La Ley de (De)emprendedores
Los ciudadanos somos lo primero. De hecho, qué duda cabe que deberíamos ser lo más importante y el objetivo último de cualquier política. Y la situación económica de la ciudadanía es el principal problema que llevamos arrastrando durante años, con el consiguiente desempleo y situaciones verdaderamente desesperadas.
Nos esforzamos por fomentar el trabajo en equipo y la unión ante la adversidad, pero poco podemos hacer si desde las instancias responsables se elimina cualquier apoyo en pro de otro tipo de prioridades, ya sean olímpicas, de ruleta o de gran cilindrada.
Tal y como se planteó, la Ley de emprendedores era susceptible de ser mejorada en varios aspectos, aunque con una mayoría absoluta en el Congreso era razonable, y triste, pensar que iba a dar igual la cantidad de enmiendas que se pudiesen presentar, puesto que los votos mandan y la Ley saldría tal y como el gobierno la tenía definida. Muchos pensamos entonces que “más vale algo que nada”, y que cualquier ayuda al emprender debía ser bien recibida. O eso nos hicieron pensar.
En cambio, solo un día antes de su votación, nos sorprenden con la orden de devolución retroactiva de las ayudas aplicadas al colectivo de emprendedores societarios, que ha llevado a la baja forzosa de muchos proyectos que empezaban a respirar, por el mero hecho de que lo que el gobierno califica de “calderilla” es lo único que tienen muchas familias para poder salir adelante. Vamos, como quien invita a cenar y a la hora de pagar se escapa por la puerta de detrás.
Estimular el crecimiento emprendedor, autónomo, para después pegarle un hachazo y contemplar cómo se va desangrando lentamente, no puede más que considerarse un ataque directo contra la ciudadanía y el sentido común. O, dicho de otra manera, una burla a aquellas personas que dedican cientos y cientos de horas de trabajo para revisar los planes de empresa y la viabilidad de sus proyectos, que destinan fondos propios a acudir a foros de intercambio, que se mantienen al día en busca de socios y colaboradores… Una burla a la iniciativa y una incoherencia en toda regla que nuestra bombardeada economía no puede permitirse.
El tejido autónomo es el principal generador de empleo de nuestro país y es también el más maltratado. Que las políticas económicas de este gobierno dejen de incentivar y estimular a los emprendedores para poner en marcha sus proyectos con promesas que no van a poder cumplir. Ellos juegan a los números, los votos y las portadas, pero nosotros trabajamos con ilusiones, necesidades básicas y con la esperanza de sacar a España de la crisis.
Sólo pido respeto.
