Los derechos laborales de ayer a hoy
Ya en los tiempos del último dictador, algunos trabajadores elitistas (funcionarios, empresas eléctricas, banca o sanidad) disfrutaban de derechos económicos. La España de la dictadura y la Europa democrática, temían los vientos que se expandían desde Rusia.
Los representantes de los trabajadores, con la democracia, se organizaron en sindicatos libres que negociaron convenios colectivos. Los trabajadores lograron disfrutar de días de vacaciones, de aportaciones a planes de pensiones, de protección sanitaria, etc. Surgieron las clases medias. La nómina era una puerta abierta para acceder a los bienes de consumo y los bancos daban facilidades crediticitas para adquirir una vivienda, un ordenador o un coche.
Los trabajadores más privilegiados disfrutaron de mayores beneficios. En menor medida las rentas llegaron a amplísimos sectores laborales. Trabajar en el campo tenía protección, e ir a coger naranjas era muy, muy rentable en un huerto en buenas condiciones.
Los derechos laborales, en la Europa del bienestar, fueron creciendo y se llegó a las jornadas de 35 horas semanales. Fueron tiempos en los que los gobiernos europeos miraban de reojo a una ideología inventada por Carlos Marx que hablada de explotación laboral y de plusvalías. Los gobiernos de la Europa Occidental, preocupados en apagar la peligrosa mecha comunista estuvieron de acuerdo en que los trabajadores ganaran en derechos. Eran tiempos de la Europa social y democrática.
Todo fue bien hasta que aquel nunca alcanzado paraíso de los trabajadores comunistas se derrumbó en un desplome simbolizado por la caída del muro de Berlín.
A partir de ese derrumbe, ya sin competencia, a este lado se empezó a desmontar el ramillete de los derechos laborales logrado durante años. Reforma laboral tras reforma laboral, aprovechando la crisis, aquellos derechos han dejado de serlo. De aquel fugaz paraíso del mundo libre hoy todo vuelve a ser como siempre fue a lo largo de la Historia: Un trabajador está ahí para trabajar y para trabajar duro. A cambio de eso recibe un salario. No tiene derecho a nada más.
Hoy se contrata para llenar cajones de 20 kilos y cargarlos a un camión. El trabajador puede ganar 20 euros en un día y quedará lo que le quede tras pagar a quien le lleva en una furgoneta y el alquiler de un camastro para dormir después de haber pagado impuestos al comprarse la barra de pan y un brik de leche.
Por un salario un empleado de banca debe vender una serie de productos y debe olvidarse de horarios comerciales y trabajar con dedicación. Su contrato es de 12 meses y si no está de acuerdo o no cumple en lo que le exigen, las puertas están abiertas.
Hoy, por un salario, una mujer se encarga de limpiar habitaciones de hotel a 2,5 euros el habitáculo. Debe hacerlo bien sino el empresario buscará a otra. No vale el “hoy me duele la cabeza o tengo la regla.”
Por un salario de 500 euros mensuales se trabaja en un bar todas las horas que sean necesarias, festivos incluidos. Con suerte le dejaran una habitación en la que poder descansar en sus ratos libres.
Para ganarse un salario, el piloto de avión debe ser autónomo y que así la empresa que lo necesite para conducir un Boing o un DC9 lo contrate cuando lo necesite.
Para ganarse un salario a un trabajador se le exige total disponibilidad a cambio ser contratado cuando sea necesario: “Pepe, mañana te espero de 7 a 8 de la mañana y por la noche de 12 a 2.” Cuando durante tres meses Pepe no recibe ninguna llamada, está muy claro que debe darse por despedido.
Por un salario, por cualquier salario, compiten hoy entre sí muchos necesitados. Un avispado empresario ofrecía un puesto de trabajo y se anunció así en la prensa: “Ofrezco trabajo no cualificado durante doce meses. Llamaré para ocuparlo a quien solicite el menor salario”.
Por obtener (si obtiene) unos ingresos, al asalariado le obligan a convertirse en autónomo y trabaja anclado a un camión o a un chiringuito para la venta de periódicos o para estar disponible como mecánico al servicio de una empresa.
Para que los trabajadores sobrevivan, han aparecido en la rica Alemania los mini jobs, un modelo de éxito que se propaga por Inglaterra, Polonia, España, Hungría,..
De momento no es necesario recuperar la figura del capataz que, subido a un caballo y con un látigo en la mano, se ocupaba de incrementar la productividad de sus asalariados. ¡De momento! Se utilizará cuando las circunstancias lo requieran. Tal vez cuando los trabajadores pretendan que el salario les dé para comer y su rendimiento sea más bajo que el de los peones de Mali.
De momento es suficiente con ver como unos trabajadores se pelean con otros a los que culpan de los bajos sueldos o de estar parados.
Un país que crea puestos de trabajo en la hostelería, en el automóvil y en la agricultura y que basa su competitividad en los precios y no en el valor añadido del producto, solo puede funcionar con salarios de miseria. Esa es la recuperación económica de la que nos hablan.
Por otro lado, que el trabajo necesario para satisfacer el mínimo vital sea objeto de oferta-demanda, a mi me produce cierta repugnancia. Otra cosa es que la disputa por tener a un gran científico, médico o genio de la informática, eleve sus precios o los baje. Si la sociedad no es capaz de satisfacer los mínimos que precisa una persona y no puede atender las necesidades básicas de otra que ha nacido con una tara, esto no es una sociedad esto es la ley del mas fuerte y "sálvese quien pueda". Por ahí, igual salvarse es defenderse y lanzar piedras.