Me vais a fastidiar los jueves
Una decepción más, y van… Ni que se marque pronto ni que se confíen demasiado ante un rival más débil ni que se esté pensando únicamente en la forma rápida de llegar a Europa. Lo cierto es que este Valencia, después de una de cal –vencer en el Camp Nou- y una de fácil –meterle cinco a un Betis desahuciado- no hecho más que concatenar ridículos. Ya no es que no pudieran ganarle a un Almería al que se le marcó a los 30 segundos de juego ni que cayeran estrepitosamente frente a un Getafe que ya no se acordaba de lo que era ganar. Con eso ya se despidieron del tren Europeo que pasaba por la Liga española. Ahora es que el ridículo lo trasladaron a la vía fácil, al andén por el cual era más sencillo –cinco partidos- colarse el año que viene entre los europeos, y eso que se lo pusieron fácil, ante un equipo sin figuras y al que los únicos que lo animaban eran los recogepelotas y los compañeros lesionados que no pudieron vestirse de corto.
Parece ser que el Valencia estuvo esperando a que se llenaran las gradas de Saint Jacobs para comenzar el encuentro, sin darse cuenta de que las puertas del estadio no iban a abrirse para los seguidores suizos.
Quizás por ello perdonó toda la primera mitad del encuentro ante el Basilea en la que no estuvo en el campo y en la que dio demasiadas facilidades para que un recuperado para la ocasión Matías Delgado diera –casi- sus últimos coletazos en el fútbol internacional. Cuando se dio cuenta de que las butacas no las iba a ocupar nadie fue la mala fortuna la que se encargo de que el equipo de Pizzi saliera humillado del terreno helvético y con las posibilidades más que justas de estar la próxima temporada en competición europea.
Descartada ya hace demasiado tiempo la participación en la Champions League, la antigua UEFA era una escapada medianamente digna para un club que hace veinte años que se no se ve en la tesitura de limitarse a disputar la competición doméstica y, entre otras cosas cuando la imagen, en un proceso de venta como el que está sometido el Valencia, cuenta, y mucho. Además, quizás ya no lo sufra tanto porque la edad no perdona y la noche valenciana ha cambiado mucho en la última década, pero me han fastidiado los jueves, que era un día ideal para ver el fútbol y después salir a controlar que todas las calles de la ciudad continúan, sin novedad, en su sitio.
Sólo queda esperar una de esas noches mágicas de Mestalla –no de Champions, por supuesto-, una de esas noches en las que los sueños se cumplen y se hacen realidad y los goles entran hasta sin querer en la portería contraria, aunque la magia creo que también ha abandonado ya a este club.
