¿Qué miedo tenemos que tener a no ser miembros de esta Europa?
Me ha venido a la cabeza esta pregunta retórica, por supuesto, en el momento de saber que los 28 -todos los estados miembros de la Unión Europea-, han acordado la expulsión de todos los migrantes y refugiados llegados a las costas griegas. Todos, sin distinción, han votado una decisión injusta, vergonzosa y vergonzante, inhumana y que es un paso más, quizás definitivo, en la muerte del mito de la Europa de la democracia, de los derechos humanos, de la sostenibilidad medioambiental, del bienestar y de la calidad de vida.
Parecía que la Europa rica y poderosa, después de años y años de colonialismo y explotación del mundo para su interés, podía constituirse como referente democrático y protector de los derechos humanos y de solidaridad para la gente que huye desesperadamente de las guerras donde se mezcla el fanatismo religioso, los intereses estratégicos, el gran negocio de las armas y la lucha por el controles de los recursos petrolíferos. Parecía que una pequeña parte de lo que Europa ha obtenido de los años y años de imperialismo y colonialismo podría gastarse en acoger a los refugiados.
Pero no. La Unión Europea es un club de políticos de muy poca altura ética al servicio del sistema de dominación del mundo donde manda un pequeño puñado de ricos. Porque ¿cómo pueden votar lo mismo, en un asunto tan importante y vital como este, los representantes de la Grecia de Tsipras que los del España en funciones de Rajoy? Si, en un tema como este de la expulsión de todos los refugiados, no hay diferencia entre la izquierda y la derecha es que no queda izquierda alternativa y, por lo tanto, real en la Unión Europea. ¿Dónde está la “liberté, égalité, fraternité” de la Francia de Hollande? ¿Dónde una posición diferenciada de la izquierda que, ahora, gobierna en Portugal? Está claro que voten a favor Merkel, Cameron, los neoconservadores centroeuropeos, los polacos, los húngaros… Y, bajo la capa del ascenso del fascismo sociológico y también político en Europa, la izquierda oficial se acobarda y se pliega y acaba aceptando decisiones totalmente contrarias a la histórica lucha por la emancipación y por las libertades.
Es cómo si derrotada totalmente la utopía comunista en los países de la Europa occidental, donde los partidos comunistas democráticos habían llegado a tener una gran influencia sobre todo en los países mediterráneos y ahora son prácticamente residuales, una vez los trabajadores occidentales han visto lo que realmente era el sistema soviético, la Unión Europea ya puede mostrar realmente su cara e ideología real: la de la Europa imperialista que utiliza su dominio de la tecnología para dominar al resto del mundo y, además, mantener a sus trabajadores en condiciones precarias. Ya hemos visto como la crisis económica internacional ha sido aprovechada para recortar derechos sociales y laborales en toda la Unión Europea y concentrar los capitales en las grandes multinacionales. Justamente, el único país europeo que ha hecho una salida de la crisis diferente y exitosa para la gente ha sido Islandia, que no pertenece a la Unión Europea. No, la mítica Europa del bienestar ya no existe, porque ya no tiene ideológicamente un enemigo inmediato y cercano. Ahora, los bancos y financieros pueden apretar todavía más y más pues no hay donde compararse, ni donde inventar un paraíso obrero mejor que nunca existió. Caído el muro hacia los dos lados, se impone la ley de la selva del capitalismo más salvaje donde los políticos están para servir a los financieros y la banca y son esos a los que se les apoya, se les ayuda, se les promociona o se les perdona. Y, en esa ley de la selva tan insolidaria, no es de extrañar que aparezcan brotes importantes de neofascismo. No olvidamos que el fascismo de Hitler surgió de los pensamientos conservadores, como un instrumento del imperialismo del complejo industrial alemán, pero se alimentó de una población parada y totalmente decepcionada de la política de la izquierda oficial.
Ahora, los 28 de la Unión Europea han decidido expulsar a los migrantes y refugiados llegados a las costas griegas. Todos han votado lo mismo. Todos se han puesto junto a la insolidaridad y la xenofobia. Ha ganado la extrema derecha con esta decisión: el cerebro del reptil se ha impuesto. Malos tiempos para todos y todas se anuncian. ¿A no ser miembros de esta Unión Europea es el peligro que corren los catalanes o los vascos si se declaran independientes? Pues va a ser que, quizás, el espejo a mirarse sea Islandia y no Bruselas.