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Per J. P. Enrique
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Pamplonicas y Ronaldos

    Enloquecemos corriendo en el encierro pamplonica, al lado de unos asustados e indefensos animales que huyen casi sin ver o que, rezagados de la manada  cornean a lo que se mueve alrededor para protegerse. Un revolcón, seis contusionados, tres heridos… un muerto. Con el percance el prestigio de la ganadería aumenta y también su cotización. Son las especias que condimentan el atractivo de una fiesta, orgía de sangre y sufrimientos. Por morbo, por conocer lo que pasa o pueda pasar, algunos amigos de las sábanas madrugan para no perderse el acontecimiento pamplonica, un día y otro día, como reporteros ávidos de noticias, a la espera del tesoro escondido que aparece siempre cuando se roza o se consuma la tragedia. Similar dosis de interés está detrás de cualquier otra fiesta taurina que perdería mucho si existiera la completa garantía de que no hay ningún riesgo para los atrevidos actores.

    Enloquecemos cuando nos reunimos 100.000 personas para ver en un estadio a un millonario llamado Cristiano Ronaldo, ya de todos conocido por sus repetitivas apariciones en los noticiarios televisivos, que acude, no para mostrar las simples habilidades para las que está dotado, sino para que escuchemos de él en un mal castellano, pronunciado entre ovaciones de la hinchada, unas palabras que repitió en su anterior  fichaje por otro club y que seguirá pronunciando en el próximo: “Siempre he querido estar en este equipo que es el más grande”. Mientras el inmenso coro aplaude al grito de Alémdrí y empieza a comprar camisetas muy caras, con un nombre y un número, sin opciones para ninguna rifa.

    Enloquecemos y nos quedamos inertes mientras el gobierno se vuelca con los Bancos que perdieron su tradicional prudencia en el camino, mandándoles botes salvavidas que conforman cordilleras de billetes,  para que no quiebren y cunda el pánico entre millones de ahorradores. Entre tanta borrachera de billetes, las entidades financieras, pese a todo, continúan  al borde del precipicio sin permitir que fluya el crédito, motor y savia de la actividad económica, que permitiría al comerciante reformar su tienda, al licenciado montar su despacho, al parado reducir la cuota de su hipoteca, al taller mantener sus seis puestos de trabajo y al ama de casa descansar yéndose de vacaciones. Y curiosamente, todos los afectados sufridores víctimas de la ausencia de crédito se reúnen, no para protestar por su situación, sino para aplaudir  enloquecidos a un millonario futbolista, en pantalón corto, al que el equipo de su vida ha pagado una barbaridad utilizando un crédito que los bancos, sin dudarlo esta vez  ni un momento, sí le han concedido al club.

    Enloquecemos cuando nos afiliamos a un partido político y decimos que sí a la energía nuclear cuando el manual de respuestas ha dicho que sí, diciendo no cuando el manual dice lo contrario. Enloquecemos cuando vemos que es malo todo lo que dicen los contrarios y bueno lo que sale de nosotros, fijándonos en la paja sin ver la viga. Viendo con total nitidez la basura de los demás y cerrando los ojos ante la nuestra. Enloquecemos cuando odiamos al contrincante y adoramos a nuestros ídolos digan lo que digan y hagan lo que hagan, roben lo que roben y abusen lo que abusen desde su cargo, porque “son de los nuestros” y  porque siempre tendremos una respuesta a mano en “el manual” que nos hará ver las cosas de otra manera, utilizando el matiz adecuado.

    Una de mis locuras es que no me apasiona ni el futbol, ni los toros, ni  quienes ejercen el poder. Lejos de ser mitómano (a pesar de contar con la amistad con personajes como el cineasta Luis G. Berlanga y haberla compartido con actores de la talla de  López Vázquez) siempre he preferido el compañero al jefe, a quien  de forma enfermiza,  he evitado alguna vez hasta saludar para que no piense que le estoy haciendo “la pelota”. No creo en ídolos, ni en que el jefe sea más listo que el subordinado, ni que siempre tenga razón. Tal vez porque tengo aversión por el acercamiento al poder, apunté al botánico Roberto Roselló  que en su buen artículo sobre la “fauna” burrianense no debió olvidar una subespecie de personajes despreciables: Els llepaculs, mamóns o tal vez “lenguados” (para que encaje en la fauna de la que es experto el  buen escritor) que tanto abunda merodeando alrededor de  todo lo que es poder, por pequeño o insignificante que sea. No tengo ídolos ni nada que se le parezca pero si tuviera que destacar a alguien en mi agenda lo haría por su no violencia, por su sabiduría, por su entrega, por sus versos, por su capacidad de trabajo o  por su amor a los pobres y anotaría: Gandhi, Hawkins, Teresa de Calcuta, Machado, Garzón o Vicente Ferrer. Si  he aparcado en un baúl a los ídolos  del pié, a los políticos  y a los que juegan con un toro, imagínense  en qué lugar sitúo al centenar de famosos que corretean por las radios y  los platós de televisión explicando sus divorcios, sus desavenencias y sus ligues. Mejor dejar los calificativos dormidos en el diccionario de la Real Academia Española o en el diccionario de Camilo José Cela.

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    comentaris 2 comentaris
    miguel bataller
    miguel bataller
    21/07/2009 12:07
    sensatez, ponderacion y objetividad.

    Me encanta leer tus reflexiones, porque suelen ser enormemente sensatas, justas y educativas. No obstante, en este articulo, desde mi punto de vista,incluyes a Garzon en un lugar que no le corresponde. Me parece muy bien que tu lo idolatres......y quizas tengas razones subjetivas para hacerlo, pero no alcanza ni de lejos, la calidad humana de las demas personas que mencionas , y cuya admiracion comparto contigo. Garzón, sólo tiene un merito enorme, desde mi punto de vista. Conoce la legalidad vigente, mejor que nadie, y desde ese conocimiento, no pierde oportunidad para utilizarla y usar las grietas que deja la legislación, para imponer la Ley por encima de la Justicia. No todo lo legal es justo....por muy legal que sea. Y te agradezco que me hayas estimulado las neuronas en ese sentido, porque muy probablemente, altere mis intenciones, y la columna mia de esta semana, trate sobre este tema. La calidad humana,y politica de Garzonla las dudo. La legal no.

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