Hugo Chávez, del diez al cero/ Calabazas a Francisco

El Rey, cazador clandestino y amigo íntimo de una guapa princesa, le mandó callar. Hablaba por los codos. Durante largas horas hablaba y hablaba en un programa de su televisión. Hablaba y hablaba también en los foros internacionales en donde se mostró siempre amigo de sus amigos y muy duro con sus enemigos a los que llamó fascistas y demonios.

Se ha dicho de él que modificó la Constitución a su medida, que ninguneó a la oposición, que controló a jueces y fiscales, que gastó dinero a manos llenas, que la economía es un caos, que utilizaba sus recursos para influir en otros países, que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, que su partido votaba sumiso siguiendo sus órdenes,…

Aquí también, los partidos que nos gobiernan desde la transición, se han puesto de acuerdo para cambiar en una noche la Constitución para favorecer los intereses de los países ricos del norte que veían peligrar sus cuantiosas inversiones hechas irresponsablemente. Aquí también el partido gobernante ningunea a los españoles y a toda la oposición y se reparte, con el socio con el que suele intercambiar el poder, los cromos de jueces y fiscales: “Esta plaza para ti, aquella para mí. Cinco jueces los eliges tu, cinco yo.” Aquí también los que nos han gobernado han gastado a manos llenas. Aquí se roba a los pobres para dárselo a los ricos y se hacen leyes para absolverlos (léase Alfredo Saiz). Aquí los diputados de un partido votan según les indican, hasta tal punto que pienso si no sería mejor que la Cámara quedase con un solo diputado del PP y un vale de 186 votos y otro del PSOE con un vale de 110 y que los elegidos se quedaran en su casa ahorrándonos a todos mucho dinero.

Allá hay más datos: La pobreza se ha reducido a la mitad. Las pensiones se han multiplicado por cinco y la salud pública ha alcanzado el 2,21 % de PIB gracias al intercambio de petróleo por médicos cubanos. Hay inseguridad y delincuencia y el Estado ha nacionalizado bancos, eléctricas, refinerías y hasta comercios.

Acá hay más datos: La pobreza crece, la inversión en sanidad y enseñanza decrecen. Tenemos una altísima población carcelaria. El Estado no dispone de dinero para comprar nada; ha desnacionalizado todo para pagar a los acreedores “respetando sus legítimos derechos”. Además, se ha empezado a experimentar, en Chipre (Europa), a nacionalizar los ahorros.

Allá, Chávez ha utilizado a una legión de pobres, antes ninguneados, a los que ha elevado de nivel para apoyarse en ellos y ser reelegido, una y otra vez.

Acá la clase media está siendo destruida y solo la minoría que es capaz de mover su dinero a lugares más seguros, se está beneficiando de unas reformas que incrementan la riqueza de los más ricos y hunden en la pobreza a los más pobres.

Un compañero venezolano con el que compartí varias etapas en el Camino de Santiago, me decía de Chávez que era peor que el cáncer que finalmente ha acabado con su vida. Coincidimos en que era autoritario pero no menos que la oposición que gritó vivas al golpista Carmona.

Después de ver como se han sumado al sepelio del repetidamente llamado dictador, más de treinta líderes mundiales (al nuestro solo le acompañó el Pinochet que tenía la buena costumbre de comulgar por la mañana y arrojar opositores al mar por la tarde) y hasta ha ido a acompañarle, en su despedida, el hijo de quien le ordenó callar, he de pensar que ni los malos son tan malos como nos los pintan ni los buenos van sobrados de virtudes como la propaganda que nos inunda se encarga de definir a unos y a otros.

Amelia dio calabazas a Francisco

Este jesuita bonaerense, conocedor de los nocheros de la capital argentina y de las barriadas más pobres, pinta bien. Pinta bien porque puede ser un revulsivo para una iglesia demasiado amiga de poder y del dinero, alejada de sus principios, en donde se acumulan intrigas y escándalos.

Que el nuevo pastor de la ciudad de los tangos venga de ocupar una modesta vivienda, de utilizar el transporte público para visitar a los enfermos, de organizar su agenda sin secretarios, de hacerse él mismo su propia comida, de denunciar la nefasta alianza del dinero y el poder, de decir que los derechos humanos los violan “las estructuras injustas que originan grandes desigualdades” y que “quiere una iglesia pobre para los pobres” (algo lógico que yo he dicho alguna vez irritando a lectores más papistas que el Papa) , este cura, a pesar de sus puntos oscuros, pinta bien, aunque siga siendo un “pastor rodeado de lobos” en una institución en la que tiene que intentar despertar a un “Dios que parece dormido”.

Bienvenido el Papa, con zapatos viejos y sin cruz de oro, que viene adornado de sencillez, sobriedad y humildad; un Papa que, después de decir a sus paisanos que “gasten el dinero de viajar a Roma en atender necesidades sociales”, no será extraño que diga a algunas órdenes religiosas que se dejen de tracas y vuelvan a sus orígenes fundacionales.

Este Papa, tal vez guiado hacia su destino desde la infancia (cuando Amelia, la que pudo ser su novia, le dio calabazas) pinta muy bien, y con sus palabras y sus gestos simples parece haber devuelto la esperanza a una religión en crisis. Esperemos que pueda trabajar. Un antecesor suyo, Juan Pablo I, que también pintaba bien, duró solo 39 días.