Del pan y circo al circo sin pan
Ya los romanos tuvieron claro que al pueblo había que darle pan y circo. Pan y circo para que trabajaran, comieran y estuvieran entretenidos, dejándoles a ellos en paz divertidos con sus comilonas, sus orgías, sus bacanales, sus espectáculos,… sus circos y su poder.
Hoy, los descendientes de aquellos poderosos (que, dicho sea de paso, comían tanto que, atiborrados de colesterol, morían jóvenes; tan jóvenes como su pueblo que se alimentaba solo de pan) siguen en las élites del poder político y económico haciendo prácticamente lo mismo que sus antepasados.
¿Pan y circo? ¡No! Estos han ido más allá y ahora aprietan tanto que siguen dándonos circo pero han decidido dejarnos sin pan. Porque han llegado a la conclusión que el pan que nos dieron fue demasiado abundante. Nos lo dieron abundante en los tiempos en los que unos soñadores, cargados de utopía, creyeron en doctrinas revolucionarias que se expandían como el aceite. Tras el asalto al Palacio de Invierno, aquellos parias de obnubiladas fantasías, habían contagiado de sus ideales utópicos a países como Italia, España, Francia o Inglaterra, y las élites privilegiadas temieron por sus bienes y por su seguridad y… fueron generosas, muy generosas,… demasiado generosas.
Se inventaron lo de la “Europa Social” para designar un bienestar, entregado en graciosa concesión, para frenar con balizas un viento del este que pretendía romper el orden establecido. Al pueblo, en esos años, le dieron seguridad social, derecho a cobrar un subsidio de desempleo, ayudas por cada hijo, becas, pensiones, ayudas escolares, semana laboral de 35 horas, etc. etc… y aquellos plebeyos, insaciables, pedían cada vez más.
Las ayudas, luego convertidas en derechos, fueron creciendo y creciendo tanto que llegaron a darles hospitales y medicinas gratuitas; escuelas públicas para sus hijos; vacaciones pagadas,… y se atrevieron hasta subvencionar a los cuidadores de personas mayores que no podían valerse por sí mismas y les permitieron trabajar solo de lunes a viernes en jornadas de siete horas con almuerzo incluido. Fueron demasiado lejos.
Se había superado el límite. Con aquellas ideas revolucionarias derrotadas, la orden de ¡basta ya! rugió con toda su fuerza. ¿Convenios colectivos? ¿Derechos laborales? Pero… ¿qué se han creído Uds.? ¿No les han pagado un sueldo mientras han trabajado? Pues punto final. ¿Derecho a que les cuiden si están inválidos? Si cuando trabajaron no guardaron unos ahorros para prever incidencias de la vida ¿de qué derecho hablan? ¿Salario mínimo? El Estado no es quien para regular un pacto libre entre dos partes. ¿Derecho a percibir una pensión? Una persona previsora debe trabajar y guardarse algo para su jubilación. Quien no lo haga es su problema. ¿Nació su hijo deficiente? Nadie le obligó a Ud. a ser padre. Tuvo descendencia porque quiso. Aténgase a las consecuencias.
Y el romano siguió rebajando aquellas concesiones graciosas, argumentando una y otra vez que no tenía dinero, que habíamos gastado demasiado, que habíamos derrochado en exceso.
Ha pasado mucho tiempo, pero los descendientes de aquellas élites romanas, han dejado sin pan a niños pequeños que sufren, tal como no se cansan de repetirnos Cáritas, Cruz Roja y organizaciones como Adsis. Nos privan del pan pero se ocupan de que no nos falte el circo y de repetirnos sus mensajes muy cortos y muy claros: “Han gastado demasiado. Han derrochado en exceso. No queda dinero. Hay que controlar el déficit.”
En su circo, ellos siguen ahí con sus sueldos, sus privilegios, su poder, sus derechos y sus influencias. Mientras. ébrios de locura, siguen apoyando su casta y nos siguen distrayendo en lo que acaba de decir Ronaldo, Mourinho o Messi o sobre sus lesiones. Nos dan fútbol en abundancia. También astados y otros festejos adobados con estridentes charangas.
Circo sin pan pero con mucho circo… un circo que, algunas veces se convierte en barniz para el lustre de dictadores como Obiang a quien nadie acusa de nada, a pesar de ser un sátrapa enormemente corrupto, porque los franceses y americanos están felices con unas explotaciones de petróleo, que les benefician a ellos… y a la familia del dirigente guineano.
Nosotros, sumisos, aceptamos lo que sucede como algo natural e inevitable y contemplamos extasiados el espectáculo círquense que nos muestran; acatamos que nos prohíban protestar y hasta mendigar, mientras permanecemos abiertos a los mensajes que los nuevos romanos nos lanzan para que no nos quede vacío el poco espacio libre del que disponemos en nuestras mentes. ¡Viva el circo!
LA SENTENCIA DEL PRESTIGE.
Independientemente de la responsabilidad política de quienes estuvieron de vacaciones o vieron hilitos de plastilina en el fondo de un mar contaminado, me siento decepcionado porque la justicia no haya sido capaz de encontrar, después de 11 años, al autor del crimen ecológico que ocasionó el Prestige llenando de chapapote kilómetros de costa. Tras la sentencia, escucho las carcajadas de la compañía de seguros que se libra de una indemnización millonaria, pagando solo cuatro duros. También escucho las carcajadas de la empresa americana que dio el visto bueno, a un buque en mal estado, para transportar mercancía peligrosa. Por último escucho las carcajadas de las petroleras que saben que pueden seguir usando barcos deficientes, con bandera de conveniencia, para continuar ganando mucho dinero en un transporte peligroso. Entre todos pagaremos más de 4.000 MM, porque el Estado somos todos. Creo que con una sentencia así nadie debiera estar satisfecho. Yo no comparto esas carcajadas ni el coste que soporta mi país y pienso que el daño a la naturaleza debería conllevar, como mínimo, la sanción de repararlo. (Menos mal que acabo de escuchar que el Gobierno y el Ministro de Justicia también lo han entendido así y van a recurrir la sentencia).
Pues dado el incremento de pobres en este país: o ya somos comunistas o vamos camino de serlo. Gracias por aclararmelo. Nos esperan años duros de estalinismo, pero qué le voy a decir a ud. que de esto sabe un rato.