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Per David Lluch - Coordinador comarcal EU Plana Baixa
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Política y futuro

    ¿Son política y futuro, hoy, términos contradictorios? La detención de 51 personas en una macrorredada contra la corrupción nos ha cogido con el pecho seco. Existe la tentación de empezar a pasar de la política, de empezar a pasar de todo, y que se salve quien pueda. Pero esto sería terrible.

    En una democracia representativa el acto de votar es fundamental, pues con él cedemos parte de nuestra soberanía, o sea, cedemos parte de nuestra libertad nada más y nada menos, y a partir de entonces, a partir del momento en el que depositemos una papeleta con unas siglas por la ranura de la urna, otras personas tomarán decisiones importantes por nosotros: a cuánta velocidad tenemos que conducir, en qué tipo de sistema educativo se formarán nuestros hijos, si nuestras hijas pueden interrumpir voluntariamente su embarazo o no, etc., etc. De hecho, no solo se tomarán decisiones que limitarán nuestra vida cotidiana, también administrarán en nuestro nombre las ingentes cantidades de dinero que ingresamos en las arcas del estado: impuestos directos e indirectos, impuestos especiales, tasas, multas de tráfico, etc.

    Picasso decía: yo no busco, encuentro. Y con ello hacía referencia a la labor del artista como aglutinador de tendencias, de sensibilidades, como sintetizador de ideas, como esponja que absorbe el aire, frente al aspirador que chupa el polvo.

    Así debería ser la nueva política: una nueva forma de concebir la regulación de la cosa pública, por calcar la expresión empleada por los griegos, para quienes la política no se concebía sin el ágora, sin la plaza, sin la participación de los ciudadanos. La esencia, pues, no debería reducirse a un conjunto de estrategias de marketing o una suma de posturas que contenten a casi todos. Tampoco a exhibiciones de superhéroes mediáticos. No se trata pues de buscar votos, sino de encontrar a personas. De encontrar, pero también de encontrarse, conocerse, palparse, comunicarse, poner en común, llegar al alma del ciudadano, de nuestro vecino o vecina, un alma que jamás encontraremos en las encuestas o los estudios de mercado, en los análisis de opinión o en los políticos profesionales, aquellos que solo toman el pulso de la realidad social desde sus despachos o las ejecutivas de sus partidos. Políticos que son presa de los publicitarios que prometen votos con sus artes mercadotécnicas, votos que se compran en el mercado de los departamentos de comunicación.

    Péinate como corresponde, viste con decoro, habla con seguridad, no parpadees cuando mientas, sonríe siempre, reparte saludos, repara tu cutis, sé bello o bella, inunda las redes sociales, mensajes sencillos, mensajes contundentes, rojos o azules, verdes o blancos, mensajes para los pensionistas, para los autónomos, para los funcionarios, para los hinchas, para los de abajo, para él o para ella, ni de izquierdas ni de derechas, mensajes micro o mensajes macro, gana o pierde…, y en cualquier caso y toda circunstancia, duerme a las personas, hipnotízalas si eres más progre, tal vez que sueñen, pero en ningún caso deben estar despiertas. Más sabe el político por diablo que por viejo.

    La política, sin embargo, debería ser un instrumento para conquistar metas. Por ello un día los ciudadanos, aplastadas las espaldas por el peso de sus clases dirigentes, dejarán de mirar boquiabiertos hacia los fuegos artificiales mientras les birlan la cartera y explotarán como millones de pequeñas bombas atómicas y exigirán una nueva política, una política que no busque el voto, sino que encuentre al ciudadano; una política participativa, no de arriba abajo o de abajo arriba, sino expandiéndose hacia los cuatro puntos cardinales, una política cristalina, versátil, donde predomine el tú a tú sobre el tú a vosotros.

    Valores como participación, horizontalidad, trasparencia, empoderamiento de la ciudadanía, no son una moda, son una necesidad para la política.

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