La transición interminable
Estoy en una edad en la que, como tantas otras personas, vivimos nuestra adolescencia en pleno proceso de la Transición. Cuando murió el dictador, yo tenía 12 años, una edad complicada en la que el criterio propio se basa en unas pocas percepciones bastante subjetivas.
Por un lado, teníamos la información dirigida, llegada por los canales más cercanos a nosotros, que nos decía que lo mejor debía ser una transición tranquila y sosegada, representada a la perfección por el señor Adolfo Suarez y, por otro lado, recibíamos noticias de un jovenzuelo con chaqueta de pana, llamado Felipe, que representaba (ahora ya nos ha quedado del todo claro hasta qué punto estaba representando su papel) la imagen de lo que muchos y muchas ansiábamos: EL CAMBIO.
A la mayoría de adolescentes, el tal Felipe nos causaba una atracción que rozaba la idolatría… Guapo, joven, con mucha labia y se codeaba hasta con la Pasionaria… ¡¡¡Lo más!!! Si alguien nos hubiera dicho que ese chico progresista se iba a convertir en el adinerado y prepotente personaje que es ahora, nadie lo hubiera creído…
Ciertamente hubo muchos cambios y avances en las políticas sociales, que beneficiaron a la ciudadanía de una manera clara, aunque esa ciudadanía estaba también a la brecha y salía a la calle a defender sus intereses. Recordemos la huelga general a la que se enfrentó González en el 88 (por aquel entonces ya tonteaba con la patronal), que secundaron nada menos que ocho millones de personas, en protesta contra una importante reforma en el mercado laboral, que abarataba el despido e introducía los contratos temporales para los jóvenes trabajadores, y que, gracias a esa movilización, fue retirada, incrementándose el gasto social.
Han pasado los años y aquella venda de los ojos se ha ido despegando de manera más o menos dolorosa… Hemos visto como, en muchos aspectos, aquellos socialistas de rosa roja, se iban convirtiendo en tenues pinceladas rosadas, dejándonos con la sensación del quiero y no puedo, que tan frustrante resulta. Cierto es que el capital manda, queramos o no queramos, y es él el que marca la senda que hemos de transitar. A la vista está con los últimos sucesos acaecidos dentro y fuera del PSOE.
De nada sirve que los militantes de base tomen una decisión, pues si no es la adecuada a los intereses capitalistas, ya se gestará la manera de que no salga adelante… Ahí están los dinosaurios políticos, ahora convertidos en poderosos potentados, que se encargan de hacer los trabajitos de limpieza y reordenación en los casos de firmes posicionamientos, defendiendo la voz de las bases, como ha sido el caso de Sánchez.
Y esto, en nuestro fuero interno, lo sabíamos muchas y muchos, ¿no? Al menos yo tenía más que claro que Rajoy iba a gobernar, con la abstención de todo el PSOE o con la de algunos pocos (que de otros Tamayazos hemos aprendido), pero lo que ha pasado en los últimos días, con las dimisiones de 17 consejeros, me parece el espectáculo más bochornoso que se ha dado nunca dentro de cualquier partido, y mira que el PP sabe de bochornos (o era sobornos, bueno, da igual…).
Hace unas semanas, convocar unas terceras elecciones era un suicidio político para la izquierda, ahora con este circo, lo mejor, lo más mejor, es que gobierne Rajoy.
Sí, después de pasar meses de dimes y diretes entre unos y otros izquierdosos, después de pasar momentos angustiosos viendo cómo se esfumaban las posibilidades de un pacto de izquierdas, ayer se le hizo un puente de plata al presidente en funciones, así que jodámonos todos y todas y dejemos que gobierne, eso sí, en minoría, y a ver, si pasados unos meses, los dirigentes de los diversos partidos son capaces de hacer que esta izquierda rosa y la mal llamada izquierda radical fluya y confluya, y sea capaz de llegar a fijar unos mínimos en los que todas y todos nos sintamos cómodos, podamos empezar a trabajar en pos de regenerar los derechos que la ciudadanía ha perdido durante estos años de gobierno del PP (crucemos los dedos para que no les dé tiempo a masacrar mucho más) y rematemos ya el proceso de esta transición de cuarenta años, tan nuestra y tan inacabada.
Y para ello, estaría más que bien, que los citados dinosaurios emprendieran la ruta del no retorno, que sería lo mejor que le podría pasar al partido socialista.
Lo malo, querida amiga, es que los dinosaurios políticos desaparecen de las ventanas pero siguen escondidos tras las puertas. Mira si no, lo que ha montado Felipe con su posicionamiento público sobre una conversación privada. Por otro lado, solo tenemos un partido neoliberal o de izquierdas que apuesta por el desmantelamiento del sistema de bienestar y un sin fin de partidos de izquierdas, que parece ser que el bienestar social tiene muchos matices, porque no son capaces de ponerse de acuerdo y hacer un frente común contra la injusticia social que solo palidece ante los incesantes casos de corrupción que justifican la falta de fondos para la asistencia social en nuestro país. ¿Cómo no va a haber recortes si han vaciado las arcas públicas? y siguen pidiendo crédito a la UE para poder seguir cobrando comisiones (quien las cobre, claro, que los políticos de nuestro país son honestos, solo unos pocos son corruptos -1700 causas abiertas en 2015-) y les seguimos premiando en las urnas.