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Per Jesús Montesinos
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Valencia me mata

    Entre buñuelos y masclets ha crecido otra Valencia urbana que se ha convertido en la quinta ciudad más interesante del mundo, según la prestigiosa Loney Planet. Ya no es turismo de paella y sangría, que también hay para todo. Es que esta ciudad ha adquirido un posicionamiento en el turismo urbano de calidad comparado con Nueva York, Delhi, Newcastle o Chiang Mai (referencia cultural en Tailandia y toda la zona).

    Pero un puesto de esta categoría en el ranking internacional no puede quedarse solo en el esplendor sorollista de la Malvarrosa o la magnificencia de la Ciudad de las Ciencias, Cheste, la F.1 o cualquier otra derivada de los grandes eventos y atractivos edificios. Esto tiene un efecto limitado. Y a ese reto se enfrenta ahora una ciudad que esta noche demostrará como se puede renacer tras quemar millones (magnífica moraleja para los tiempos que corren).

    Lo que hoy ofrece Valencia es el mejor espejo de sus gentes: barroquismo puro y mediterraneidad. No hay otra ciudad en el Mediterráneo que reúna mejor las características sociológicas de este mar. Pasado Sagunto por arriba o el Mascarat hacia el sur empieza otra vida. La Comunidad como tal es todavía una entelequia, pero Valencia ha alcanzado personalidad propia. Algo impensable hace unos años. Como lo es el crecimiento de su área de influencia hacia la conformación en el centro del triangulo Gandia/Requena/Castellón

    Pero esta Valencia que se ha construido en los últimos quince años con Rita Barberá al frente (no es ajeno a este momento la ciudad que pensó Ricard Pérez Casado, aunque lo de Calabuig/Alarte sea ahora una broma del mal gusto) está obligada a dos esfuerzos suplementarios para rentabilizar social y económicamente la marca de referencia en la que se ha convertido para el turismo urbano. Primero: generosidad para ser “cap i casal”. Si ustedes son lectores de fuera de Valencia seguro que valorarán que siempre hay que ir a ver a alguien a Valencia y ellos nunca vienen. Como si de Valencia a Castellón o Gandía hubiera más kilómetros que de Gandía o Castellón a Valencia. Por eso en Alicante estallan en Hogueras con el “Puta Valencia”.

    Y el segundo esfuerzo es aprovechar la clasificación estratégica para consolidar la marca para referencia comercial. Ahora puede ir un fabricante de Alginet a vender a Londrés y decir con orgullo que la empresa la tiene en Valencia: es marca conocida y reconocida. No solo hay que vender playas, F.1 o la CACSA. Hay que aprovechar cualquier percha para exportar, porque es la única alternativa para salir de esta crisis (y la que viene) que en la Comunidad Valenciana destroza el tejido industrial tradicional.

    Mario Weltz, del Fondo Monetario Internacional, decía el otro día en una charla en Business School que la marca Made en Spain está muy desprestigiada. Sin embargo Valencia es una marca reconocida y de Loney Planet es fácil saltar a ser una referencia comercial. Y, por supuesto, aspirar con fuerza a la capitalidad mediterránea, en total competencia con Barcelona.

    Es preciso el Corredor Ferroviario Mediterráneo (nadie se cree lo de 2015). Y que este llegue por vía internacional al puerto de Valencia antes de que Barcelona se quede con todo el tráfico de Oriente hacia Europa. Pero para eso no basta con exhibir el ránking de Loney Planet. Hay que vender marca en los negocios, fabricar productos competitivos y atraer capitales para más tiempo que pasarse un día en Las Arenas. Es el gran reto de Valencia para el Siglo XXI después de la crema de esta noche.

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