encima de ello, los toreros y ganaderos son los que más aman al toro. Volvemos al cliché, al dogma, al pensamiento mágico, al sesgo, a la mentira social como arropadora de crímenes.
Tornamos a sentenciar que en tanto sea el hombre, en sociedad, el que decida mediante el sistema menos malo que han logrado inventar, llamado política (patriarcado, primero, el toldo más amplio sobre nuestras cabezas), siempre habrá unos que ganen y otros que pierdan. (El hombre es mucho peor que la mujer, en términos especistas, porque primero es violento machista y además es especista. La ira y fuerza del macho destruye el mundo, la complicidad de la mujer especista con el machismo especista dota al especismo de una entidad dura y casi indestructible como el cemento. Por eso hay más mujeres en el animalismo que hombres, muchas más. El contrapunto se ve claro, la lucha animalista es más femenina que masculina, aunque en ésta deba haber, y hay, ambos sexos o particularidades del ánima. Da igual, lo dicho antes no importa demasiado. Aquí hay dos cosas dichas confrontándose, una ganando por ahora: 'los animales son inferiores a los humanos" contra 'los humanos somos también animales y, en todo caso, somos mucho peor que los animales no humanos, inferiores a ellos, por supuesto, en tanto al trato dado al planeta, totalmente contrario al orden moral de la cadena trófica'. Las ideas se mantienen en el tiempo todo lo que se pueda en tanto generen dinero, a los ricos del momento. Por ahora mover animales de acá para allá en todos los estratos es quizá el mayor mercado que enriquece a los grandes ricos e industrias del mundo.
En la mafia de la trata de animales se gana en proporción casi lo mismo que con la trata de animales humanos, cercana la ganancia a la que se consigue con la mayor mafia: la de la droga en el mundo, ya se dijo, se insiste, droga, trata, violación, veneno, sangre y muertes, locura, mundos subterráneos que nutren de enormes inyecciones de dinero a los que desde arriba de las alcantarillas de los expoliados y pisoteados son pisoteados y humillados, enloquecidos y desnortados, desvestidos de su naturaleza, esclavas, esclavos todos.
¿Quiénes los verdugo? Por ahora, todos. O casi.
La producción mundial de cosas que el urbanita cree necesita, porque los anuncios televisivos se lo insinúan, o sentencian, se producen con elementos robados, siempre robados. Las llamadas “cosas”, provienen de tierras, montañas, lugares que pertenecen a orografías naturales. La producción de los objetos y maquinarias de consumo que el humano moderno necesita, con las canteras de materiales que cada país contiene, ya diezmadas por completo, no podrían seguir produciéndose si cada país, aliado casi siempre a otros, no se adentrase en los demás países menos fuertes, los denominados pobres, el llamado Tercer Mundo, y expoliase los recursos que todavía quedan allí. Si no se expoliase los recursos naturales que todavía quedan en distintos lugares de la tierra, diversos y múltiples, donde en muchos de ellos habitan aún tribus que son asesinadas y expulsadas de sus tierras para robarles sus frutos, sus recursos de subsistencia. Son echados. Latente es actualmente el caso del mapuche, al que, mediante enfermedades cuyas vacunas no poseen los hacen morir, y que mediante tratos tramposos y draconianos, o excusas y mentiras de sentencias históricas insostenibles, se les requiere se marchen de sus asentamientos naturales, para robarles sus ríos, sus montañas y su madre tierra, no sin resistencia por su parte, en batallas que tienen perdidas pero aquellas y aquellos prefieren morir luchando.
Enseguida, a quien se resiste a perder su mundo, y pelea, en los periódicos se le denomina terrorista. Y se justifican los robos, los crímenes, las violaciones, y se prosigue con la fabricación del papel higiénico, de los teléfonos móviles de última generación y se ofrecen, en toda su variedad de amputaciones y especies, animales de todo tipo cadáveres en los mostradores específicos para ello en los supermercados y tiendas, donde, luego en casa, nadie se interroga de dónde proviene cada cosa: esa “cosa” que contiene una bandeja blanca de corcho, rodeada de un plástico transparente, que se fríe, se rodea con patatas y está bueno. Esa cosa que era parte de un ser que proviene desde hace eras de lugares que ya casi no existen, donde los cielos con sus vientos tocaban con paz sus hocicos sonrientes, donde caminaban sin tiempo en lugares que ahora sólo podemos observar en fotografías, por ya desaparecidos; animales de especies extintas que ahora sólo podemos ver también en fotografías, sintiendo una nostalgia y un dolor punzante en el pecho inimaginable.
No obstante la humanidad sigue creciendo en número de individuos. La superpoblación humana del planeta tierra ya excede lo que éste puede soportar. Las realidades incómodas, como ésta, son olvidadas pronto. Se dicen, se escuchan; se escriben, se leen, y se pasa a otra cosa.
