Ahora es el momento
Llevamos meses peleando contra una pandemia que nos está dejando muchas evidencias de que el futuro (ese al que queremos llegar de otra manera, con otras prioridades y otras formas de hacer) se nos presenta complicado, debido a la crisis económica y social que ya está haciendo mella, sobre todo, en las personas más desfavorecidas, aunque de una u otra manera, va a afectarnos a todas.
Pero también nos ha enseñado que se debe invertir en el sistema público, puesto que necesitamos una Sanidad fuerte, con el personal sanitario que sea necesario para hacer frente a los rebrotes o nuevas epidemias, y, además, poder atender las consultas ordinarias de manera eficiente. También necesitamos que la Educación se libre de la sombra de los recortes y del menosprecio hacia los y las docentes, que ha acechado, y sigue haciéndolo, en muchos territorios. Y, por supuesto, en estos momentos más que nunca, vamos a tener que reforzar el sistema de los Servicios Sociales, para que puedan atender a todas las personas, en estos momentos donde la pobreza está aumentando exponencialmente.
Ante el panorama que tenemos delante, en el que se van a necesitar de todos los recursos posibles, la escuela también debe contemplar la posibilidad de la incorporación de otras figuras profesionales, como la de la Educación Social, dando respuesta así a todas las realidades, trabajando en coordinación con todos los servicios de protección, para que nuestra infancia (toda) disfrute de las mismas oportunidades de desarrollo integral.
Esto, que es una reivindicación del colectivo desde hace mucho tiempo, ahora tendría la oportunidad de convertirse en una realidad, ya que tanto a nivel estatal, con el desarrollo de la nueva Ley Orgánica de Modificación de la LOE (LOMLOE) y la Ley de Protección de la Infancia y Adolescencia frente a la Violencia, como a nivel autonómico, con la Estrategia de Infancia y Adolescencia de la Generalitat Valenciana, debería contemplarse la incorporación de la Educación Social en el sistema educativo, para garantizar con ello, una acción socioeducativa que dé respuesta a las complejas realidades con las que la escuela debe trabajar.
Sin embargo, de momento seguimos con los inventos, y en vez de ponerle nombre y apellidos a los recursos, nos inventamos pseudónimos pomposos, como el que aparece en la Ley de Protección de la Infancia y Adolescencia de “coordinador o coordinadora de bienestar y protección”, o la de la LOMLOE que habla del “delegado o delegada de bienestar y protección” cuyas funciones serían, claramente, las de un educador o educadora social.
Nada nuevo lo de los experimentos, porque en el sistema educativo de vez en cuando aparecen nuevas figuras (coordinador/a de igualdad, mediador/a…), que finalmente deben asumir los y las docentes (cuyo cometido y preparación es otro). Así que ahora que debe ser trabajado, en este momento en el que se abordan nuevas leyes (que, presumiblemente, queremos que sean mejores que las anteriores) de educación y de protección, etiquetemos con “Educación Social” a esas nuevas figuras de protección de nuestra infancia y adolescencia, y dejémonos de experimentos, que en educación, ni con gaseosa.
No perdamos la oportunidad. Ahora es el momento.
