De la transición a la corrupción
Venimos de un régimen dictatorial que prohibía todo a los ciudadanos. La frase “yo no quiero saber nada de la política” daba caché ante los poderes públicos y hasta era bien aceptada socialmente. Venía a decir algo así como “yo, como soy una buena persona, estoy al margen de la política”. El mensaje llegaba hasta el ADN. No había que ocuparse de los problemas ni cuestionar las soluciones. Solo había que dedicarse al trabajo y a la familia, sin olvidar la asistencia a misa los domingos y quitarse el sombrero de la cabeza cuando una campana anunciaba que en la iglesia estaban levantando al Santísimo para que los que así actuaban fueran consideradas personas de bien.
Muerto el dictador, para acercarnos a Europa y sus instituciones democráticas, fue necesario construir unas estructuras nuevas. Desde Europa nos diseñaron el modelo: Había que crear dos grandes partidos, uno que aglutinara a los demócratas cristianos y liberales con los que estuvieron más o menos cómodos con el franquismo y otro del sector que vivía en las alcantarillas, para que se unieran a él los más radicales y lograr que fuera posible la convivencia con la alternancia, según pedía el modelo importado.
Para democratizar y compactar a la derecha, se trasladaron desde aquí a Alemania, personas demócratas liberales susceptibles de convertirse en líderes de masas. Allí recibieron formación e instrucciones. También apoyo económico.
Para aglutinar y moderar a la izquierda, el Partido Socialdemócrata alemán hizo lo propio con el PSOE y desde aquel país llegó mucho dinero para la formación de cuadros y para las campañas electorales.
Ya teníamos dos partidos para que los españoles pudiéramos comparar y elegir. Dos partidos para que el pueblo “apolítico” contemplara como se echaban los unos a los otros los trastos a la cabeza. Los españolitos de a pie, viendo el juego se iban afiliando, con o sin carnet, a una u otra oferta. Ya estaba el bipartidismo creado y nacía la pasión incondicional por el bando elegido.
La derecha seguía con franquistas en sus filas y a izquierda fue pasando del “soy socialista antes que marxista” a expresar que “rebajar impuestos es de izquierdas” hasta dejar el “socialismo” y el “obrero” solo en sus iniciales para abrazar con fe ciega las recetas monetaristas: “Lo único que es eficaz es el sector privado. Hay que ir desmantelando lo público para aponerlo al servicio de los intereses privados. El mercado dicta las reglas”.
Todo estaba en orden. Los dos partidos se habían moderado, a pesar de eso, el socialismo, para la derecha más rancia, seguía llevando rabo y cuernos, y ese demonio iba a expropiarlo todo hasta dejar al pobre trabajador sin su vivienda. La derecha para la otra parte seguía siendo, toda ella, el franquismo reencarnado.
La democracia ya estaba estructurada. Tan solo faltaba hacer algo parecido con los sindicatos y dos de ellos, UGT y CCOO, recibieron muchas ayudas institucionales y se convirtieron en los únicos interlocutores del poder en detrimento de CNT, USO, CGT y otros. Desde el poder les dieron subvenciones directas y otras vía cursos de formación. También puestos en Consejos de Administración a ellos y a las organizaciones empresariales. El dinero manaba, llenaba bocas y emitía silencios.
Con la estructura creada vino el aburguesamiento acomodaticio de todos, partidos, sindicatos e instituciones. La estructura bien engrasada daba para mucho y el dinero fluía en abundancia.
Llegó la crisis, la última crisis, la gran crisis, y con ella saltaron las alarmas, pero había que defender el modelo (sagrado, eterno e inmutable) y las órdenes venidas del organizador y financiador de esa estructura eran que había que “incrementar la productividad”, que había que “reducir los costes laborales”, que había que poner en la Constitución que lo primero es “controlar el déficit” para que los acreedores tuvieran garantizadas sus inversiones con el fin de que se creara confianza y puestos de trabajo. “No había de gastarse más de lo que se ingresa”; expresiones repetidas como mantra, precisamente por quienes nos llenaron de liquidez barata y abundante y fomentaron la especulación y el gasto.
Por debajo de todo el orden de riqueza aparente, la corrupción se iba expandiendo, a sus anchas, como una mancha de aceite por todos los rincones.
Ahora, el monstruo devora asociaciones sindicales y empresariales y partidos políticos y todas las estancias de poder e institucionales; deja las arcas públicas vacías y el dinero se escapa para ocultarse en lugares opacos y más seguros, mientras la economía sumergida campa a sus anchas y los recortes se suceden aunque eufemísticamente les llamen “reformas.”
Para solucionar el inmenso desastre, el partido en el poder que no ha dado ningún ejemplo de comportamiento ético (como tampoco su alternancia) pone los anillos de las mujeres jirafa en el cuello de las capas más débiles para que asuman, ellos y solo ellos, los costes de unos derroches y una gestión canallesca y corrupta que ha dejado con el culo al aire al país con todas sus instituciones.
La gente, cargada de sufrimiento y cabreada, ya no acepta maquillajes y entiende que lo que este país precisa es una democratización en profundidad de las reglas que corrija la injusta justicia, el reparto de cargas y sobretodo las actitudes corruptas y de falta de ética de quienes han ocupado y ocupan los puestos de poder.
El modelo está roto.
Com deia un de l'Alcora: "la democràcia és la realitat del ric i el somni del pobre". Ara em vist com a Catalunya la "democràcia" són les imposades taules de la llei. Felipe Gonzàlez admirat per mon pare. Li queia la bava quan parlava. El Pinocchio de la política de la pseudo-esquerra. El traïdor de la classe treballadora. L'home de Billy Brant i de la CIA. Avui en dia (no ha segut sempre?) el que mana no es votat i el que governa, no mana. Ja em arribat, obertament, a que els govern elegits siguen el capatassos necessaris per imposar la voluntat de Wall Street, orbe et urbi. Ucraïna és el cas més recent. Ara sembla que a Hong Kong li ha tocat el torn de la revolució dirigida des de l'Usaid. Ara la culpa de tot, segons els nostàlgics, és de Zapatero. I pobre del que se n'isca del guió, Lumumba, Sankara, Ben Barka, Salvador Allende, inclosos Saddam i Gadaffi, són un mostrari del que fan els terroristes otanesputanescos sota les ordes de Wall Street o dues famílies els Ros.i Rock.