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Per J. P. Enrique
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Polonia, apuntes de un viaje

    Si me pidieran cuatro palabras para resumir un país como Polonia, yo anotaría Exterminio, Lengua, Religiosidad y Reconstrucción.

    Polonia ha sido la cuna de Chopin, Schopenhauer, Grass, Fahrenheit y Copérnico. Este último tuvo que sufrir el rechazo de una sociedad que anteponía sus creencias religiosas a la ciencia.

    Polonia es el país de la complicada lengua que acentúa las consonantes y es austera en la utilización de vocales.

    Las fronteras actuales de Polonia quedaron definidas tras la Segunda Guerra Mundial que estalló precisamente allí y dentro de ellas el país quedó convertido en montones de escombros que se mezclaban con decenas de miles de muertos.

    Instalada en el centro de Europa, este país ha sufrido invasiones a lo largo de su historia. La peor, sin duda, fue la de un loco racista, Adolf Hitler, que estaba empeñado en extender sus dominios y perseguir a quienes pudieran contaminar a la “pura” raza aria. Se cebó especialmente en polacos, soviéticos, judíos, gitanos y deficientes.

    Cuando otros de sus barracones de encarcelamiento se quedaron pequeños, ocupó las instalaciones militares polacas de Auschwitz para convertirlas en centro de exterminio. Allí se torturaba, se dejaba morir a la gente en habitáculos muy pequeños, se fusilaba, se experimentaba con seres humanos,… Antes de llevarles a la muerte se les despojaba de sus enseres y se les cortaban sus cabelleras para utilizarlas como materia prima para confeccionar tejidos. A los más fuertes se les usaba como fuerza de trabajo hasta que morían extenuados.

    En Auschwitz pueden verse amontonadas las maletas, las cabelleras, los zapatos y enseres para el aseo personal de las víctimas, en unas extensas salas resguardadas por un cristal.

    Auschwitz hiela la sangre a cuantos allí acuden. Resulta difícil contemplar aquellos objetos repletos de frialdad y fotografías de los rostros de niños que, cogidos de la mano, caminan asustados en formación hacia una muerte cierta.

    El exterminio allí empezó con los gitanos, los polacos y otras razas que los nazis consideraban “impuras”. Después vinieron los judíos No se sabe con certeza cuanta gente murió víctima del horror del holocausto.

    Auschwitz se asocia en nuestras mentes al exterminio judío. No es esa la verdad. Hitler practicó el horror con ellos, pero no solo con ellos, aunque libros y películas que se escriben y ruedan cada año narren su sufrimiento como únicas víctimas.

    Hoy, Israel manda a sus jóvenes a visitar esos campos tristes de la historia reciente mientras practica la ocupación de un suelo que no les pertenece, mientras con su poderoso ejército mantiene bloqueados por tierra y mar a los gazatíes privándoles de recibir ayudas y materiales básicos, mientras destruye impunemente las viviendas familiares de los jóvenes que les lanzan piedras y les atacan con armas rudimentarias, después de abatirlos como a animales ¿por qué decimos abatirlos en lugar de asesinarlos? Cuando no mueren con las balas, los palestinos son detenidos y torturados. Algún día, si llega la paz algún día, otro museo recogerá los sufrimientos de ese pueblo. Algún día, quizás algún día, los jóvenes judíos conocerán el número de resoluciones de la ONU condenando a Israel por lo que hace desde 1947.

    Centrémonos en Polonia. Dije de ella que otra palabra que yo usaría para definirla es reconstrucción. Una reconstrucción que llegó tras quedar el país convertido en una montaña de escombros tras su liberación por las fuerzas soviéticas que aprovecharon para anclarla en su órbita. Hoy los polacos rechazan a los rusos, se abrazan a los alemanes y consideran que aquel horror que sufrieron fue obra de un puñado de locos.

    En aquel periodo de la historia, bajo el comunismo soviético, el Estado se convirtió en dueño de todo y con los ingresos de su siderurgia, su industria naval y su abundante carbón, cubrió las necesidades básicas de sus habitantes, dejándoles con unos salarios muy bajos de los que aún les deducía una parte para la reconstrucción del país.

    El sueño de inventar una sociedad sin explotadores devengó en un Estado paternalista y autoritario que determinaba si había que comer pollo o legumbres y que se encargaba de fijar los precios, marcar los salarios, anular la discrepancia y racionar lo que escaseaba.

    En el lado positivo de la balanza, lo trabajadores recibían calefacción a precios muy baratos, vivienda, artículos de primera necesidad, y sanidad y educación gratuitas. También se ocupaba de promocionar la música y el deporte. No había estímulos para mejorar el nivel de vida y el mayor premio era mandar a los obreros más productivos a un balneario o un hotel.

    Las primeras protestas que marcaron el fin del sistema se forjaron en Gdansk. Allí 27.000 trabajadores, impulsados por el arzobispo y liderados por Lech Walesa (que oía misa y comulgaba por la mañana y se manifestaba por las tardes) se enfrentaron al poder establecido con continuas manifestaciones que se extendieron por todo el país. La iglesia, con la visita de Wojtyla como Papa en 1979 tuvo un papel importante en el desarrollo de los acontecimientos y en su apoyo a Solidaridad, el sindicato fundado por Walesa.

