Los muros de la insensatez
¿Existe la sensatez y el sentido común en los actos políticos?. Me refiero al sentido común, no tomado como esa especie de norma social aceptada mayoritariamente por una comunidad (y que en algunos casos deriva en conservadurismo), sino en la idea que lo representa en acciones y propuestas que benefician al bien común, y además. es capaz de mantener un cierto equilibrio con el pulso ciudadano, con el contexto, ánimo o sentir social. Y también con nuestros valores personales o grupales.
Últimamente, y en el terreno de la actividad política, nos estamos encontrando con demasiados casos que no dejan espacio para que el sentido común se desarrolle libremente y donde la insensatez cabalga a campo abierto. Muchos casos y, lo que es peor, carentes de ningún tipo de rubor. Y reconociendo que nadie está libre de caer en las redes de la insensatez, me quedo sorprendida con algunos episodios protagonizados por el partido que, hace bien poco, gobernaba nuestra comunidad y la gran mayoría de sus ayuntamientos.
No sé si será por la desorientación de quien se creía dueño y señor de estas tierras, y a quien los ciudadanos han dado un baño de humildad (que parece no haberles calado nada); o quizá por las ansias de reproducir, allá donde han mantenido el poder, el modelo de hacer política de los anteriores “molt honorables” gobiernos. La verdad es que el PPCV parece haber renegado del menos común de los sentidos.
Y si no es así, ¿cómo se entiende que un cargo público, exalcalde del PP en Torrevieja, sea capaz de decir que universalizar y hacer gratuita la educación obligatoria, con planes como el Xarxa Llibres, evita que se hagan políticas de empleo?, ¿qué base moral e intelectual podemos atribuir a un partido que limita las competencias de los ayuntamientos al dilema de, o invertir en educación o aprobar planes de empleo?. O en el caso de la Diputación, ¿cómo es posible que su presidente lleve desde julio para poner en marcha la institución provincial, en lo que verdaderamente le compete, como es el trabajo por y para los municipios?.
Todos somos conscientes que en las filas del PP no se han caracterizado por escuchar las reivindicaciones de los ciudadanos, ni siquiera cuando el sonido llegaba amplificado por la suma de más y más voces. Pero, con la que ha caído y sigue cayendo, ¿no es señal de falta de sentido común mantenerse en la insensatez y la sordera?, ¿no han sido lo suficientemente altos los gritos de “no nos representan” que venimos escuchando en los últimos años?, ¿tan gruesos son los muros de la insensatez de algunos palacios alicantinos que no llega el sonido de la calle?.
En las instituciones, actuar bajo el sentido común no equivale siempre a utilizar el camino más corto. Todo lo contrario: hay que callejear mucho y romper paredes cargadas de burocracia, o del cemento armado del “es que siempre se ha hecho así”. Y se hace invocando al poder de transformación de la política, la de verdad, la que se hace en la calle, la que te permite defender tus actos con la gente y acostarte tranquila cada noche. Y poner el pie en la puerta cuando te la quieren cerrar con excusas que destilan arrogancia y autoritarismo.
Las decisiones que obvian el sentir social y el sentido común, dos términos que casi siempre están cogidos de la mano, son un obstáculo para desterrar la frase “son más de lo mismo”. Es cierto que muchas decisiones pueden ser muy legales (como las de asignarse como presidente de la Diputación un sueldo muy superior al del propio presidente de la Generalitat) pero tan alejadas de la realidad de los ciudadanos y ciudadanas, que hace que nos preguntemos si, quien toma esas decisiones, sería capaz de defenderla tomando un café en la barra de un bar.
Y lo mismo podríamos decir de la posición que desde el PPCV han tomado con el plan de libros de texto gratuitos para primaria y secundaria, con una respuesta que nada tiene que ver con el bien común, y sí con el afán en mantener en propiedad los espacios de poder sin importar los beneficios que se pueden reportar a la sociedad. Pero esto no es un mal de estos tiempos, les recuerdo que hubo una vez una Conselleria de Educación que se negó a implantar un plan de ordenadores para escolares impulsado por el gobierno del PSOE porque, decían, los portátiles causaban miopía. Posición miope donde las haya.
Y quiero poner el acento en la falta de sensibilidad del PP hacia los problemas de las personas y la realidad cotidiana, no tanto como denuncia, sino como una llamada al cambio de actitud necesario para aumentar el grado de humanidad y de sentido común en las decisiones políticas. Y un partido como el PP, que sigue gobernando muchos espacios públicos, debe reflexionar ante esto.
Ejemplos en los que fijarse no les faltan: tan solo deben dar un vistazo por la gran mayoría de gobiernos progresistas de muchos ayuntamientos y en la propia Generalitat, donde se gobierna aplicando el sentido común para la toma de decisiones y la gestión, con cercanía, con sencillez, sin alharacas, ni poses de autoridad propios de otros tiempos.
Espacios donde han comenzado a romper los muros de la insensatez.