Una y mil veces: No a la guerra

No, no quiero una guerra y nunca las he querido, vengan de donde vengan, hayan estado implicados los países que sean, y por los motivos que se hayan inventado para iniciarla…

Nunca una guerra es la solución de nada, una guerra solo les sirve a aquellos que han buscado las excusas para ejecutarla, que son los mismos que no la van a padecer… Y no es casualidad, claro.

Quienes la provocan son quienes necesitan presumir de fuerza y poderío, quienes van a inventar mil motivos que les justifiquen sus acciones, y, quienes van a enriquecerse a costa de ella. Sistema patriarcal en estado puro.

El resto, el pueblo, la ciudadanía, hombres, mujeres, niños, niñas, adolescentes, van a sufrir las consecuencias… Hambre, destrucción, caos, infancia sin escuelas, personas mayores sin un techo, enfermas sin un hospital, mujeres violentadas, personas que acaban odiando a otras, porque sin saber cómo, de la noche a la mañana, se han convertido en enemigas…

Qué tristeza y qué vergüenza, que en pleno siglo XXI, cuando deberíamos estar pensando en los avances que necesitamos como sociedad para poder sobrevivir a nosotras mismas y al caos en que nos ha sumido el sistema capitalista y consumista, ahora que estamos saliendo de una pandemia que nos ha dado un toque de atención y nos ha hecho reflexionar sobre lo urgente y lo prioritario, ahora, tengamos que volver a salir a la calle a gritar NO A LA GUERRA.

Y saldré, y saldremos, para parar esta sinrazón, para exigir que no queremos y  no necesitamos muertos sobre nuestras conciencias colectivas.

Que nunca es el momento para una guerra, porque como sociedad avanzada deberíamos tener otras estrategias de comunicación.

Que no podemos permitirnos tener una crisis humanitaria más, que necesitamos abordar y dar solución a las que ya tenemos, que no son pocas.

Que la Agenda 2030 (o la 2050) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible son cada vez más una utopía en la que es prioritario trabajar y poner todo nuestro esfuerzo para que esos 17 objetivos se conviertan en realidad: acabar con el hambre y la pobreza en el mundo, que todas las personas tengan las mismas oportunidades educativas, sanitarias, de un techo, que se tejan estrategias comunitarias para que todos los países tengan los recursos necesarios, que se establezcan fórmulas para frenar el cambio climático y la crisis medioambiental…

Nos queda mucho trabajo por hacer, como para tener que hacer frente, además, a una guerra de consecuencias socioeconómicas imprevisibles.

Una y mil veces: NO A LAS GUERRAS.