Gente de bien
Cuando alguien como el actual presidente del PP, el señor Feijoo, habla de la gente de bien, a mí me recorre un escalofrío a lo largo de la columna vertebral y me da una arcada (y no tengo la gripe, se lo aseguro).
Porque, esto del bien o del mal suena a apocalíptico (o, y esto me da más miedo si cabe, suena a caudillismo) y, mucho me temo que, teniendo el pensamiento desviado hacia lo que sería la izquierda del camino, ni yo, ni la mayoría de las personas de mi entorno, entraríamos en ese paquete de “gente de bien”… A ver, tampoco es que me importe demasiado lo que este hombre (por supuesto, de bien) considere sobre las personas que para él estamos en el lado oscuro, o tal vez, el inframundo de los antiguos griegos, aunque igual debería recordar que, aunque este era un lugar exclusivo de los muertos, algunos héroes consiguieron entrar en él vivos. Ahí queda.
Bueno, dejando a los griegos, voy a seguir con mi pensamiento de hoy, que es que si no lo plasmo no me voy a quedar tranquila…
¿La gente a la que menciona este señor es la que cuando pide cita al médico de atención primaria en Madrid tiene que esperar 17 días si es telefónica, o 22 cuando es presencial? ¿O es que para Feijoo la gente de bien será la que ha aplicado este tipo de políticas nefastas sobre la sanidad madrileña?
¿La gente de bien de la que habla, es esa a la que su partido se aliará en cuanto tenga ocasión y que dice cosas como que “se está produciendo un alarmante aumento de casos de homosexualidad y transexualidad” en una muestra de desprecio hacia el movimiento LGTBI?
¿La gente de bien es aquella que dice que no puede subir el SMI pero que está teniendo beneficios millonarios en base a esta crisis, que les sirve de excusa para poner la cesta de la compra por las nubes?
Tal vez, la gente de bien sea la que cuestiona el aborto y los derechos de las mujeres ¿no? Y, por supuesto, todos aquellos que se dan golpes en el pecho y lamentan, con la boca pequeña, los casos de pederastia en la iglesia…
O quizá, sean aquellos que especulan con las viviendas (también subidos al carro de la crisis) y que disparan los precios, dejando a la otra gente (sí, esa que no tiene el mismo rango) en situaciones de sinhogarismo, infravivienda, masificación…
Y seguro, que entre esa gente de bien también se encuentran aquellos que rechazan a las minorías, la diversidad y, cómo no, las otras lenguas de nuestro estado; aquellos a quien les duelen las feministas y que ven el progreso de las mujeres como una afrenta personal; aquellos, en definitiva, que sufren cuando atisban algún movimiento en favor de los del otro lado…
Pues, ¿saben qué? estoy orgullosa de no estar incluida en el grupito exclusivo del señor Feijoo, y trabajaré incansablemente por seguir aquí, defendiendo los derechos de las mujeres, de las personas migrantes, de las minorías y, en definitiva, de quienes nunca formarán parte de él.