Los felinos de la piscina
Recientemente la colonia felina de la piscina municipal ha dado mucho que hablar, algo que era totalmente previsible ya que desde hace años los gatos habitan en este espacio de titularidad pública. Sin embargo, una vez más, a la Concejalía de Sanidad le ha cogido el asunto de improvisto. Ha quedado patente con las soluciones, carentes de toda lógica, tomadas al respecto.
En primer lugar, si antes de decidir sobre los mininos, hubiesen consultado con profesionales del área, a un etólogo y a algún veterinario, y además hubiesen tenido en cuenta sus indicaciones, hubiesen sabido que la solución no era la de reubicar a los gatos dejando libre la colonia.
Eso no resuelve el problema porque llegarán otros que la ocuparán en su lugar. Sobre todo cuando el cambio es a un solar prácticamente desierto, falto de sombra para el sol y resguardo para la lluvia. Debido al carácter territorial de estos animales, aunque se reubiquen van a tender a regresar a su colonia de origen y más cuando su nuevo espacio no es mejor. Mucho y muy rápidamente tiene que cambiar este espacio para lograr con éxito una reubicación inmediata.
En otro orden de cosas; pero no menos importante, si además hubiesen consultado a expertos jurídicos en la materia, se hubiesen dado cuenta desde el principio del mal planteamiento de la “solución”.
Por una parte, se hubiese podido adecuar un espacio para tener controlada la colonia en el lugar donde estaban sin que pudiesen acceder a la zona de la piscina y al terreno de juego del campo de fútbol que utilizan los usuarios. Se tendría que haber hecho estableciendo límites y acompañándolo de una modificación de la Ordenanza Municipal que permitiera la presencia de estos animales en casos puntuales y, por supuesto, cumpliendo unos requisitos como el registro de la colonia dentro de un espacio de titularidad pública.
De esta forma, se evitaría un choque entre los criterios establecidos por Salud Pública y la existencia de la colonia felina a la vez que el Consistorio demostraría que, si se quiere, es posible conseguir un equilibrio en la convivencia entre personas y animales respetándose unos a otros.
Por otra parte, no nos olvidemos que estamos hablando de gatos ferales en colonias. Por eso, no se puede cerrar el solar como se pretende. La adaptación ha de prever accesos para que los animales puedan salir de la instalación con total libertad.
Además, otro gran fallo de la mal llamada solución, es que se están mezclando churras con merinas ya que jurídicamente no es lo mismo una colonia que un refugio, una protectora o un centro de recuperación. Estos últimos sí que son instalaciones cerradas y, precisamente por serlo, la Ley les exige un núcleo zoológico, personal contratado y veterinario adscrito.
En conclusión, a fecha de hoy en Alzira tenemos una colonia, que va a ser desalojada y que progresivamente otra ocupará su lugar volviendo a plantearse el mismo problema, y un solar que mucho tiene que cambiar para que un animal quiera permanecer ahí más de cinco minutos. Es difícil que no se vaya si es totalmente libre y nadie lo puede retener. En definitiva, una vez más, otra oportunidad perdida para hacer bien las cosas en materia de protección y bienestar animal, y unos animales que lo van a volver a sufrir.