El mercado de las pymes “tocado y hundido” por la estafa de Gowex
No es que quiera saber en detalle el balance de GOWEX, el sueño de ese wifi gratis que explotó un día de julio, pues no tengo absolutamente ninguna vinculación con dicha empresa; pero, dado el caso, si que me gustaría explicar cual es el otro “balance” que deja.
Por una parte deja al MAB (Mercado Alternativo Bursatil) herido de consideración, porque ha quebrado la confianza de los inversores y veremos las posibilidades de su recuperación. Además, ha acumulado otros fiascos en el pasado que no dejan en buen lugar al mercado alternativo, que debería haberse convertido -en las circunstancias económicas actuales- en una potente herramienta de financiación de medianas empresas, como lanzadera incluso a un tamaño superior. Sin embargo, se ha convertido en un cementerio donde enterrar algunos pufos inventados por los listos de turno que, en esta ocasión, no son políticos (todo hay que decirlo).
Consecuencia de todo ello son las medidas de recelo y control que el Ministro de Economía, Luis De Guindos ya ha anunciado: unas modificaciones legislativas que supondrán, sin duda, mayores dificultades de salida para las empresas con una trayectoria honrada y transparente. En este caso, además, la publicidad es doblemente dañina, porque la empresa no es grande y la auditora, por primera vez, es también una pequeña empresa, que ha ingresado de inmediato en prisión, cuando las grandes firmas de auditoría, una detrás de cada caso de importante empresa en apuros, siempre salen indemnes y nunca se ha conseguido ver a nadie de las “big four” con la camisa a rayas, ¿por qué será?
Por otra parte debemos sumar como pérdidas a las ya sufridas en todos los ámbitos, la de la confianza que se acumula en cualquier mercado, relacionado o no con GOWEX, que además identifica la marca “España” y le otorga una mancha más en un palmarés difícil de superar.
Es por ello que, cada vez que conocemos detalles de entidades ó instituciones de cualquier ámbito, público o privado, debemos exigir la mayor de las transparencias, la claridad necesaria que la ley impone, porque cuando se quiebra la confianza y la seguridad, se rompen las posibilidades de inversión tanto de dentro como del exterior y se devalúa tanto nuestra imagen, ya que pasamos a ser una “república bananera”. ¡Menudo primer mundo!
Preferiría un escenario donde los políticos dimiten cuando los sorprenden con una tesis copiada hace tres décadas y sin que exista ningún procedimiento judicial abierto; un lugar donde los procedimientos judiciales no duren décadas sino meses; una economía donde las “nuevas bananeras del siglo XXI”, es decir, los oligopolios, están frenados y no se les permite campar a sus anchas. En fin, ese es el país en el que me gustaría vivir a mí, sin necesidad de tener que emigrar de mi tierra, ahora devastada por una variada fauna de canallas, oportunistas, sinverguenzas, ignorantes y malversadores, más peligrosos y contagiosos que el virus del ébola y sin que se vea una vacuna eficaz en el horizonte.