Pongamos que hablo de COVID; de enfermero a maestra
Y no sería tanta casualidad que el punto de partida fuera un colegio, en el que nuestros hijos e inquietudes se encontraron por primera vez. De la amistad inocente con ojos de niño surgió otra; adulta, curiosa, sin ambages... donde hablábamos de restaurantes, de vinos, de viajes... Hoy... “¿hablamos de COVID?”.
Este maldito COVID que nos consume la vida, la energía, el día a día. Pero la vida es justa y cuando te quita también te da, y a mí me dio tu confianza, y con ella tu canto mántrico que me repites desde hace unos meses: “¡yo soy maestra, no sanitaria!”
Y te oigo hablar de un tal Itaca, de interminable burocracia, de un correo gva, que no va, de planes de contingencia, seguridad y ventilación que surgieron de la desesperación y se materializaron a golpe de horas en teclas de ordenador, poniendo en cada “clic” la esperanza de conseguir un centro seguro y que se mantenga abierto, de cómo con brocha gorda y sin plantilla (ayuda de conserje en mano), habéis pintado unos 1.000 m2 con mil “respete la distancia de seguridad” y de las infinitas dudas de compañeros preocupados por su alumnado y de las familias, desconcertadas, que preguntan si su hijo puede ir al cole mañana porque tiene tos, o diabetes tipo A. A los que tú respondes con muy buena intención y una impostada seguridad, mientras el mantra invade inconscientemente tu cabeza “soy maestra…, pero, que venga, si no hay fiebre que venga”. Un pequeño plus de responsabilidad diario sumado a lo que per se implica la tarea de ser equipo directivo de un centro escolar.
Responsabilidad interiorizada quizá intentando seguir el ejemplo de tu Santa, Teresa, la gran doctora de la Iglesia, que tantos caminos abrió y tanto peleó para hacer de esta vida una vida mejor.
Y mientras tanto, yo, hablándote del centro de salud, del hospital, de cómo mis compañeras enfermeras se enfrentaban, con más imaginación que medios, a los estragos de este virus “covidiano”, y ya cotidiano. Y ahora vosotros, maestros, maestras, también ponéis una mezcla de imaginación y vocación que combina proyectos educativos, UDIs e inclusión con canales seguros de circulación y plantillas excell que añaden la columna del número SIP y eliminan la de los abrazos.
Quizá el instante en que coinciden sanidad y educación, quizá nuestra inquietud común, radica en la ilusión; por ayudar, por mejorar… esa ilusión que niños y niñas trasmiten a diario con sus ojos abiertos bajo las mascarillas y que pacientes que sanan muestran con una lágrima agradecida, esa ilusión que algunos adultos perdieron por los golpes de la vida y aparcaron en un rincón… algunos... sanitarios y maestros seguimos ahí, contando los días superados con una media sonrisa y con la voz bastante quebrada por traspasar la mascarilla durante la jornada laboral y llegar con la misma potencia al alumno de la última fila.
Interminable COVID que desmontó la teoría de que el nuestro era el mejor sistema sanitario del mundo, y lo es, pero... siempre hay un pero...
En qué momento se realizó la transmisión de competencias de la sanidad a la educación, en qué momento un docente decide aspectos relacionados con la salud de sus alumnos, en qué momento se publica en un periódico que los coordinadores COVID de los centros abusan del teléfono de atención que Sanidad ha destinado específicamente para ellos… (y al que se recurre, únicamente, cuando salta algún positivo o una duda existencial te tiene días con un nudo en el estómago. Entonces necesitas la opinión de un médico porque, vaya, “yo soy maestra”).
¿Cuánto cuesta una enfermera en horario escolar? ¿Cuál es el precio de la seguridad de nuestros hijos e hijas?...
Su minuta debe ser altísima, quizá comparable a la negativa de la Administración a dotar a los centros educativos de esta figura, o quizá, si se ponen enfermeras, sobren asesores.
No lo sabemos, lo que sabemos es que invertir en sanidad y educación es invertir en futuro, un futuro que se abre paso a pesar del sin sentido de nuestros dirigentes, empeñados en volver, una y otra vez, al pertinaz error de creerse por encima de la SALUD y la RAZÓN.
Pero tú, amiga, sigue enseñando a volar, a soñar, a vivir; y en cada vuelo, cada vida y cada sueño sabes que perdurará siempre la huella del camino enseñado (Teresa de Calcuta).
Espero que, más pronto que tarde, hablemos de viajes y de las divertidas anécdotas de colegio; que tú seas maestra y yo enfermero, y nos contemos el día con una copa de vino en la barra de un restaurante...