Cajas de Ahorros S. A.
Había una vez unas entidades llamadas Cajas de Ahorros y Monte de Piedad que tuvieron su germen en el año 1869 en Madrid, cuando el padre Piquer fundó allí el primer Monte de Piedad con el fin de combatir la usura. Han llegado a haber 52 cajas de vida centenaria, repartidas por toda la geografía española.
Durante su larga existencia fueron creciendo y ganándose la confianza de todos los españoles que veían en ellas unas entidades que (alejadas del negocio de los bancos que solo se dedicaban al mundo empresarial tramitando con agilidad créditos y operaciones de descuento comercial a corto plazo) atendían las necesidades de los clientes con préstamos para reforma de vivienda, agricultura, comercio,… y sobre todo facilitaban el acceso a la vivienda, con préstamos hipotecarios a largo plazo e interés reducido, siempre que el cliente demostrase su capacidad de pago, aportase las garantías suficientes -o avales- y fuese persona fiable.
Las solventes Cajas, ganaban dinero que destinaban, en parte, a atender sus obras sociales (bibliotecas, guarderías, residencias de ancianos, etc.) y el resto a reservas, que contribuían a incrementar su solvencia.
Las Cajas, a lo largo de su historia, han apoyado tanto a tantísima gente, que a sus balances ha llegado a estar más de la mitad del sistema financiero español. El ahorro, las Cajas lo han utilizado para hacer préstamos a sus clientes, sin tener que pedirlo prestado fuera de España.
Vino la democracia y con ella la idea de “modernizar” estas entidades. Había que “democratizarlas” colocando en sus Consejos de Administración a representantes de los trabajadores, de las Cajas y sobre todo de los partidos políticos. La obra social que venían realizando era decimonónica y no tenía sentido -dijeron los pulpos de la política-. A partir de ahora -se dijeron- seremos nosotros los representantes del pueblo, los que marcaremos las pautas que indiquen donde hay que invertir los excedentes.
Las Cajas tenían mucha solvencia detrás, la gente se seguía volcando en ellas. Aguantaron el embiste a pesar de que los tentáculos del pulpo político ya estaban anclados en sus entrañas, gracias a su buena imagen labrada durante años.
En ese momento los bancos ya empezaron a mirar recelosos a las Cajas con el argumentos de que “se financiaban a corto plazo y con ese dinero hacía inversiones a largo plazo”. Y poco a poco los políticos fueron introduciéndose cada vez con más desparpajo en ellas ¡claro como representantes legítimos del pueblo y para “democratizarlas”!.
Con la sartén por el mango, los políticos, vieron que allí había mucho dinero y desde Consejos y Direcciones Generales ya plenamente copadas, fueron a lo suyo: “Tienes que apoyar a este grupo. Tienes que poner dinero en Terra Mítica. Tienes que poner dinero en ese hospital. Tengo un amigo en Seseña al que es conveniente ayudar. Hay que concederle un préstamo a bajísimo interés a Zaplana. Hay que dar crédito sin límites a los políticos a los que todos los años les toca la lotería. Tienes que conceder un aval a éste. Dile a tu amigo del Banco de Valencia que le de todo lo que necesita al ex presidente balear Jaume Matas que le han investigado y van a por él.”
Los representantes del pueblo tomaban decisiones voluminosas desde sus Consejos y no solo eso, también forzaban a directores de oficina a que facilitaran un préstamo a este amiguete y al otro.
El balón pudo rodar sin romperse durante los veinte largos años que duró el asalto (o en palabras de ellos “democratización”), porque había mucha solvencia detrás y las cajas lo aguataban todo gracias a su fortaleza labrada durante mucho tiempo.
Los políticos asaltantes -hay que llamarles así y no “representantes populares” como eufemísticamente ellos se han llamado a si mismo para justificar el abordaje- timón en mano fueron a por todas: “Si yo gobierno aquí, el presidente de la Caja debe ser de mi partido y si el director ejecutivo no sigue sus instrucciones, patada y a la calle.”
La vaca, bien alimentada a lo largo de un siglo, seguía dando leche, pero con la época de abundancia, vino el desenfreno y el lucimiento del político: Había que ganar más dinero como fuera. Al carajo la tradicional prudencia. Eso es una entelequia del pasado. Hay que ser modernos y actuar en concordancia con los tiempos.
Pero ocurrió que las burbujas financiera e inmobiliaria finalmente estallaron y -sin reparar un minuto en lo sucedido- Rajoy y Zapatero se reunieron durante dos horas y acordaron hacer una reforma “en profundidad” de las cajas para “reestructurarlas” es decir hacerlas desaparecer, como tales entidades para convertirlas en fundaciones, facilitar que sean absorbidas por algún banco y repartirse el poco pescado que había.
Con la decisión pactada PP y PSOE se han cargado siglo y medio de buen hacer. Los bancos ya están ahora frotándose las manos. Los políticos ni siquiera quieren buscar culpables ¿Dónde van a buscarles si son ellos mismos?. Pero, eso sí, para endulzar el tema, ahora han acordado, Rajoy y Zapatero; Zapatero y Rajoy que estas entidades se despoliticen en un plazo de tres años.
Y colorín colorado, estas entidades se han acabado, al menos en lo que fueron en un larguísimo siglo.
PD. Cuenta el cuento que no lo es, que la primera Comunidad autónoma que se quedó sin cajas fue la Comunidad Valenciana. Allí su elegante Presidente, siempre dispuesto a envolverse en la bandera y a realizar proclamas valencianistas (¿Qué será eso del valencianismo?) guardó silencio al quedarse sin Bancaja y la CAM, que, dicho sea de paso, eran de las cajas más grandes de España. También callaron de forma cómplice sus consejos de administración, los trabajadores, los sindicatos, las asociaciones y todos los políticos y sus altavoces mediáticos.
Sr.Bataller, cuando uno defiende la unidad de España como nación (es decir un territorio), se convierte en Nacionalista Español. Claro que a estos nacionalistas, Dios, la providencia, les ha eximido del rabo y los cuernos. Es la teoría de que los malos, los exacerbados y los totalitarios siempre son los demás, yo nunca. Yo quiero que todos sean mis hermanos,...., pero hermanos sometidos a mis designios.