De los carritos de Gordillo a los vagones de las empresas de telefonía

Hoy 8-8-12 ha saltado la noticia de que José Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, activista hasta la médula, ha empujado a sus seguidores a asaltar dos supermercados para llevarse sin pagar, 22 carritos de productos de alimentos básicos (aceite, azúcar, pasta, leche,…) y distribuirlos entre las personas más necesitadas. Con su acción, dice el activista que ha pretendido llamar la atención sobre el hambre que acosa a muchas familias.
El hecho ha sido calificado por Griñan “de barbaridad” y por su propio partido de que “Gordillo está fuera de control”. El Ministro de Justicia, de vacaciones, las ha interrumpido para ordenar al Fiscal General que actúe de oficio contra un robo que puede cifrarse en 200 euros. El Ministro del Interior también ha interrumpido sus vacaciones y ha declarado que “hay que respetar la legalidad” y que los que ocupan cargos “tienen una obligación mayor de dar ejemplo”. (Tiene razón el Ministro. No sé, de repente, en quienes estaba yo pensando).
A partir de lo ocurrido, mi correo se ha inundado de mensajes contra Gordillo y lo que supuestamente gana. Yo, en internet, he visto un certificado del Secretario del Ayuntamiento de Marinaleda en el que dice que el dirigente no cobra nada por ser alcalde de su localidad. No importa. A por él. Hay que denunciar lo del carrito (que es denunciable) y verter basura.
Hoy 8-8-12 no es noticia ni lo será, ni ningún ministro interrumpirá sus vacaciones por lo que a mí me ha ocurrido. Les cuento:
Hace dos días recibí un mensaje en mi móvil: “Tengo necesidad de verte. Llámame”. Se han confundido - pensé- y no hice ningún caso. Al rato otro mensaje: “¿Por qué no me contestas, estas enfadado conmigo? Llámame que estoy desesperada.”
Deduje, de buena fe, que el mensajero estaba dirigiéndose a una persona equivocada y pensando en su angustia le mandé un mensaje: “Te estás equivocando de número.”
Siguieron los mensajes: “No me digas que me equivoco porque tu teléfono lo he tomado de la base datos” “Este lunes tengo un plan. Si quieres te apuntas” “Estoy desesperada”.
Ya mosqueado, lo comenté con gente joven y enseguida me han dicho que se trata de un timo, que basta abrir un mensaje para quedar enganchado y tener que pagar por cada uno un alto coste; que llamara a mi compañía de móviles.
Tres veces llamé a mi empresa de telefonía (una vez hablando con Miguel, otra con Ana, otra con Antonio, que ellos sabrán quienes son) sin lograr nada. A la cuarta vez les amenacé con darme de baja si no me lo solucionaban, ya harto de que cada uno me dijera una cosa y todos mintieran “Ya lo tiene bloqueado, no volverá a ocurrirle”.
Mosqueado le dije a la cuarta persona que me atendió: “Los mensajes me llegan con una clave y cuando, siguiendo las instrucciones que algún compañero suyo, he mandado la palabra “BAJA” en mayúsculas, me sale una respuesta con el mismo código que me manda los mensajes ¿Puede decirme quien me los manda realmente?” Tal vez el operador cometió un lapsus pero me confirmó mis sospechas: “Son empresas asociadas a la compañía”.
Es decir, que mi empresa de telefonía a través de sus participadas me está remitiendo mensajes para que yo de buena fe los abra y de ese modo tenga que pagar tarifas muy altas. Me digo que es increíble. Me digo que es un robo.
¿En base a qué mi empresa de telefonía me factura como receptor sin que yo abra los sucesivos mensajes que me van mandando? ¿Es éso legal? ¿Cuánta gente habrá de buena fe, mayor o no tanto, que al oír sonar su móvil ha abierto el mensaje sin más? ¿Cuánta gente habrá víctima de lo que, por muy legal que sea, para mi es una gran estafa? Siete euros, cinco o nueve ¿A cuánto asciende lo que mi empresa de telefonía está ingresando por este concepto en pequeñas cantidades? ¿Quién controla éso? ¿Quién denuncia éso? ¿Hay algún titular de prensa que lo diga? ¿Se preocupa el Ministro de Justicia de ver qué ocurre con unos ingresos -repito- para mí claramente fraudulentos? ¿Lo hace el Fiscal General del Estado? ¿Cómo puede ser legal que por responder a un mensaje yo quede enganchado a un chat y tenga que pagar a precios desorbitantes cada vez que suena el teléfono?
Lo normal sería que mi compañía me avisara y no que fuera cómplice de un engaño para llenar su cuenta de resultados con ingresos adicionales a los que me cobra ¿no? Es tremendo. Es un robo consentido.
Con toda esa “legalidad” compruebo, al ver la factura, que me han cobrado 9,26 euros. Enseguida he cogido el teléfono y una voz ha intentado explicarme que “yo he entrado en el chat por el hecho de abrir un mensaje”. Le digo a la voz que yo no he dado mi teléfono a nadie de ese chat. Que yo pago para hacer y recibir llamadas y mensajes. Que si me llega un mensaje es para abrirlo y no para llenarme de sospechas. Que por el hecho de actuar con humanidad y responder a una persona que creía se había equivocado, yo no puedo quedar enganchado y pagar cada vez que suena el teléfono. Que éso ocurre porque la compañía lo permite. Que, como yo, habrá miles de personas a las que les han puesto la trampa y de buena fe han caído. Que permitir éso es para mí un robo con todas las letras.
La voz acaba diciéndome que lo denuncie a la Oficina del Consumidor y pongo firmes a la voz diciéndole que o me devuelven el importe o cambio de compañía. Ha funcionado. En la próxima factura me harán la deducción.
Una reflexión final: Hay algunos que, con la ley en la mano, no necesitan esconder debajo de la falda una botella de vino. La prensa no se ocupa de ellos porque les aportan sustanciosos contratos de publicidad y el Ministro del interior y el de Justicia no actúan, tal vez porque tienen la esperanza de que esas multinacionales les contraten con buenos sueldos al jubilarse de la política. Es tremendo. Es un gran robo. Es un gran escándalo… pero nos escandalizamos por lo que ha hecho Gordillo.