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Per J. P. Enrique
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Hablando de política y de mi partido

    Pertenezco al PUMM. Un partido sin ídolos, ni  verdades absolutas, ni creencias ciegas, ni guiones preestablecidos, ni ideario inmutable. Un partido, dispuesto a escuchar y modificar sus principios, que intenta bucear entre el mar de propaganda, que lo invade todo, para que cada afiliado extraiga sus propias conclusiones. Tarea harto difícil ya que las palabras, los discursos y hasta la información de radio y prensa, tienen siempre una orientación  interesada, siempre en busca de votos.

    Mi partido mira al poderoso sin adorarle y está más cerca del débil que del fuerte. Mi partido sabe que quien roba diez animales de granja es un ladrón, pero no quiere para él más castigo  que el que se le deba aplicar a quien roba cien euros a las arcas públicas, con atuendo poco sospechoso (en una compra  de mil euros  que ha convenido pagar sin IVA, para que la empresa se ahorre el impuesto de sociedades y él  ciento sesenta euros). Aunque, tal vez yo, como afectado, debería pedir endurecer los castigos por robos de gallinas.

    Mi partido no mira a “los suyos”, cerrando los ojos  y  perdonándoles todo, mientras indaga en “los otros”, acusándoles y odiándoles con desprecio absoluto, sin piedad, sin un solo matiz, ni una sola concesión ni un debate abierto enriquecedor.

    Mi partido no adoctrina a sus afiliados, ni busca entrar en política  para forrarse; ni siquiera pretende entrar en política. Por eso me cuesta entender que en las pasadas elecciones municipales, tres formaciones políticas de distinto signo, trataran de absorberlo.

    Mi partido ve mejor de cerca que de lejos. Es por eso que dirige sus críticas más sobre los políticos que tenemos al lado que sobre los que habitan en otros estratos superiores.

    Mi partido intenta cuestionarlo todo. Sin verdades irrefutables, tradiciones perennes, ni valores absolutos. Mi partido busca entender las cosas desde la razón y no adora al becerro de oro, ni a Alá, ni al político oscuro, ni al  de la mitra y vida cómoda. Mi partido se fija en Vicente Ferrer de la India, en el padre  Ricardo  de Castellón, en la madre Teresa de Calcuta, en el Dalai Lama de la paz interior, en la valentía del Juez Garzón, en la fe del musulmán humilde y laborioso, en los fieles que acuden a la iglesia  a rezar a la Virgen con el corazón, en  la labor de organizaciones como Intermón o Médicos sin fronteras y en el padre Anselmo desde Gao (Mali) diciendo en voz alta que “Europa obliga a los países magrebíes a frenar allí a los africanos y por eso hay gente muriendo en el desierto”. Una denuncia, de un drama humano que mi partido,  quisiera oír, desde aquí, a personalidades religiosas influyentes.

    Mi partido tiene el corazón al lado del  inmigrante pobre, al que suele rechazar tanta gente; los mismos que leen con admiración los lujos de las ricas familias saudíes, adoran a Messi, a Cristiano Ronaldo, Diarra, Higuaín o Banega  y a nuestra Reina, a los que no hay nada que reprocharles  por ser extranjeros. A mi partido no le gusta que se destaque: “se ha detenido a un ladrón rumano” sin no se añade, cuando lo es: “ladrón español”; porque mi partido denuncia al ladrón venga de donde venga y está contra el racismo y la xenofobia. Mi partido cree en unas leyes justas, donde los delitos estén en consonancia con la penas. Cree, también mi partido, en la injusticia de que prescriban los delitos  cometidos por Pepe el del Popular, el Dioni, los Albertos y tantos otros que encuentran amparo en leyes injustas.

    A mi partido se le parte el corazón cuando ve a personas que, para comer, necesitan hurgar en nuestra basura, mientras nosotros les esquivamos con desprecio. Creemos, en mi partido, que todo el mundo debiera tener derecho a un plato de  sopa y  un colchón. Mi partido mira a su alrededor y trata de entender a los perdedores. Mi partido cree que los hombres son buenos o malos por sus actos y no  por el color de su piel o por su accidental lugar de  nacimiento.

    Mi partido no cree que tengan que soportar las consecuencias de la crisis los trabajadores, los jóvenes  y los pensionistas, mientras que los que la han provocado sigan en sus Consejos de Administración aumentándose los sueldos, año tras año, con los beneficios que generan, y haciendo lo mismo cuando no los generan, con las ayudas que les da el Estado.

    Mi  partido cree, en contra de la moda, que sí deben cobrarse impuestos proporcionalmente a los ingresos de cada uno, porque el Estado debe disponer de recursos suficientes para inversiones públicas como escuelas, guarderías, Ley de Dependencia, ayuda a mujeres maltratadas y hospitales (aunque tal  vez yo, que soy abstemio de médicos y medicinas, desde los 20 años, quizás debería pensar: “que cada cual se pague sus dolencias”).

    Mi partido cuando discrepa lo hace tratando de no insultar. No tiene perjuicios contra catalanes, el catalán, los vascos o el vasco. Tampoco odia a Rajoy ni a Zapatero, ni coloca en un pedestal a uno o al otro.

    Mi partido es ecologista, y  cree que hay que limitar el derroche de recursos; el agua y el aire utilizados deben devolverse limpios. Hay que reciclar, evitar los transgénicos, el abuso de conservantes en la cadena alimentaria y pesticidas en los cultivos. Es decir: poner por delante del mercado al  bienestar del individuo. Que los intereses privados no pisoteen a los públicos.

     Considera mi partido que debe perseguirse la especulación; regularse el mercado  injusto e imperfecto y que los beneficios  obtenidos en las épocas de vacas gordas, en lugar de despilfarrarse, se utilicen  como  colchón en los tiempos malos.

    Mi partido piensa  que todos deberían entrar en política de forma altruista y no para, desde ella, servir a intereses privados y utilizarla de catapulta para introducirse en Consejos de Administración con sueldos millonarios. Los políticos que roben, abusen de su poder o no sirvan a los intereses de la ciudadanía, deberían ser castigados de manera ejemplar y no como se ha hecho con Costa y Bárcenas, cambiándoles silla como hace la Iglesia con sus pederastas o EEUU con los capos de la droga expulsándoles de un país a otro.

    Mi partido es firme partidario de que, con un país instalado para mucho tiempo, en más de cuatro millones de parados, el trabajo se debería redistribuir y  los políticos dar ejemplo de austeridad en sueldos, en  gastos, privilegios y asesores.

    Mi partido, el PUMM, (Partido Unitario de Mi Mismo)  es un partido, cargado de ideología con la misma carga ideológica de quienes discrepan pensando de otro modo. Los valores de mi partido son la razón, la honradez, la verdad, el respeto, la tolerancia, la libertad, la solidaridad, la justicia…un partido con muchos sueños y poco  futuro, al menos en los tiempos actuales.

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    20/03/2010 09:03
    comunicación

    Enrique me gustaría comunicarme contigo. Si en algún momento lo consideras oportuno mi E-mail Paco@adinet.com.uy

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