¿Teléfono rojo?... Volamos a Moscú
¿Recuerdan a Peter Seller como el Dr. Strangelove? ¿Recuerdan al mayor T.J King montado sobre la bomba? Kubrik, siempre grande, supo retratar la guerra fría de forma hilarante. Dicen que hay que tomarse las cosa con humor, sin embargo, algunas veces el tema es demasiado serio, ya me entienden, lo que los argentinos llaman “color hormiga”.
En Europa siempre tropezamos con la misma piedra, nunca aprendemos. Tenemos una larga y riquísima historia, sin embargo, tendemos a olvidarla, bien porque no nos conviene políticamente, o por simple vagancia y falta de interés. El problema de esto, es que las malas decisiones se repiten una y otra vez. Y en estos momentos nos encontramos ante una de las crisis internacionales más peliagudas de los últimos 40 o 50 años. Estoy hablando del problema ucraniano.
Putin, el Zar Bolchevique, el hombre que usa la perestroika de papel higiénico, ha decidido recuperar la península de Crimea, que regaló Jrushchov al gobernador de Ucrania. El motivo de la invasión (llamemos a las cosas por su nombre) ha sido el aparente golpe de estado en Ucrania, apoyado y jaleado por la Unión Europea. Alegando que la mayoría de la población en Crimea es rusa, ha ocupado de facto, uno de los puntos estratégicos más importantes de Europa. El amigo Vladimiro no da puntada sin hilo, señores, y es un maestro, ha conseguido que sea la población de Crimea la que pida voluntariamente, la presencia rusa.
A mi, como amante de la historia bélica de Europa, todo esto me pone los pelos de punta. Porque me recuerda demasiado al otro grandísimo error cometido por Europa, hace no tantos años, la Crisis de los Sudetes. La Alemania nazi, se anexionó la provincia de los Sudetes, de la noche al día, bajo el pretexto de solucionar los problemas racistas que sufría la etnia alemana allí. Ironías de la historia. Ante las pretensiones territoriales de Hitler, las grandes potencias europeas, tan flojas como siempre, miraron a otro lado. Tras unos meses de reuniones, firmaron los acuerdos de Munich, sin siquiera invitar a Checoslovaquia a la reunión. Ante el insulto y el abandono, Checoslovaquia se rindió a las pretensiones nazis.
Muy parecido a esto, Europa (la de las superpotencias en crisis) sigue desfilando, ciega y sorda, en la misma línea, entre la cobardía, el total desprecio por los ciudadanos y la ignorancia más absoluta. Tras apoyar una revolución necesaria, ahora que el pueblo ucraniano necesita más que nunca la fuerza y el apoyo de Europa, las ratas han sido las primeras en abandonar el barco. Europa a lo suyo, montando reuniones en sus lujosos comités y congresos, y deliberando, hasta la náusea, desde sus poltronas qué tipo de ayuda económica enviaran a Ucrania (bien calentitos todos gracias al gas natural ruso). Mientras tanto, la población ucraniana, no sabe muy bien qué pensar sobre esa Europa, en la que tantas esperanzas tenían puestas.
Por otro lado, como si hubiésemos retrocedido a los tiempos de Bahía de Cochinos, Estados Unidos y Rusia, se retan, se miran, se mueven en círculos...El escenario es lamentable y los actores tampoco pintan nada bien; ni Obama es Kennedy, ni Putin Jrushchov. Volver a los días del muro, el telón de acero y la amenaza nuclear continua, parece descartado, así que, las amenazas poco tienen que ver ya con la hombría y el poder. Qué va...ahora es todo mucho más tangible. Todo se reduce a amenazas económicas. ¿Qué les parece? La pela es la pela, señores.
Al final, la cobarde Europa, ha decidido en un movimiento, calcado al que ejecutó en 1938, dejar que cada palo aguante su vela. Rusia ha ganado el primer asalto, Europa, antepone los precios del gas, a la libertad y la cohesión territorial de un país. Putin, como siempre, termina por arrimar el ascua a su sardina. No es el primer ejemplo de la vejatoria cobardía europea, recuerdo, siendo un niño, las salvajadas de los Balcanes y la parálisis de Europa.
Puede parecer un discurso alarmista el que propongo, sin embargo, tanto Europa como Estados Unidos, han dado una imagen de total debilidad y dependencia económica, una imagen que otros aprovecharán, más, en un momento tan complicado como el que atraviesa la sociedad actual. Europa debería haber actuado de manera diferente, e imponer las sanciones económicas y diplomáticas adecuadas, sin embargo, se ha arrugado ante las amenazas de un dictador de medio pelo. Solo espero que todo esto no nos lleve, de nuevo, a las amenazas directas y los botones rojos.