QUÉ HACEN LOS ANIMALISTAS, HOJA DE RUTA
Lo más común son las manifestaciones. Marchas multitudinarias, cada cierto tiempo barriendo las calles con personas con pancartas en alto donde aparecen las caras de los defendidos, pidiendo la prohibición de la caza, de la tauromaquia, que se deje de comer animales (éstas, menos). Incluso hay partidos políticos denominados animalistas. Cosa extraña, aunque comprensible, puesto que todo se intenta. Extraña porque política nunca escuchará la voz animal. Política odia la palabra libertad.
Política y animalismo son cosas contrarias. Política y veganismo, enemigos. Más, se nombra este apego actual tan manifiesto en el animalismo a la política porque existe y es un problema: en tanto el animalismo no deje de hablar con la política como si de una amiga se tratase, no se avanzará. A la política se le exige y humilla como enemiga que es. Y allí se avanza, con distintos artilugios y estrategias, era en que comienza a articularse zozobrantemente -es normal- la más grande lucha conocida.
Hay una gradación en las formas de protesta de los animalistas, que va desde la manifestación hasta la llamada acción directa, que consiste por ejemplo en activistas con chalecos por el monte, en las horas y lugares en que salen los cazadores, para, con su sola presencia, evitar la matanza.
Hoy son muy constantes las llamadas vigilias, que consisten en que un grupo de activistas se mantienen a la espera a la entrada de un matadero, y a la llegada del camión atestado de gallinas, vacas o cerdos, pedirle al chófer si puede esperar un rato para que los animales sean asistidos, introduciendo por entre las ranuras de las planchas metálicas del camión, los animalistas entrar con botellitas agua a las bocas de los cerdos, caricias, un último adiós.
Los saltos al ruedo comenzaron hace unos años, son boicots, visibilizaciones, irrupción en un escenario de tortura de uno, una, o un grupo de activistas, con carteles en alto abocando a la abolición, o con los pechos desnudos pintados con tal palabra o cualquier alusión a que aquello no es arte sino crimen. En sus inicios los saltos al ruedo tuvieron vital importancia en la lucha antitaurina, porque abrieron un amplio debate cuya relevancia antes no tenía: “toros sí, toros no”. ¿Arte o tortura? Lo esperable de dichos saltos es que se realicen antes de que aparezca el toro, para intentar detener su tortura, y un grupo numeroso de activistas, como se realiza en Francia. En España, no obstante, los saltos se producen en general por una sola persona, una vez el toro ha sido acribillado a banderillas, rota su médula espinal por la garrocha del picador y atravesados sus pulmones por la espada del torero. Ya en la arena y vomitando sangre, moribundo por completo, es cuando salta o saltan los activistas con su papel en alto y las grandes letras negras de ABOLICIÓN. Opino en este punto que esto es más inmoral que moral. No se puede permanecer impávido ante una tortura, como por ejemplo observar el apedreamiento de una mujer, como castigo injusto y arbitrario que se suele hacer en ciertos países árabes, y luego salir y decir: “yo no estaba de acuerdo”.
Pero el antitaurinismo, como brazo del animalismo que es, en general es no vegano. Son individuos que focalizan toda su ira contra la actividad reprobable de la tauromaquia, en el dolor del toro, pero no sienten ningún reparo en comerse una vaca.
Contradicciones así se producen en todos los contextos del animalismo. Pero, como dijimos antes, del animalismo mal entendido.
No obstante, en general, esta lucha trabaja en los ámbitos de lucha social, en la educación y en el universo jurídico, trabajando por lograr prohibiciones. Los cambios que en tanto al trato a los animales se están produciendo, si comparamos las últimas dos décadas con la época anterior a ésta, podemos decir que son notables. Ahora en televisión se anuncian productos para veganos, cosa inimaginable hace diez años. Se habla de los animales con mayor respeto que antes, pero en general, en esencia, el antropocentrismo sigue con el mismo fuste y brillo, vida, que desde sus inicios.
Cualquiera que use la comparativa de un sufrimiento de un humano con el de un no humano, tiene la batalla perdida, pero no por mal expuesto el razonamiento, ni por falso, ni por endeble, sino porque tal cliché de superioridad, o lo que es lo mismo, de inferioridad y de usabilidad de los animales por los humanos, ese derecho al que casi nadie quiere renunciar, no ha variado un ápice. Y mientras haya muertos en los platos de cada hogar, ¿cómo vamos a parafrasear la frase de Rebelión en la granja de Todos los animales -humanos y no humanos- son iguales?
Sólo quedará parafrasear lo que sigue, cómicamente y realistamente, a la frase: 'pero algunos [animales] son más iguales que otros'.