La recuperación será civil
El qué hacer de Lenin aparece como pregunta retórica permanente sin que la representación política sea capaz de responderla. Al contrario. En mayo de 2010 el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, anuncio un cambio rotundo en su política económica, después de que sus acreedores le dijeran como tenía que ordenar su casa para pagar las deudas. Pero un año después los políticos siguen encelados en sus procesos electorales permanentes, de forma que nadie se arriesga a formalizar los cambios estructurales precisos para salir de esta profunda crisis. Pensiones, estructura administrativa, reforma financiera, reducción del déficit en autonomías y ayuntamientos, liberalización de servicios, apuesta por el conocimiento, etc., son reformas estructurales que siguen pendientes de un mejor momento histórico.
Eso ha derivado en que cuatro años después de iniciada oficialmente la crisis hayamos entrado en el absurdo de un crecimiento del 0,3, frente a una inflación del 3,8 %, la economía sumergida se ha disparado y, lo que es peor, ha caído el consumo y no se crea empleo neto porque la sociedad ha perdido la confianza en la capacidad política por sacarnos del marasmo (cinco millones de parados). ¿Qué hacer? Pues la solución no puede llegar desde la política, porque mucho que sus líderes lo exhiban. El PSOE anda liado en una catarsis que no quiere asumir, Rajoy amaga con salvar la patria y los nacionalistas hagan su agosto a cuenta de la debilidad del PSOE (Bildu y las trapisondas con la deuda)
Cambian los hábitos de los ciudadanos (consumo, conectividad y principios morales), empresas y familias se autoimponen la austeridad, los jóvenes asumen que nos les queda otro camino que emigrar como hicieron sus abuelos (www.decigarrasyhormigas.com, blog económico del IVIE), trabajadores y empresas acuerdan nuevos marcos individuales de relación salarial y a trancas y barrancas todos acaban aprendiendo que hay que adaptarse a las nuevas situaciones. Pero mientras tanto la política sigue condicionada por el gasto para ganar elecciones y un colapso administrativo que raya en la irresponsabilidad.
La sociedad civil camina y paga su precio por la crisis: cinco millones de parados y depuración para quien no se adapte. La gran realidad. Por eso en Catalunya aparecen los primeros debates públicos sobre la necesidad de los recortes, la pequeña Cajastur se impone contra la ineficacia de la CAM y las empresas pactan directamente con sus trabajadores para sobrevivir, al margen de una negociación colectiva muerta. Los políticos están para ganar elecciones y repartirse los sillones, no para enmendar los males de la patria. Lo del pepino es una metedura de pata alemana y también una incapacidad española por saber competir con productos frágiles en mercados hostiles. No vendrá pues la solución desde la política.
Aparecen nuevas formas de organización social (facebook, twitter, clubs de compra, debates culturales en línea…) y nuevos liderazgos sociales, y sin embargo los partidos políticos siguen enredados con sus demagogias baratas: coches oficiales, teléfonos móviles y guerras cainitas por un sillón. Lo del 15 M es un aviso de que la sociedad se mueve, aunque este movimiento vaya a quedar en una ocupación temporal de plazas y calles. Resulta más importante ver a fabricantes que por su cuenta y riesgo van a buscar mercados en cualquier parte del mundo. A los ciudadanos se nos queda cara de palo al ver ese mundo paralelo a nuestra vida y la grave dimensión de nuestros problemas. Por eso en el cuestionario de prospectiva sobre España 2020 que está haciendo el CES el DAFO sobre mil aspectos de España se inclina hacia el apartado de Debilidades/Amenazas y pocos a Fortalezas/Oportunidades. ¿Qué hacer? ¿Quién asume el liderazgo de sacarnos de esta? Tendrá que ser la propia sociedad civil.
Las empresas y las familias están aprendiendo a golpes a crear dimensiones societarias nuevas o administrar los ahorros. Casi nadie sueña en el tiempo pasado porque se convierte en estatua de sal (discurso de Emilio Botín el 11 de mayo en Academia General Militar de Zaragoza). Pero las élites gobernantes en las administraciones españolas están demostrando su incapacidad para gestionar la crisis, fundamentalmente porque el discurso demagógico frente a las campañas electorales les impide abordar retos como el copago de la sanidad, supresión de universidades repetidas o la reducción de gastos en infraestructuras de lujo e innecesarias más allá del manto patriotero.
El recurso permanente a la emisión de deuda patriótica para alimentar el déficit incontrolado de autonomías y ayuntamientos no entiende que habrá que subir impuestos para pagarlo y el drenaje de recursos financieros que esto produce en el mercado. Hay que ganar elecciones autonómicas, municipales o generales aun consumiendo los créditos que necesita la generación de empleo.
La recuperación será civil porque ya está siendo. La sociedad a través de sus propios mecanismos de depuración asume duramente los cambios obligados por la situación. Solo se resisten a ello quienes viven del presupuesto. Por eso empresas, amas de casa o intelectuales cada vez trabajan más sin depender de la política. Hay ideologías y hay vida fuera de la política en un país que cree que solo puede hablar de políticos y fútbol.
(Publicado en la edición de mayo del think tank Knowsquare)