Bancos de antes y de después
Cuando los Bancos/Cajas eran entidades prudentes en la concesión de préstamos y en la gestión del ahorro, se expresaban diciendo: “Que debían prestar dinero con garantías suficientes porque eran responsables de la buena administración de los ahorros de sus clientes.” Eran tiempos en los que el ahorro era una virtud y las inversiones debían realizarse con prudencia y mesura.
En esos tiempos, no tan remotos, en aras de buscar siempre la seguridad, los bancos miraban y analizaban muy bien cualquier operación antes de contraer riesgos, estudiando con lupa las operaciones crediticias. Una conversación modelo entre el Director de un Banco/Caja y su cliente podía ser ésta:
Cliente: Vengo a solicitar un préstamo de 10 millones de pesetas para comprarme una vivienda.
Director: ¿De cuanto dinero dispone Ud.?
Cliente: Tengo 200.000 pesetas ahorradas en mi libreta.
Director: Mire Ud., no podemos ofrecerle financiación más allá del 80% de la inversión que Ud. se propone realizar. Es decir que para comprarse una casa que vale 10 millones, necesita tener como mínimo unos dos millones de pesetas ahorradas. Comience a ahorrar y cuando disponga de ese dinero, nosotros le prestaremos el resto que le falta. Usted pondrá dos millones y el banco le financiará los ocho que le faltan, a devolver hasta en un plazo de veinte años, siempre que nos demuestre fehacientemente que puede pagar sin dificultades.
Pasó el tiempo. España, gracias a estar en Europa, disfrutó de tipos de interés muy bajos, de una moneda fuerte y unos ahorros que llegaban fácilmente desde otras latitudes. España se instaló en un crecimiento basado en la calificación de todo el suelo como urbanizable, de la mano de una política neoliberal al mas puro “Lesé fer” que han aplicado los diferentes gobiernos de uno y de otro color. El “ladrillo” había logrado que los sucesivos Ministros de Economía hincharan pecho y que desde el exterior se viera a España como un país con un crecimiento del PIB envidiable que fue acuñado con el nombre de “el milagro español”. Los bancos, siguiendo el modelo de EEUU, fueron protagonistas e impulsores de una corriente generadora de beneficios inmediatos, basada en la extraordinaria expansión del crédito. En este contexto, la misma conversación cliente/director de Banco/Caja pasaba a ser más o menos así:
Cliente: Vengo a pedir un préstamo de 120.000 euros para comprarme una vivienda.
Director: Nada, ningún problema. Aquí estamos para ayudar. Si quiere, en lugar de 120.000 le puedo prestar 140.000 euros y así va Ud. más desahogado y dispone de efectivo para los gastos de escritura, para comprarse los muebles, los electrodomésticos y algún gasto extra que pueda surgirle. Todo le va a salir por una cuota mensual de unos quinientos euros. Sólo necesito que me aporte Ud. sus ingresos y su renta para que yo pueda documentar la operación. En cuatro días está todo listo.
Tras acudir a la oficina bancaria en donde el cliente (español, rumano o marroquí) había abierto cuenta meses antes o tal vez acababa de abrirla con 300 euros, salía muy contento por las facilidades obtenidas alabando las maravillas de una Europa libre, sin fronteras (que con un contrato de tres meses le daba crédito para todo) con el propósito de acudir de nuevo a la oficina bancaria para que le financien también la compra de un coche nuevo. Al salir de la oficina bancaria contaba su experiencia a los amigos y familiares y éstos acudían también a hablar con el “amigo director”, que daba dinero a manos llenas olvidando su prudencia tradicional, empujado por la modernidad, por la orientación de sus superiores, por los objetivos que tenía que cumplir y por la convicción generalizada de con la caída del muro de Berlín, los ciclos económicos eran cosa del pasado.
Pisando la realidad y con los pies aún sin tocar el suelo, el despertar del sueño (provocado por el derrumbe del ladrillo, la crisis bancaria y el cierre del grifo crediticio) nos ha pillado a todos (al español, al rumano y al marroquí) con el móvil de última generación en la mano, televisor plano de no se cuantas pulgadas, con el coche de gama alta aparcado, con las tarjetas de crédito al límite, con una casa muy bien equipada que no es posible pagar ni vender y el Plus en el salón. Pese al batacazo, sin acabarnos de creer que se ha derrumbado la falsa creencia de que podíamos tener todo sin ningún esfuerzo ni sacrificio, continuamos aún ciegos sin entender que no es posible seguir el nivel de vida que nos habíamos/habían marcado; que el “milagro” no era tal; que la salida de la crisis va resultar muy difícil; que hemos actuado muy equivocados.
Como resulta útil simplificar y echar balones fuera, nos olvidamos de lo que realmente ha sucedido y, en medio del caos en que estamos metidos, ponemos la diana en Zapatero acusándole de todos los males y pensando que sea él o quien le sustituya, el que debe resolver este berenjenal por la vía - nos dicen- de la “urgente reforma laboral” eufemismo para no decir que se quiere hacer más precario el trabajo y abaratar el despido. Lo cual yo vería bien si, al decir eso, estuvieran pensando en políticos y altos directivos que blindan sus puestos y obtienen rentas millonarias muy alejadas de los mileuristas a quienes empujan a que se aprieten el cinturón para solucionar el problema que otros han creado. Tras la reforma laboral vendrá la “reforma de las pensiones” y no se referirán tampoco a la que perciben los banqueros, los altos directivos y los políticos. ¿Por qué no se habla de reformar en profundidad el sistema político para dignificar la vida pública? ¿Por qué no se reforma el mundo empresarial para disgregar de él a estafadores y listillos?. Sencillamente porque las recetas, para intentar salir de de donde estamos, nos las van a proporcionar los mismos que han ocasionado el estropicio y van a procurar que no les afecte.
buenos dias, su articulo, esta pero que muy bien, todos los españoles debian de leerlo, pues vd. a puesto el dedo en la llaga, yo solo quiero aportar una cosa, lo que el sr. Zapatero debia de hacer es dimitir dignamente, y dejar que otros puedan hacer el trabajo que este sr. no hace. reciba un saludo.