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Per Nuño Jiménez - Vicesec. Políticas Sectoriales PSOE Castellón
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LOMCE: La ley del toro bravo, marca España de Wert

    Estos días hemos tenido oportunidad de conocer un poco más no sólo del anteproyecto de Ley Orgánica de Mejora de Calidad Educativa, sino del talante de quien la promulga, el Ministro de Educación Wert, autoproclamado toro bravo que se crece ante el castigo, todo un mensaje a navegantes en el tribulado mar educativo español y que nos retrotrae a la España más casposa y cañí de una educación de castigo y no en valores de progreso.

    El Ministro acaba de factor, en su anteproyecto con los cuatro niveles de autonomía que existían en la educación. El autonómico, el del propio centro educativo, el del profesorado y el de los estudiantes. El único al que supuestamente se atiende es al de capacidad de elección de los padres, pero siempre que se lo puedan pagar, o bien, acudiendo a la educación privada y concertada, o bien asumiendo los costes en la adquisición de libros, comedor, etc., si optan por la pública.

    El anuncio del Ministro de reducir al mínimo la autonomía de las comunidades para marcar las enseñanzas y la lengua en la que se imparten, en favor de una escuela concertada que asumiría cualquier hecho diferencial pero integrándolos en el mapa general de centros en detrimento de la pública al que se le dotarán de menos recursos e itinerarios, provocará que estos últimos se sitúen en los lugares postreros, según el ranking que pretende poner en marcha el Sr. Wert.

    Junto a estas medidas, la total anulación de la autonomía que ejercían los centros, se queda cercenada de raíz así mismo, por la incapacidad de los docentes, padres y alumnos para elegir a su Director, quien podría pasar a ser un mero gestor sin experiencia docente en el que sólo los criterios económicos y de obediencia administrativa serían valorados para ocupar el puesto.

    La capacidad de elección del profesorado queda igualmente mermada en su capacidad de formación, de conciliación, de derechos retributivos y de excedencia, de ser sustituido en un tiempo reducido, de movilidad, de opinión, de libertad de cátedra, de elección democrática del director, de expresión de ideas y valores, así como en su capacidad de acompañamiento del estudiante por limitación de tiempo y aumento de ratio.

    Por último, los estudiantes tendrán que elegir antes pero no lo harán ellos, sino los resultados de unas pruebas que a lo largo del sistema educativo tendrán que ir superando para no caer en la marginalidad académica y profesional, sin capacidad alguna de poder reengancharse a un itinerario académico o profesional reglado.

    Todo ello nos retrotrae a principios de los años 80 cuando uno era estudiante y no tenía asignaturas impartidas en lengua propia, donde se improvisaban las alternativas a la religión, donde no existían asignaturas de educación para la ciudadanía, donde la diferencia entre centros públicos y privados-concertados era abismal, donde a los 14 años se elegía entre FP, Bachillerato o quedarte en la calle, donde las enseñanzas se marcaban desde Madrid y en la que la inversión en educación se situaba por debajo del 3,9 del PIB, como tiene previsto el Ministro para el 2015.

    Esta es la enseñanza que teníamos de pequeños pero no la que soñábamos para nuestros hijos. La educación es algo más importante que una cuenta de resultados y unos conocimientos que se han de adquirir a todos por igual, es crecer en valores y en democracia.

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