Ciudadanía de primera y de segunda
Dependiendo del lugar en el que residas, las condiciones de vida solo deberían cambiar por las condiciones meteorológicas y la orografía del lugar, que determinan el cómo, el cuándo y el cuánto de las relaciones sociales, laborales e, incluso de ocio.
Así, todos los ciudadanos y ciudadanas del estado español deberíamos tener las mismas posibilidades en cuanto a cuestiones tan básicas como la educación, la sanidad, los servicios sociales o, como en el caso que nos ocupa, el transporte.
Pero es evidente que esto no se cumple y esos servicios que la administración debería ofrecer para garantizar esos derechos fundamentales, varían considerablemente según el lugar de residencia.
En el caso del transporte ferroviario podemos encontrarnos con que, mientras desde el gobierno central se ha apostado por la alta velocidad como una inversión de futuro, algunas provincias ven cómo sus posibilidades menguan año tras año, con unas circunstancias tan lamentables que darían para hacer una película del más puro estilo Berlanga.
Porque, seguramente, a las personas que vivimos en cualquier otra provincia y con el AVE al alcance de algunos, ya que su precio no es lo que entenderíamos como “popular”, nunca se nos ocurriría pensar en que desplazarnos de un lugar a otro nos pudiera costar más tiempo que hace 100 años. Pues esto es lo que pasa en la actualidad con los trenes de mercancías que hacen la ruta de Valencia a Zaragoza: que les cuesta tres horas más en realizar ese trayecto que en el 1917, y eso siempre que no tengan que ser descargados a mitad camino y transportada la mercancía por carretera, ya que el lamentable estado de las vías no permite el peso excesivo. O los trenes de pasajeros que tardan más de cinco horas en ese mismo recorrido, a pesar de tener un tramo de ¿alta velocidad?...
Como tampoco pensamos que a día de hoy todavía haya alguna capital de provincia que no tenga comunicación ferroviaria directa con Madrid, como es el caso de Teruel, que mantiene el mismo trazado que en 1901, con una sola línea ferroviaria y sin electrificar, por la que pasan solo dos trenes de mercancías a la semana. Vamos, que es como si el tiempo se hubiera parado en esta zona de España y aún estuvieran viviendo en el siglo pasado, o incluso peor, ya que el paso del tiempo sí que ha dado para cerrar estaciones y eliminar puestos de trabajo.
Ante esta situación, que aún podría ser más catastrófica si el tráfico ferroviario se acabara desviando hacia Tarragona, no cabe otra que hacer piña y reivindicar una provincia que está viva, a pesar de algunos y de sus políticas de progreso mal entendido, además de la falta de inversión.
Teruel existe (sigue existiendo) y hay que invertir en dotación e infraestructuras para que esto siga siendo así y para evitar que haya ciudadanía de diferentes categorías, solo por el lugar en el que te toque vivir en este país de pandereta.