Las creencias son libres y pueden hacer felices gratuitamente
Gracias a mi amigo Dionisio Vacas, hace años apadriné a un niño y una niña de Santiago de Cuba, por lo que visité la ciudad en distintas ocasiones. Santiago es la segunda ciudad de Cuba, situada a la parte oriental de la isla, frente al mar Caribe y junto Sierra Maestra. Fundada por españoles en el 1515, es famosa por su arquitectura colonial, tener la primera casa de América y la primera catedral de Cuba. Mientras La Habana es una ciudad a semejanza de las grandes ciudades europeas, y la población negra y mestiza es una minoría. Santiago tiene un paisaje urbano propio de muchas ciudades africanas, por su vegetación y que la mayoría de su población es negra y mestiza. Por cierto, el interior del Ayuntamiento está revestido con cerámica de Manises.
En Cuba cada rama de la producción tiene su propio sindicato, y cada sindicato, tiene su propio club para la diversión de sus afiliados. Algunos tienen hasta Hoteles en la playa para vacaciones de los trabajadores. Yo quería conocer esos clubs. Así que, en uno de mis viajes, pregunté y dos parejas se ofrecieren a llevarme. Quedamos a las 19 horas en el Parque Ferrero, precisamente, desde donde se entra al barrio Portuondo, que ellos vivían y sale la hermosa avenida Manduley, por su arbolado monumental.
Yo llegué en punto. Unos minutos después, veo a lo lejos frenar bruscamente un coche, del que se bajó corriendo Lisandra, una de las personas que yo esperaba. Traté de llamarla, pero se subió de prisa a una motocicleta que a toda velocidad cogió la calle que le llevaba a su barrio. Comprendí que represaba del trabajo. Así que pensé que tardarían bastante, porque las cubanas son muy presumidas, y seguro que dedicaría bastante tiempo a arreglarse. Al momento vi llegar en bicicleta a Ernestito, el sobrino de la otra pareja. Comprendí que le enviaban sus tíos para avisarme que debía esperar, porque Lisandra no había llegado del trabajo. Así que sin dejarle hablar le dije: “Ernestito no me digas nada que ya sé que te envían tus tíos a que me digas que Lisandra no ha llegado del trabajo. Regresa porque ahora ya está en casa”. Se quedó parado y sin decir nada regresó.
Treinta minutos después llegaron las dos parejas. Enseguida quisieron saber cómo sabía yo que Lisandra se había retrasado y que ya había llegado, cuando vi a Ernesto. Me hice el interesante, y me dediqué a echar balones fuera para no contestar. Llegamos al local que era una mezcla de salón de baile, de música y restaurante. Santiago de Cuba es la cuna de gran cantidad de géneros musicales cubanos. Ha sido reconocida como la " Cuna del son y el bolero", y la trova tradicional. Tanto es así, que la “Casa de la Trova” está situada a escasos metros de la Plaza Céspedes, donde está el Ayuntamiento y la Catedral, y a cualquier hora del día, uno puede entrar y disfrutar de los cantautores que siempre hay cantando. En esa zona hay una importante cultura musical y un montón de cantautores que interpretan muy bien. Destaca Pablo Milanés, natural de Bayamo, ciudad cercana a Santiago. Mientras cenamos escuchamos música en directo. El cantautor debió darse cuenta que yo estaba muy pendiente de su actuación, y que era español, porque se dedicó a interpretar canciones de Serrat con una voz hermosa, muy buena interpretación y perfecta vocalización. Disfruté mucho.
Al finalizar la actuación, el cantautor, vino hablar conmigo. Al hablarme me di cuenta que tartamudeaba. Debí poner cara de extrañeza por lo bien que vocalizaba cantando, siendo tartamudo, porque me dijo “chico, el canto es sentimiento y vocalización, si no se consiguen las dos cosas, no es canto”. Al terminar la cena, se pidió una botella de ron. Cuando la botella ya estaba vacía, empezaron a presionarme para que dijera como había sabido lo del retraso de Lisandra. Les propuse un pacto: lo diría a condición que no dijeran a nadie mi secreto. Aceptaron el acuerdo.
Yo había visto que el coche que llevaba a Lisandra, era claro, el conductor vestía camisa de militar y ella camiseta gris y la motocicleta que la recogió era negra. Así que les dije que tenía capacidad de ver cosas que ocurrían lejos de mí. Pero lo hacía pocas veces porque solo lo conseguía con mucho esfuerzo y concentración. Pusieron cara de creérselo. Así que conté que al ver que era la hora y no llegaban, me concentré y vi un coche claro conducido por un hombre con camisa de militar, a Lisandra dentro de coche con camisa gris. Luego traté que ver qué pasaba en casa de la otra pareja y vi que le decían a Ernestito que viniera a avisarme. Momentos después vi llegar a Lisandra a su casa subida en una moto negra conducida por un chico con camisa blanca. Las dos parejas eran vecinas. Dije que nunca me había pasado ver primero un coche y luego una moto. Cada cosa que yo decía, los cuatro a la vez realizaban una exclamación de sorpresa y admiración.
El siguiente día fui a visitarles, pensando que les habría pasado el efecto del ron y habrían perdido la ingenuidad mostrada la noche anterior. Sin embargo, me encontré que las dos familias sabían que yo tenía “poderes de adivino” y me insistieron que les leyera el porvenir. Les recordé el pacto y aceptaron respetarlo a regañadientes. Como los jóvenes no paraban de insistir, les propuse que lo haría si se comprometían a no decir nada a los vecinos. Aceptaron. Así que les leí el futuro. Les anuncié que iban a encontrar un gran amor y realizar un hermoso viaje. Así, sin gastarme un euro, dejé felices a cuatro jóvenes, y más porque no quise.