Una multinacional. Unos trabajadores
Antes de acudir a su entrevista de trabajo estaba muy contenta y un poco nerviosa porque consideraba que el trabajo era una buena oportunidad que no podía desaprovechar. “Deseadme suerte” decía a los amigos y familiares con los que se encontró la víspera de su importante cita.
De la entrevista salió muy contenta. La habían aceptado y podía incorporarse el día siguiente al trabajo.
Cuando me lo contó, después de su segunda jornada laboral, le pregunté si le habían impartido algún cursillo sobre ventas para empaparse de los puntos fuertes del producto con el fin de poder cerrar las objeciones del cliente y así facilitarle las ventas.
Me dijo que no, que le habían dicho que el primer día fuera con otra vendedora y que viera como lo hace. Al segundo día ya le habían dado un listado de potenciales clientes a los que visitar.
Elena estaba muy animada y quería hacer bien su trabajo. A una de las dudas que le planteó a su jefe sobre el coste de contratación, él le respondió que “esa información debía obviarla porque lo que se trata es de que el cliente firme el contrato. Luego en la factura ya le vendrá ese coste, para pagarlo en cinco años tal como figura en el documento”.
El cuarto día, no haciendo caso a su jefe y dando información clara a los vecinos con los que se entrevistó, ya había cerrado una venta y tenía otra a punto de firmarse. A pesar del éxito comercial sus dudas empezaron a crecer: Le habían prometido cobrar 900 euros al mes en un contrato de seis meses en horario de 5 a 9 de la tarde, con la obligación de hacer seis ventas al mes y esa relación laboral no figuraba en ningún documento.
Vamos a ver -le dije- tú estás en el paro cobrando una ayuda familiar de 400 euros al mes por tus dos hijos pequeños, si no has firmado ningún documento significa que estás trabajando en negro y estás sin saber, por escrito, en qué condiciones laborales te han contratado.
Elena me dijo entonces que no sabía nada más de la empresa que la contrataba que tenía alquilado un pequeño despacho en cuyo portal, ni en el timbre de la puerta, no figuraba ningún nombre.
Deduje que podía tratarse de una empresa que trabajaba para la multinacional Gasproom, dedicada a contratar a jóvenes desesperados para utilizarlos, mediante una relación laboral poco clara.
Supuse que, tras ponerla a prueba, le harían un contrato como trabajador autónomo para que fuera ella la que cotizase a la Seguridad Social, deduciéndose ese coste de los 900 euros que cobraría por los seis contratos que debía aportar como mínimo cada mes.
Elena, ya mosqueada, averiguó algo más. Habló con sus amistades y se enteró de que una conocida suya estuvo trabajando en la misma empresa y que el mes que solo hizo dos contratos no cobró nada. Otra conocida suya tiene actualmente problemas con la Seguridad Social que le reclama ahora 5.000 euros porque no se enteró del contrato laboral que había firmado.
Con todos los cabos atados, le aconsejé que fuera ella y sus compañeras a denunciar al “empresario” de la prestigiosa empresa multinacional. Me dijo que no podía hacerlo y que no quería meterse en líos judiciales “para no conseguir otra cosa que no fueran gastos de abogados”.
Para acabar mi escrito quiero confirmar que lo que aquí les cuento acaba de ocurrir, es totalmente real y lo conozco porque mi fuente es de toda solvencia. Solo están cambiados en mi escrito algunos datos insignificantes.
He de añadir que es muy lamentable que con una legislación laboral tan permisiva para contratar, con trabajos devaluados, a gente desesperada dispuesta a ilusionarse y cogerse a lo que sea, haya empresarios que actúen de forma tan oscura y repugnante trabajando para empresas de prestigio como Gasproom que seguramente ni lo sabe ni le importa.
Demasiados sinvergüenzas andan sueltos aprovechándose de quienes necesitan tener ingresos.
NUESTRAS CAJAS DE AHORROS. NUESTRAS CAJAS RURALES
Tengo desde hace décadas una cuenta en la Caja Rural por aquello de colaborar con lo nuestro.
En Diciembre pasado, la entidad nuestra que no lo es, me mandó una carta anunciándome que me cobraría 30 euros en 2012 por “gastos de mantenimiento”.
Acudí entonces a cancelar la cuenta que ellos se habían propuesto apropiarse vía comisiones y me dijeron que tenía que esperar hasta mediados de febrero.
Estos días he acudido de nuevo a la CR a cancelar dicha cuenta y la amable empleada que me atiende me explica ¡que bien se explican los bancarios! que los 25 euros que ya me han cargado, corresponden al año 2011 y que además me ha de restar 30 euros por comisión de mantenimiento del año 2012.
¡Como está la banca! ¿Dónde está aquello tan cercano y tan social que fueron nuestras Cajas Rurales y de Ahorros?
Después que Vd. nos contara una historia triste y deplorable he querido yo contarle otra que tambien es actual y nos enseña que aún queda esperanza, que no todo es malo ni está perdido. Es bueno que una señora se alegre de poder trabajar 3 dias limpiando escaleras. Eso indica que aún hay posibilidades. Lo malo es cuando se pierde toda esperanza que por dura que sea la realidad, nunca se debe perder. Si estamos así es por culpa de los Gobiernos, de derechas o de izquierdas igual da. Son ellos los que se han dejado corromper por la avaricia de los bancos, por la voracidad de los sindicatos y sobre todo, por no saber administrar el dinero público. Con su propaganda del Estado de Bienestar nos han hecho creer que eramos todos ricos, que no hacía falta trabajar tanto para tener lo público gratis. Ahora resulta que no eramos tan ricos, que rendimos poco y no somos competitivos y que lo público cuesta una pasta y nadie sabe de donde sacarla. Estabamos y estamos gobernados por irresponsables