Rabos de pasas
Antes de entrar en el mes vacacional por excelencia, en el que la Administración queda casi clausurada hasta septiembre, muchas empresas cierran por vacaciones y el país abre un paréntesis de inactividad que roza lo rocambolesco, el mes de julio nos deja con sus olas de calor, fruto de ese cambio climático que algunos (el primo de Rajoy y Donald Trump entre ellos) niegan, quién sabe por qué oscuros intereses, pero que está ahí y va a provocar (el cambio climático y las personas que lo consienten) que nuestro entorno cambie irremediablemente y se convierta en algo inhóspito y con impredecibles consecuencias para la Humanidad.
Pero también se va con un Blesa suicidado, con nuevos casos de corrupción futbolera, con las interminables historias para no dormir de Cataluña y su referéndum, con mujeres y niñas asesinadas por violencia de género… Lamentablemente, se va como los otros meses que le precedieron, con vergüenzas políticas y sociales que parece nadie hace nada por solucionar…
Y nos deja con ese mal sabor de boca de quien no entiende cómo puede ser que sigamos conociendo cada día nuevos poderosos corruptos y nuevos casos millonarios de desvío, financiación ilegal, podredumbre, en definitiva, de personas con muy baja catadura moral y de otras que son espectadores-cómplices silenciosos, y, por lo tanto, culpables de lo que en este país está pasando desde hace demasiado.
Pero lo más bochornoso que nos ha dejado este mes (y no lo digo por las altas temperaturas) es la imagen del presidente del gobierno en la Audiencia Nacional. Un presidente de gobierno/ciudadano con una actitud chulesca, burlona y, desde luego, impropia de un alto cargo y más impropia aún de un ciudadano ejemplar (como debiera ser él), además de seguir luciendo, como nos tienen acostumbrados todos los que pasan por los banquillos, ya sea como testigos o como imputados, una falta de memoria digna de Dori, esa entrañable amiga de Nemo, con una increíble capacidad para borrar recuerdos. Aunque en eso de borrar recuerdos también saben mucho los informáticos del PP que borraron hasta 35 veces los discos duros de Bárcenas y eso, que dicen, que no contenían nada por lo que estar nerviosos.
No sé a ustedes, pero a mí todo este paripé me supone un estrés que debería derivar (si es que todas sufrimos de estas vergüenzas ajenas) en una revolución social, donde la ciudadanía se plantara ya y exigiera a sus representantes políticos una pulcritud en los hechos y en las formas, solo comparable con el quirófano más aséptico, y, desde luego, yo pediría que se administraran muchos rabos de pasas para que estas personas tan desmemoriadas recobren sus recuerdos y podamos, de una vez por todas, escuchar algo más que “yo de eso no me ocupaba” “no lo recuerdo” o “no me consta”, canción que últimamente nos han cantado políticos, banqueros y hasta alguna infanta.