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Per Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
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Responsabilidad en el tráfico

    El primer domingo de julio y cercana la fiesta de San Cristóbal celebramos en la Iglesia en España la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico. La Iglesia nos invita a tomar conciencia del significado del tráfico y de la urgente necesidad de esmerar nuestra responsabilidad y prudencia en la carretera y en la calle.

    En estos días, miles de personas se desplazan de un lugar a otro para iniciar o concluir sus vacaciones; y miles de personas lo hacen cada día por motivos laborales y sociales. Cuando nos ponemos en camino, tenemos la esperanza de llegar felizmente a nuestro destino. Pero, por desgracia, esto no siempre sucede así. Es cierto que el número total de accidentes y de víctimas mortales ha descendido en los últimos años. Con todo es preciso redoblar los esfuerzos por parte de conductores y peatones así como desde todas las instancias públicas y privadas para seguir reduciendo los accidentes.

    El lema para la Jornada de este año son las palabras de Jesús “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14,6). De estas palabras se derivan consecuencias para nuestro comportamiento en el tráfico.

    Jesús se presenta como ‘el camino’. No es un camino cualquiera, sino el único camino que nos lleva al Padre (cf. Jn 14,6) y que nos conduce también a la relación y convivencia fraterna y responsable con nuestros semejantes. Caminar con Jesús obliga a ser a ser responsables, cumplidores de las normas de tráfico y respetuosos con los demás, no por miedo a la multa sino por amor a Dios y al prójimo. Y obliga también a no pasar de largo ante una necesidad de mi prójimo. Jesús es ‘la verdad’. Caminar con Jesús pide amar la verdad cuando se trata de averiguar quién y cómo se produjo un siniestro. No podemos olvidar las palabras de Jesús: “la verdad os hará libres” (Jn 8,32). “Yo soy la vida”, dice Jesús. El mayor tesoro que hemos recibido de Dios es la vida, llamada a su plenitud eterna. Pero somos muy frágiles. Al menor descuido podemos perder la vida o la salud. Por eso debemos cuidarlas y tratarlas con mucho respeto y dedicación. Amar y respetar la vida propia y la ajena, para un conductor o peatón, equivale a estar atentos a la conducción y al tráfico, respetando en todo momento las normas de tráfico sin ser un peligro para nadie.

    Conducir y transitar bien implica saber ‘convivir’, saber vivir con otros. El automovilista o el peatón nunca están solos. Conducir un vehículo o transitar son, en el fondo, una manera de relacionarse, de acercarse y de integrarse en una comunidad de personas. Esto pide de todos respeto, prudencia, espíritu de servicio, observar las normas de tráfico y estar dispuesto a prestar una ayuda desinteresada a quien la necesita.

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