Hablemos de la Iglesia
Desearía que con tranquilidad pensáramos que no es lo mismo una joya que su joyero. El valor lo tiene la joya, y no tanto el joyero. En la Iglesia Católica sus mandamientos son auténticas joyas de valor incalculable: amar a todos, amar la paz, la libertad, defender a los pobres… Y ese hermoso ramillete de las Bienaventuranzas. Por desgracia no siempre el joyero merece tal joya. La Iglesia ha reconocido muchas veces que ha conculcado los principios evangélicos y los ha arrastrado por el fango. No siempre entendió bien el mensaje del Señor, ni defendió su fe con amor. Tenemos el ejemplo de la Santa Inquisición: ardió hogueras, colocó sambenitos, sometió a terribles tormentos a los denunciados que gritaban y se retorcían y luego…. el silencio del crepitar del fuego. No trató a judíos y moriscos con caridad y amor. No olvidemos las guerras de religión. Cierto que las circunstancias de entonces no eran las de ahora, pero sí hubo errores y comportamientos indignos. Cuando elegimos un regalo, ¿pensamos en la joya o en el joyero?... Es cierto que queremos que dicha joya se ofrezca en un hermoso joyero, y así se lo decimos a la dependienta. Pero, en verdad, lo que realmente importa es la joya. He querido traer esta comparación entre la joya y el joyero, pues el desprestigio religioso suele centrarse en el joyero más que en la joya. La palabra de Dios, plena de amor al hombre, nos señala un camino recto y limpio, que nadie prohibiría a sus hijos. Cierto que la Iglesia y sus ministros no siempre han sido dignos de ser depositarios de tal joya. Tampoco es justo dar garrote a todos los miembros de la Iglesia. Existen muchísimos sacerdotes y religiosos, dedicados a obras misioneras, que dejan su juventud y vida en el servicio a los demás. Han realizado una labor social magnífica. Nuestra crítica a la Iglesia tiene que hacerse con objetividad y justeza. Hoy, por desgracia, asistimos a un espectáculo esperpéntico. Como el joyero no nos gusta, despreciamos la joya. No nos importa el mensaje, sino el mensajero. Ello explica que llamen “hijo de puta” al Presidente de la Conferencia Episcopal, asilvestrados a los obispos, fanáticos a los cristianos… todo un coro de ladridos de odio y de rencor. Se han avergonzado muchas veces de ser los defensores de esa joya preciosa que han querido ofrecer con monturas modernistas. Los españoles somos así. Criticamos hondamente lo que hondamente queremos. La Iglesia no perjudica ni destruye la sociedad, más bien la ennoblece y esmalta. En contra, existe una clara intolerancia. No somos capaces de convivir y respetar las manifestaciones ideológicas de otras personas, sin que esto nos hiera. El deporte nacional ha sido siempre atacar a la Iglesia. Gracias que el humo de sus templos no llena el aire de nuestras ciudades. Algo hemos logrado. Como decía Agustín de Foxa “todo español está condenado a ir detrás de un sacerdote, bien con el cirio, bien con el garrote”.
Espero que prefiramos el cirio al garrote.
buenos dias, su articulo de matricula de honor, ha dicho lo que realmente está pasando en nuestra querida España, muchos españoles, se averguenzan de ser Cristianos, porque ahora no esta de moda ir a la Iglesia, bueno por el contrario, yo voy todos los dias a las 8 de la mañana y me levanto santiguandome y rezando el rosario, y dando gracias a Dios por el nuevo dia que amanece, y siento una Paz de espiritu que me reconforta todo el dia, bien, le repito me ha gustado muchisimo su articulo, que Dios le bendiga, y hasta otro dia, reciba un saludo.