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¿Por qué debo hacer yo lo que no hacen otros?

    Kity Genovese fue una noche de 1964 asaltada, violada y finalmente asesinada en Queens (New York) ante la mirada de unos cuantos vecinos que lo contemplaron escondidos tras las ventanas de sus habitaciones. A raíz de este caso, la psicología social comenzó a reparar en la conducta de la gente en situaciones en que, en presencia de una agresión violenta o de un acto de injusticia, no intentan hacer ninguna acción efectiva a favor de la víctima.

    Y en España, aunque parezca mentira, esto también ocurre. He querido utilizar el ejemplo real de Kity para que se pongan en contexto, pero ahora trasladen este caso a la política. Kity somos los ciudadanos y los violadores son la clase política privilegiada que nos está llevando a este infierno. ¿Y los vecinos? Los ciudadanos.

    Y no es que los vecinos de Kity no vieran, porque ven, pero es mucho más cómodo mirar a otro lado y no ver. ¿Qué es lo que no vemos? Sus sueldazos, la injusta ley electoral que les permite seguir repartiéndose el pastel, la no independencia real del poder judicial, las barbaridades de medidas económicas que no nos van a sacar de la crisis económica, el rescate multimillonario a la banca mientras se recorta en Estado de Bienestar de los ciudadanos (educación, sanidad…) y no en Estado de Bienestar de los políticos (sueldazos sin límite, triples sueldos, jubilaciones millonarias, secretarias, asesores…) y un largo etcétera. Evidentemente, dirán ustedes, lo vemos y sabemos de todo esto. Pero, ¿Es que no veían los vecinos de Kity como la violaban? Sí y aún así decidieron no hacer nada, hacer como que no han visto y eso es lo que hace aún hoy en día, un 55% de ciudadanos que según las últimas encuestas seguirían votando a PP y PSOE, o lo que es lo mismo PPSOE.

    Y muchos que dicen no saber, saben bastante para saber que prefieren no saber nada más. No quieren saber para así librarse de encarar el deber y la responsabilidad.

    Sin duda, frente a la mala gestión que están realizando nuestros gobernantes actuales, los culpables últimos somos nosotros: el pueblo. La gran tragedia de nuestra sociedad es que el pueblo se ha convertido en público, pasivo contemplador del espectáculo que se le viene encima. Como dice el catedrático Aurelio Arteta en su libro Mal Consentido: la complicidad del espectador indiferente, ‘’Esto es una reunión de individuos que prefiere mirar a actuar, quedarse en espectadores para no ser actores.

    ¿Y a qué nos referimos cuando hablamos de espectador? Nos referimos al nombre descriptivo dado a una persona que no se implica activamente en una situación en la que alguien necesita ayuda. El espectador es alguien para quien su compromiso con la realidad que contempla se le presenta como una opción. Cuando ocurre una desgracia natural, un desastre natural que ocasiona daños naturales (ejemplo incendios, terremotos, inundaciones…) los espectadores parecemos más dispuestos a responder con nuestra ayuda que ante los daños públicos. Cuando se trata de ayudar a cambiar la situación política parece que es un mal que con frecuencia permanece invisible o es de difícil solución y mucho más comprometido. ¿Qué dirán de mí? ¡Seguro que no lo conseguimos! ¿Y por qué yo? ¿Por qué se me pide a mí lo que no se pide a otros o al menos por qué debo hacer yo lo que no hacen otros? Son algunas de las afirmaciones-preguntas que se podrán hacer muchos para evadir el compromiso y ayudar.

    Y todo ello por miedo, que no es otra cosa que la expectativa del mal futuro. El ciudadano común, para tratar de protegerse de quien le da miedo, se pondrá objetivamente de parte de quien tenga el poder, por miedo, pues no hay que olvidar que inevitablemente la política se ha llegado a convertir en una mafia.

    Los ciudadanos tenemos miedo a enfrentarnos al grupo mayoritario, a la mafia y sobre todo, por miedo al aislamiento. Conozco casos de municipios en los que personas han dejado de hablar a otras simplemente porque estas entraron en política para cambiar las cosas y enfrentarse al poder establecido, ¿Qué pensarán de mí si me ven con él?-dirán.

    Y los hombres aislados, los que luchan solos, parece que carecen de poder. Por eso es momento de juntarnos, de luchar en un mismo barco para no estar aislados. El temor al aislamiento no es otro que el que mueve a la mayoría de la gente a someterse a la opinión ajena. Los ciudadanos tenemos la necesidad de ser aceptados y sentirnos parte de algo y tendemos a acomodarnos a las opiniones y comportamiento mayoritario, aunque a algunos nos gusta nadar a contracorriente y ser parte de una minoría, pero no silenciosa. Aunque algunos se cansan, pues el poder atrae y la resistencia cansa.

    En estos momentos de dificultad, es momento de pasar a la acción. Es momento de dejar de ser espectadores para ser actores y el primer paso de un hombre valiente es no tomar parte en la mentira, no soportar el engaño, que la mentira no llegue y domine el mundo a través de nosotros.

    Empezaba el artículo bajo el título ¿Por qué debo hacer yo lo que no hacen otros? Les invito a la reflexión y a responder a esa pregunta, pero yo ya me la he respondido. O somos nosotros, los valientes los que pasamos a la acción, o algún día nuestros hijos y nietos nos preguntarán ¿Por qué no hiciste abuelo nada para que yo pudiese ir a la escuela sin pagar, o para que no me obligaran en la escuela a decir que PPSOE son buenos y que todo lo hacen bien? O ¿Por qué tengo que pagar para ir al médico? ¿O por qué tu abuelo sigues trabajando a los 70 años y no cobrarás pensión? En nuestras manos está.

    No olviden, no hacer aquello que se debía haber hecho tiene casi tanto peso como hacer algo que no se debía haber hecho. El poder está en nuestras manos. ¿Ayudamos a Kity? ¿Nos ayudamos a nosotros mismos?

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