    Muchas fuerzas confluyeron en aquel entonces en el país. Además del prominente papel de la Iglesia católica, astilleros y mineros desafiaron a Ley Marcial. También los estudiantes, en ciudades como Wroclaw con la insignia de un enano en sus camisetas, sortearon la Ley marcial realizando marchas para repartir entre la población productos básicos como papel higiénico o comida. La pregunta es quien les facilitaba a ellos lo que no podía encontrarse en las tiendas.

    Finalmente, no sin pasar antes por una represión que dejó 27 muertos, el poder omnívoro del Estado se derrumbó y se celebraron elecciones el 4 de junio de 1989. El nuevo gobierno hizo caja vendiendo todo lo que el Estado había acumulado durante años.

    Hoy los polacos viven bajo un capitalismo radical que despide a los trabajadores sin trabas y que de momento aun respeta la educación gratuita. La vecina Alemania dispone allí de abundante mano de obra cualificada y barata que aprovechan sus grandes empresas automovilísticas. Los sueldos que reciben los polacos (400 euros mensuales de salario base) les estimulan para trabajar muchas horas para conseguir dinero y poder pagar alquileres, calefacción y comida. Servicios tan necesarios como caros. Su mano de obra juvenil, bien formada, se marcha a Suecia o a Alemania en donde los salarios que perciben se multiplican por cuatro o más. El resultado es que el paro en algunas zonas privilegiadas está en el 4% y la media del país no llega al 10%. En el astillero privado de Gdansk quedan 1.700 trabajadores. También son hoy la mitad los mineros del abundante y contaminante carbón.

    Los escaparates de las sedes de lo que fueron los organismos oficiales del régimen hoy pertenecen a Loewe, Luis Vuitton, Versace, Cristian Dior, …. En hipermercados como Carrefour y Biedronka pueden verse personas de muy avanzada edad situadas en puestos de caja. No se quejan de salario, se quejan de la escasez de personal que les obliga a duras jornadas laborales. También pueden verse a mujeres al cuidado de urinarios públicos en donde han aprendido a cobrar 2 zlotys (que equivalen a 1/2 euro) a quienes allí acuden.

    Hay que señalar que, por fortuna, la reconstrucción del país se hizo respetando los modelos anteriores. Así se ha hecho en la Ciudad Vieja de Varsovia, destruida en 1944 y hoy Patrimonio de la Humanidad.

    En Croacia son curiosas las minas de sal de Wieliczka, con sus esculturas talladas en ese elemento. Es en Gdansk, junto al Báltico, en donde las casas reconstruidas, con fachadas renacentistas, aunque el visitante ya las haya visto en los centros urbanos de Cracovia, Wroclaw, Poznan, Torun y Varsovia, producen una grata sensación. Quiero resaltar la curiosidad en Wroclaw (o Breslavia) de haber instalado en sus calles pequeños y simpáticos enanos en actitudes que hacen referencia al lugar en donde están. Como ya todo está inventado pienso que podría ser una buena idea que nuestros artistas locales diseñaran cerditos leyendo, paseando o haciendo deporte para que, una vez fundidos en metal, instalarlos anclados en diferentes puntos de la ciudad.

    Polonia, desde que pertenece a la CEE, ha venido siendo gobernada por el liberal Donald Tusk, bajo cuyo mandado el PIB creció un 25%, dejando trabajadores con contratos basura, familias endeudadas, jóvenes con hipotecas impagables en francos suizos y un enorme incremento de la desigualdad social.

    En la sociedad se palpa una masiva asistencia de fieles a las iglesias y sobre todo al santuario de la Virgen negra de Czestochowa de la que fue muy devoto Juan Pablo II. El país tiene a Radio María como emisora predilecta.

    Los polacos acaban de cambiar su gobierno liberal por el del partido ultraconservador “Ley y Justicia”, liderado por Szydio, detrás de la cual se esconde el gemelo Kaczynski que rechaza a los inmigrantes, estrecha lazos con el radical húngaro Víctor Orban y se opone “a la Europa liberal de la homosexualidad, el aborto y del fin del catolicismo.”

    EL ÓRDAGO CATALAN

    El anunciado órdago catalán ya está sobre la mesa. El máximo responsable de que las cosas hayan llegado hasta donde han llegado es un gobierno presidido por una persona que se ha caracterizado por su inmovilismo y falta de iniciativa y visión política que solo es capaz de hablar de leyes y legalidad. Ante el desarrollo de los acontecimientos sigue en sus trece. “No van a conseguir nada mientras yo esté aquí”. (También estaba ahí cuando dijo que no se celebraría el referéndum y el referéndum se celebró.)

    Mientras al otro lado hay un plan perfectamente trazado, este gobierno no solo no ha sabido anticiparse a los acontecimientos sino que se ha convertido en una máquina de fabricar independentistas. En cuatro años de gobierno de Rajoy, el número de ellos se ha duplicado.

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    comentaris 9 comentaris
    paco planelles
    paco planelles
    05/11/2015 11:11
    La razón

    Todo el mundo tiene razón y el que no la tiene, la pide presta. Lo cierto es que hay tres cosas que no se valoran hasta que se pierden el bienestar, la salud, y la libertad

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